Aurora Egido: «Las lenguas deben ser consideradas como riqueza, no como problema»
La secretaria de la Real Academia Española reflexiona sobre la crisis de la institución y la situación de Cataluña, tras publicar «Por el gusto de leer a Cervantes»
Aurora Egido se sumerge en los luminosos y polvorientos caminos de Cervantes en su último ensayo, «Por el gusto de leer a Cervantes» (Fundación José Manuel Lara) proponiendo nuevas lecturas gozosas que van más allá del «Quijote» y redescubren los paisajes del «Persiles» o «La Galatea». La catedrática emérita de la Universidad de Zaragoza y secretaria de la Real Academia Española reflexiona sobre la crisis de la institución y el trato de la Cataluña independentista a la lengua de Cervantes.
En su obra demuestra que todo está en Cervantes. ¿Es la obra cervantina no sólo un monumento literario sino también un manual para el buen vivir, una constante lección de vida?
Desde luego, y tal vez sea un monumento por abarcarlo todo y por ser una especie de oráculo vital en el que cada uno encuentra respuestas a las preguntas que se vaya haciendo. Pero no lo dejaría exclusivamente en ese ámbito, sino en el literario propiamente dicho, porque Cervantes ha sido un maestro universal en el arte de novelar, aunque sus lecciones más modernas no fueran atendidas inmediatamente en España o en la América hispana, siendo los ingleses los que entendieron antes su ingenio como novelista. Y ello, hasta el día de hoy. Pienso, por ejemplo, en las obras de J. M. Coetzee.
El ensayo es fruto de décadas de estudios cervantinos. ¿Recuerda qué momento fue el más importante en su acercamiento a Cervantes?
El de la investigación y la docencia, porque son inseparables. Disfruté mucho al estudiar los precedentes de la cueva de Montesinos en la visita jocosa que describió don Francesillo de Zúñiga a la cueva de Atapuerca, porque era como retrotraerse a los orígenes de la humanidad. Ello me llevó a ver que la historia y la literatura conforman una trenzadera que él transforma en algo nuevo. También me divertí al comprobar que, en el «Persiles», la historia de don Manuel de Sosa, el derretido portugués que vio en Lisboa cómo su amada terminaba por meterse monja, era semejante al frustrado amor de Felipe II por su sobrina Margarita de Austria, que acabó profesando en el convento de las Descalzas Reales.
El volumen plantea relaciones especulares entre los libros de Cervantes. ¿La obra cervantina es un edificio con pasajes que se conectan?
En cierto modo sí. Es algo que también me planteé en «El discreto encanto de Cervantes y el crisol de la prudencia». En la maleta cervantina, sus obras se conectan y explican unas a otras permanentemente. No se entiende el «Quijote» sin «La Galatea», a la que permaneció fiel hasta su muerte, queriendo continuarla poco antes de morir. Aunque el «Quijote» ha ensombrecido el resto de sus obras, a Cervantes hay que leerlo en su totalidad no sólo para entenderlo mejor, sino porque la lectura de cada una de ellas ilumina el resto.
Cervantes cumple con el lema de deleitar enseñando y hace años su lectura era obligatoria en la enseñanza, pero ¿qué nos llega hoy de Cervantes?
Los clásicos lo son por su capacidad de decir algo nuevo por encima del espacio y del tiempo, y Cervantes lo ha conseguido gracias a la claridad de su estilo, pues necesita menos notas y explicaciones que un Góngora. Actualmente nos movemos en un mundo muy diferente al suyo y sin duda los lectores buscarán y encontrarán cosas que seguramente desbordan las intenciones del autor. Lo de la enseñanza media es harina de otro costal. La literatura se ha relegado a un lugar menor y hasta complementario o subsidiario de la lengua, lo cual es una pena, tanto por lo que se refiere a las lecciones que se puedan aprender como al deleite o gusto que nos proporciona la lectura. Pero hay que ir por pasos, empezando por lecturas en silencio o en voz alta, que sean fáciles de entender para los niños y los jóvenes (algunas Novelas Ejemplares); sin olvidar la interpretación de obras teatrales (los entremeses). Primero hay que picarles el gusto para que luego se interesen por obras más complejas, como el «Quijote». Para Cervantes, leer era como viajar, pero con la ventaja de que es más fácil volver a visitar un libro que un lugar.
Uno de los capítulos aborda la relación de Don Quijote con Barcelona a la que define como «archivo de la cortesía y albergue de los extranjeros». ¿Qué cree que pensaría del trato que da el independentismo en Cataluña a la lengua de Cervantes?
Yo debo muchísimo a Cataluña, donde estudié Filología Española y donde fui profesora varios años. Le debo mi dedicación a Cervantes, que aprendí de mi maestro Martín de Riquer en la Universidad de Barcelona. Todo lo que dice Cervantes de esa ciudad y de los catalanes es cierto, aunque no sé lo que pensaría si viviera hoy. Dibujó una Cataluña abierta al Mediterráneo y a Europa en el «Quijote» demostrando que las lenguas se cruzaban por los caminos como los hablantes, y que sirven para comunicarse y deben ser consideradas como riqueza y no como problema.
La RAE permanece ahora sin director y en cierto momento de crisis. Usted ha sido la primera mujer secretaria de la institución. ¿Se plantearía ser también la primera directora?
No me planteo esa posibilidad en absoluto. Lo importante es que sea elegida la persona adecuada. La crisis que afecta a la Academia no es mayor ni menor que las que ha sufrido en otros tiempos. Entiendo la palabra «crisis» al modo con el que Baltasar Gracián la concebía (recuerde que dividió «El Criticón» en crisis, en vez de hacerlo en capítulos). Es decir, en su sentido etimológico de «decisión», «juicio». A ello me remito, aunque el arte de elegir sea, como sabemos, uno de los más difíciles.