Arriaga: «El amor es uno de los sentimientos más poderosos y subversivos que existen»
El escritor mexicano publica «Salvar el fuego», la impresionante novela que ganó el premio Alfaguara
Por poco a Guillermo Arriaga no le pilló la cuarentena en Madrid. Se disponía a viajar para presentar su nueva e impactante novela, «Salvar el fuego» (Alfaguara) cuando se anuló su visita. Si hubiera estado en España, la entrevista habría sido igualmente por teléfono. Pero esta historia salvaje de fronteras cruzadas, geográficas, sociales, raciales, lingüísticas y eróticas es un libro que late, como el fuego de su título, en las manos. Conversar con Arriaga es también saltar los muros, pisar territorios prohibidos, hablar de los conflictos que queman. En un mundo cada vez más cerrado y pacato, políticamente correcto, moralmente abrasado, la cuarentena que nos sitia nos convierte a todos en frontera, nos predispone a entrar en este maravilloso libro que ganó, y no por nada, el premio Alfaguara 2020 .
El título procede de una cita de Cocteau, realmente filosófica: «Si el fuego quemara mi casa, ¿qué salvaría? Salvaría el fuego» . Los personajes que pueblan esta novela están impulsados por esa manera de vivir, de consumirse a fondo en las vivencias, dejando destellos como las estrellas fugaces.
La pandemia llega a México , pero más tarde que a Europa. «A mí lo que me entristece es cómo hemos politizado el mundo y todo tiene que ver con la política. Eso me perturba de este virus, del que decenas de gobernantes alrededor del mundo dice que los enemigos lo usan para atacarnos».
-Esta novela nos descarna como la frontera que somos, en la que nos resguardamos ahora que estamos sitiados, encerrados…
-Mi libro trata, como casi toda mi obra, sobre lo impredecible de las circunstancias y cómo, pese a los giros radicales, los personajes de ficción, igual que los de la vida real, deben tener muy claro adónde se dirigen y tratar de no desviarse. Eso me interesa. Las fronteras son el extremo de algo, el fin y el comienzo de algo.
-Cuando cruzamos las fronteras, todo se acelera, da la impresión de que en ese tránsito se produce gran energía vital. ¿Qué busca usted ahí?
-Desde chico me gusta el «yo soy yo y mi circunstancias» de Ortega. Me pregunto en qué medida soy cada una de las dos cosas. Trato de mantenerme incluso en las circunstancias más adversas. Así ha sido mi vida y trato de contagiárselo a mis personajes. No sé si lo logro, pero quiero que los lectores se emocionen, se les acelere el pulso, que se enojen conmigo, tengan que parar, que me insulten, que se rían… Me gustaría que así fuera.
«Trato de mantenerme incluso en las circunstancias más adversas. Así ha sido mi vida y trato de contagiárselo a mis personajes»
- Traza desde la primera página la gran división entre los que tienen miedo y los que tienen rabia en el mundo actual, tal y como dice en su manifiesto el protagonista José Cuauhtémoc. ¿Su obra constata una división política?
-Más que política, mi literatura es social y económica. Hablo de los dos sectores de la desigualdad. Unos viven con el miedo de perder su comodidad, de ser secuestrados, robados, asesinados en un asalto, y otros viven sin miedo, con mucha rabia, porque han sido condenados a la miseria y a la falta de oportunidades. Es una reflexión oportuna. Vemos jovencitos de catorce años en el mundo del crimen sin miedo a que les pase nada. Con un coraje que a veces es de siglos.
-En el centro de todo, en la caldera de la novela (ya que hablamos de fuego), hay una historia de amor improbable, extraña.
-El amor es uno de los sentimientos más poderosos y subversivos. Si no fuera subversivo no sería tan controlado por la sociedad. Hay que controlarlo porque en cuanto se sale de los cauces digamos “normales” por así decir, se convierte en amor rebelde, contamina a los demás, provoca que no nos concentremos en el trabajo y en el orden. Provoca desorden. Y al mismo tiempo el amor es lo que nos permite crecer como especie y como seres humanos. Sin afectos el ser humano se muere.
«En México hay un racismo soterrado. Es un insulto decirle a alguien «eres un pinche indio»
-¿Es la historia de amor lo primero que pensó al sentarse a escribir?
-Sí. Cuando empiezo a escribir tengo una baja noción de la trama. No sé lo que va a pasar, no hago demasiados planes. De hecho creí que después de «El salvaje» escribiría una novelita de cien páginas y resulta que he escrito una más voluminosa. Para mí fue como adentrarme en un bosque e ir descubriendo cosas mientras escribía.
-La cárcel, muy presente en «Salvar el fuego», no deja de ser otra frontera. ¿Lo es sólo para la libertad o para más cosas?
-La cárcel es uno de los lugares más complejos que hay en el sistema social. He hablado con abogados y preguntan si la cárcel es la mejor forma de castigo para rehabilitar. Por fortuna no la he pisado como reo, pero debe ser una experiencia aterradora, saber que nunca más vas a salir a un espacio no confinado, durante largo tiempo. Es la frontera definitiva, salvo por lo que toca a la muerte. No controlas más el silencio, quién te mira, tu seguridad, tu alimentación. Estás en manos de otro. Es la frontera más cruel y más severa.
-Sin embargo, Marina, la protagonista, es un personaje de la élite cultural, y dice que se imaginaba peor la cárcel .
-Cuando recorre los intestinos de la prisión lo ve como espacio trágico. Al principio es cierto que va como turista y tiene esa impresión. Cuando lee los textos de los presos se da cuenta de que es dantesca.
-José Cuauhtémoc (JC) es un personaje fascinante porque es muy complejo: tiene origen medio apache, pero su padre le da cultura, idiomas y lectura. ¿Hasta convertirlo en un asesino implacable…?
-JC deriva de un padre obsesionado con la educación, con que sus hijos hablen varios idiomas, sepan quien es Kant, Rulfo, los hace eruditos y los obliga a correr y nadar para que sean imbatibles. Es un indígena y ha sufrido el oprobio, la dominación, su cultura ha sido aplastada por siglos. En México hay un racismo soterrado. Es un insulto decirle a alguien «eres un pinche indio». El indio es considerado negativo. Pero el rigor de su padre se convierte en tortura y termina por descarrilar psicológicamente a sus hijos.
«El discurso en México es: Cuauhtémoc es nuestro gran héroe pero tú eres un pinche indio. Es la contradicción que no ha sabido resolver mi país»
- ¿Qué pasa en México con lo español? JC se amolda a la paradoja mexicana del indio que se venga contra la conquista cuando en los últimos 200 años no se ha arreglado el racismo.
-Cuando los criollos querían la independencia tuvieron que crear un imaginario: «Vamos a abrazar el pasado indígena de México y negar lo español», por así decir. México es nombre Náhuatl. Los héroes de la nación son los líderes indígenas de Cuauhtémoc a Nezahualcóyotl, y borraron a Cortés. Así que el discurso es: Cuauhtémoc es nuestro gran héroe pero tú eres un pinche indio. Es la contradicción que no ha sabido resolver mi país: en el discurso político se abraza lo indígena, en el social de calle hay un denuesto. Eso estaba en leyes que obligaban a bajarse de la acera a un indio si se cruzaba con un blanco, pero de eso sólo hace treinta años, en Chiapas. Es algo que hasta define ideológicamente. Quien abraza un indígena hoy es de izquierdas. Es muy complejo, no terminamos de arreglarlo y espero que la novela levante las preguntas suficientes.
-No se estudia bien la época del imperio allí. ¿Verdad? Eso al menos me dijo Álvaro Enrigue en una entrevista.
-Yo la pasé a oscuras. Nunca se habló del imperio colonial. Se habla de la derrota azteca con profusión. Así es. Hubo virreyes pero no sabemos ni el orden en que estuvieron en el poder.
-La violencia del narco llega a su obra en esta novela. ¿Cómo lo ha abordado?
-El narco es algo muy complejo. México no es un país todo en llamas. Hay gente que va a México como si fuera a Irak en guerra. Aquí la gente hace vida normal, hay robos en Ciudad de México pero no la violencia desatada de algunas zonas, donde sí es imposible entrar. El narco está alimentado por el gran monstruo del norte, no solo por la plata de las drogas, sino por una venta absurda de armas, el 90% de las armas y el 100% de las municiones provienen de Estados Unidos. Y con el Tratado de Libre Comercio el campo quedó devastado y es un caldo de cultivo para el narco. Yo no he querido hablar del tema en mi carrera pero ya se hizo inevitable. Y en esta novela se fue filtrando. Es una realidad que conozco bien porque está muy presente en la zona donde voy de cacería. He visto el proceso allá, desde ser una zona muy pacífica a ser una zona extremadamente violenta.
«La caza me da el entendimiento de la naturaleza y también de la naturaleza humana. Si voy a cazar no solo observo sino que participo, al cazar lo que me voy a comer»
-He sabido que sólo caza con arco, por cierto.
-Sí. Sólo con arco, al menos para caza mayor. A veces uso arma de fuego si voy a cazar perdices o patos.
-¿Qué le aporta cazar?
-El entendimiento de la naturaleza y también de la naturaleza humana. Puedes observar cómo se manejan los animales y entonces entiendes la jerarquía, los espacios vitales, qué sucede cuando llega otra especie o grupo. Y también me permite sentir que pertenezco a esa naturaleza. Si voy a cazar no solo observo sino que participo, al cazar lo que me voy a comer. Solo cazo lo que como.
-Cualquier ecologista diría lo contrario, que la caza es lo antagónico a amor la naturaleza. En ese mundo vivimos. ¿Qué opina de todos estos grupos organizados que quieren cambiar la realidad empezando por imponer un discurso políticamente correcto o un lenguaje?
-Entiendo por qué algunos grupos han querido cambiar el lenguaje, pero creo que detrás de ellos se escuda gente que quiere imponer su propia moral. El moralismo siempre se esconde tras buenas causas. Lo que quieren es dominar al otro, controlarlo. Si controlo el lenguaje controlo al otro. Eso antes pasaba con el amor, con el sexo. Cuando el sexo se liberó los moralistas fueron a aprovechar otras áreas de control.
-El género, ahora está de moda el desdoblamiento de género en España, por lo que al lenguaje respecta.
-Y los animales, ¿es que tengo yo que ser animalista? Tú lo que eres es un fascista que quiere controlar a los otros, punto. Y que se niega al diálogo. Obviamente entiendo la lucha de la mujer, que lleva varios agravios seculares, pero los agravios no se resuelven empujando por el control de los demás. Es buscando espacios diversos como podemos empezar a arreglarlo. Estoy a favor de las mujeres, de que se cambie el sistema, pero no a través de lo políticamente correcto.
«¿Tengo que ser animalista? Tú lo que eres es un fascista que quiere controlar a los otros, punto. Y que se niega al diálogo»
-La novela tiene un lenguaje exigente y una diversidad asombrosa, cabalga entre el gringo y el español. ¿Define cada lenguaje, incluso el mestizaje lingüístico, una visión del mundo?
-El lenguaje es pura expresión por más que queramos controlarlo. Siempre es vivo y orgánico. Traté de representar el lenguaje fronterizo en que se usa mucho el spanglish , que me parece divertido y conozco muy bien. Y también incorporo el de Ciudad de México y expresiones de argot de otros países. He tratado por así decir de globalizar el «slang», el argot de la frontera.
-¿Considera el lenguaje algo así como una brújula para conocer el mundo?
-Es más bien cómo tomarle el pulso. A ver dónde palpita el mundo. Aquí combino una primera persona que tiene estudios, con riqueza, y una tercera persona lo más «slang» posible.
-Sus personajes demuestran que cuando uno da un salto, traspasa una frontera, ya no sales indemne, no quedas donde estás. ¿Cree que esos son los momentos a los que hay que llegar?
-Uno rara vez sale indemne de las decisiones que toma. Es lo interesante. Lo decía Joseph Campbell, el antropólogo, que el héroe siempre sale a un lugar sin vuelta atrás, o si regresa ya no es el mismo. Esos personajes me interesan mucho. No puedes perder la virginidad un poquito. En un pueblo del Estado de Tamaulipas vi un cartel que anunciaba «se arreglan virginidades», ¿te imaginas? (risas). Si matas, si eres infiel, ya rebasaste algo sin vuelta atrás. Si eres corrupto ya rebasaste una frontera. Me interesan personajes que son capaces de cruzar la frontera de algo.
«Los seres humanos somos una especie interesante y encaminada a su propia redención»
-Pero en ningún caso renuncia usted en esos personajes, por muy duros o trágicos que sean, a la redención.
-Yo creo que hay esperanza. Si no para qué escribo, para qué fui padre, para qué he sido maestro... Los seres humanos somos una especie interesante y encaminada a su propia redención. Los afectos es un área donde encuentras la esperanza. En estos momentos de coronavirus descubrimos quiénes somos. Valoramos qué nos llevó a compartir esos afectos. Un proverbio chino dice «no maldigas la oscuridad, enciende una vela». En estos momentos oscuros de la pandemia, la vela ha sido la cultura. Los vecinos italianos cantan todos desde sus ventanas la misma canción. Un músico da un concierto, un cantante de ópera les canta un aria... ¡Que los libros ayuden a quienes están en cuarentena a encontrarse a sí mismos! Nada me gustaría más que alguien leyera «Salvar el fuego» en estos momentos de reclusión y encontrase ahí algo suyo, algo que estaba perdido.