Antonio Manzini: «No es casualidad que en Italia naciesen la mafia y el fascismo»

El autor italiano, coronado como el sucesor de Andrea Camilleri, retoma las desventuras del subjefe Rocco Schiavone en «Polvo y sombra»

Antonio Manzini, fotografiado en un hotel de Barcelona INÉS BAUCELLS

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Se fue Andrea Camilleri y, además de dejar huérfano a Salvo Montalbano, el autor de «El perro de terracota» franqueó aún más el paso al malcarado y esquivo Rocco Schiavone, subjefe de policía en la Brigada Móvil de Aosta con el que Antonio Manzini (Roma, 1964) se ha convertido en la gran mente criminal de la novela negra italiana. Una fructífera alianza con exitosa derivada televisiva que llega a su sexta entrega con «Polvo y sombra» (Salamandra Black), título con el que Manzini aprovecha el asesinato de una transexual para seguir explorando los vicios y virtudes («sobre todo vicios», bromea) de sus compatriotas. Y todo mientras Schiavone, exiliado en el ignoto e incomprensible Valle de Aosta, fuma porros por un ventanuco de la comisaría, maldice todo lo humanamente maldecible y, en fin, se reivindica como pariente canalla de Montalbano. «No tienen nada que ver», confirma Manzini horas antes de participar en BCNegra.

Sexta entrega de la serie Schiavone y, entre crímenes y traiciones, vemos cómo el subjefe empieza a cambiar. ¿Se está ablandando?

Está envejeciendo, más que nada. Aunque parezca que se está suavizando, es el mismo de siempre; sigue siendo una bestia. Está a punto de enamorarse pero recibe la enésima patada, así que está destinado a ser un superviviente.

¿Es Schiavone el gran antihéroe italiano de estos tiempo?

Es una persona con contradicciones y con un lado oscuro que, a diferencia de lo que hace la mayoría de gente, exhibe sin tapujos. Si cada uno de nosotros tuviera el coraje de enseñar la parte más oscura de nuestra alma, probablemente el mundo sería más sincero, pero también bastante más insoportable.

Ese lado oscuro, al final, no deja de ser una coraza.

A Schiavone le repugna la humanidad, y por eso la evita todo lo que puede. Quitando a sus dos amigos romanos y al adolescente con el que hace buenas migas en «Polvo y sombra», detesta a todo el mundo. Al final, claro, es autodefensa. Va por la vida con un cartel de «¡No Entrar!».

A pesar de toda investigación policial y de ese nuevo caso que en «Polvo y sombra» arranca con el hallazgo del cadáver de una transexual en el río, da la sensación de que la parte criminal, el noir, es lo que menos le interesa.

Es la excusa para escribir de Rocco y de los vicios y virtudes de mi país. Sobre todo vicios. Al final, yo concibo esta serie como capítulos de una misma novela sobre la vida del subjefe Schiavone.

¿Por qué entonces novela negra?

Siempre he pensado que la literatura es una búsqueda de la verdad, ya sea existencial o histórica. Y el personaje que literariamente mejor funciona en esa búsqueda es el detective. Es como si fuera una metáfora, ya que mientras busca a un asesino lo que busca en realidad es algo en su vida personal. Además, en este tipo de novelas el crimen te catapulta a una realidad que no conoces.

Volviendo a los vicios y virtudes de su país, ¿qué Italia cree que reflejan sus novelas?

Italia es un país controlado desde siempre por un pequeño grupo de personas y de poderes. Y aunque esto ocurre en muchos otros países, nosotros tenemos ciertas peculiaridades. Por ejemplo, están las tres mafias más grandes del mundo. Y el Vaticano. Además, los servicios secretos han tenido un poder monstruoso desde 1948. Y todo esto son poderes ocultos indelebles. Así que me resulta muy divertido que un policía corrupto, ladrón y drogadicto sea la única persona capaz de hacer justicia en este país. No es casualidad que en Italia hayan nacido la mafia y el fascismo. El problema de fondo es que nunca hemos tenido una identidad nacional fuerte. El italiano ve al Estado como a un ocupante, como al enemigo, por lo que para sobrevivir hay que buscar la trampa. Es triste decirlo, pero el último momento patriótico que tuvo Italia fue durante el fascismo.

¿Qué tal se lleva eso de ser el heredero de Camilleri ungido por el propio Camilleri?

En realidad, éramos tan amigos que casi nunca hablábamos de libros. Fue mi maestro en el teatro. Nos tomábamos el pelo y reíamos mucho. Teníamos un juego en el que yo le decía un verso y él recitaba la poesía completa de memoria. Creo que sólo falló en dos ocasiones. Era un monstruo. Tenía la memoria más increíble que he visto jamás. Y también la cultura.

¿Cómo ha cambiado Rocco con la adaptación televisiva que ha hecho la RAI?

Al final es una reducción televisiva, con todo lo que eso comporta, pero estoy bastante contento con el resultado. Eso sí, que fume porros ha sido un poco problemático, porque dos políticos de la derecha quisieron hacer una pregunta parlamentaria al respecto. Pero la RAI dijo que, si estaba escrito en el libro, se quedaba. Lo divertido, sin embargo, es que les preocupaban los porros, no que robase. Esto es Italia.

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