Anne Carson, la poeta que hace de la realidad un mito

En un país de intensos realismos, hay que felicitar al jurado del Premio Princesa de Asturias por esta muestra de valentía e inteligencia al concederle el galardón de las Letras en este 2020 a esta enorme poeta

Anne Carson, flamante premio Princesa de Asturias de las Letras ABC
Diego Doncel

Esta funcionalidad es sólo para registrados

En un país de intensos realismos, hay que felicitar al jurado del Premio Princesa de Asturias por esta muestra de valentía e inteligencia al concedérselo en este 2020 a esa enorme poeta que es Anne Carson . Una poeta en la que la onda expansiva de sus versos empieza a llegar ya de una forma muy profunda a la poesía en español de América y de España. Una voz poética de mujer capaz de seducir ya a lectores de todo el mundo.

Humilde, un poco esquiva, a Carson le gusta reducir su biografía a dos datos: nació en Canadá en 1950 y enseña griego antiguo en la universidad de Michigan. Le parece que añadir más sobre ella es poco respetable. A pesar de que sus traducciones, sus ensayos y sus relatos se consideren pura delicia por todos aquellos que se acercan a sus libros y literalmente se sienten interpelados por su belleza y su profundidad. Nada importa. Anne Carson es la última persona interesada en hacer un mito de Anne Carson. Cuando habla sobre ella, le gusta situar todo en el terreno de la trivialidad, de la cotidianidad, nada de las trascendencias de otros escritores. Dice que escribe en los tres escritorios que tiene repartidos por su casa, llevando a cabo por tanto distintos proyectos, que su poesía siempre tiene un fundamento real, que se asoma a la realidad para rescatar las historias que verdaderamente son memorables.

Ella ha aprendido en la literatura clásica , en los maestros antiguos, a copiar, a recrear la experiencia. Sabe, como ellos, que su escritura debe mantener el equilibrio entre la complejidad y la amabilidad, es decir, entre el saber y la transparencia. Experta en mitología , ha sabido poner a los mitos el traje de calle del hombre contemporáneo, ha sabido decir que esos mitos encierran nuestros paradigmas, que siguen siendo coincidentes con este mundo nuestro de neón. Aprendemos de Eros el vocabulario del deseo, de Gerión o de Hércules que el amor es carecer, desear y anhelar. Por eso, su visión del mundo clásico es una interrogación permanente, un ajuste horario entre los sentimientos y pensamientos que los provocaron y nuestras biografías sentimentales en las encrucijadas del mundo moderno. Como Milosz , como Herbert , como Brodsky , como Seferis lo clásico en Carson es una forma de vitalidad, una manera de ver el mundo desde cierto anhelo de restitución. No es extraño por eso que incluso en series americanas de gran audiencia, la gente se pregunte: ¿no has leído todavía los poemas de Anne Carson? Y se hable de que esos poemas tienen en sí una forma de alabar nuestros corazones, las cosas del mundo, que nos cambian cuando los leemos, que son un aprendizaje del vivir.

Carson habla del presente apelando a lo que permanece del mundo clásico. Su poesía es narrativa porque escribir para ella es rescatar lo que se derrama en nosotros a través del tiempo. Es una búsqueda por hacerse entender, por clarificar nuestra experiencia.

Empezó a escribir tarde, a los 42 años. Sencillamente porque hasta entonces no había encontrado qué decir ni cómo decirlo. Los discursos poéticos le parecía que eran demasiado pontificiales. Ella rompió entonces las fronteras entre los géneros, no le importó caminar en esas fronteras donde la poesía, la novela o el ensayo llegaban a un grado infinito de indeterminación. En « Autobiografía de Rojo » construye un largo poema que es un intenso relato, un profundo ensayo, donde Gerión se convierte en un muchacho adolescente de hoy con una historia de deseo que vivir.

Carson echa mano siempre de la ironía porque la ironía era una forma de crear algo nuevo, de ver solo con la transcendencia adecuada lo que pasaba en la calle y en el corazón de la gente. Sus poemas, su literatura, tienen tanto de conocimiento, de indagación y de crítica. En ellos mezcla el lenguaje elevado y el coloquial, la reflexión y la sensación más cotidiana. Pero sobre todo son sobrios y retratan la enorme precariedad en la que se vive y en la que viven sus personajes. Siempre parten de una ambigüedad moral porque retratan esa fragilidad que Carson ve en el ser humano, esa mezcla de lo bello y lo monstruoso.

Fundamentalmente autobiográfica, para ella la autobiografía es una forma de cultura y una forma de fluir en el tiempo. Tal vez el paso del tiempo, el amor, el deseo, los viajes, la muerte hagan de su literatura una épica de lo humano, tan histórica como intimista, tan humorística como sentimental. En « La belleza del marido » (Lumen) nos sumerge en las grietas de un matrimonio que se desmorona bajo una de las constantes de su obra resumida en esa idea de Keats : «belleza es verdad». En « Decreación », siguiendo a Simone Weil , el borrado de uno mismo es una forma de profundizar en el yo.

La grandeza de Carson es que ha sabido ver que el mundo contemporáneo es una mezcla de discursos, una yuxtaposición de fragmentos, incluso una hibridación de culturas. Ella es una habitante del collage , alguien que va tomando voces prestadas de pintores, de cineastas, de poetas o de filósofos para encontrar su voz. Puede coger a Safo , a Catulo , a Barthes , a Freud o a Sartre , hacer dialogar a Virginia Woolf y a Tucídides en un programa televisivo discutiendo sobre la guerra del Peloponeso. Puede hablar incluso de cómo traducir el griego antiguo en un libro sobre el deseo.

Todo, en ella, dialoga con todo. Todo en ella es un presente demasiado rico para ser esquematizado en un mensaje digital, en la estela informativa de un noticiario. Con Carson la idea de cultura se enriquece y la idea de literatura se abre a un camino de fusión de estilos, de formas y de referencias.

Pero sobre todo es una escritora que busca en la belleza una forma de moral, que busca en el anhelo de felicidad una forma de estar en el mundo, que perturba e inquieta en sus atrevimientos, en sus osadías formales.

Ella se define a sí misma como gruñona, ajena a los tópicos y a la tópica forma de ver. Tal vez sus brillantes artefactos literarios quieran escapar del lenguaje estandarizado de esta época, tal vez encierren una senda por la que la literatura debe transitar en este siglo XXI. Ese es el mito que se ha premiado en España.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación