Orhan Pamuk: «A mi edad sólo lamento no haber sido más radical con la literatura»

El Nobel turco recibe a ABC en su casa de Estambul con motivo de la publicación en España de su nueva novela, «Una sensación extraña»

Orhan Pamuk: «A mi edad sólo lamento no haber sido más radical con la literatura» REUTERS

INÉS MARTÍN RODRIGO

Durante su infancia, a Orhan Pamuk (Estambul, 1952) sus amigos le decían que tenía «una mente extraña». Con el paso de los años, ya convertido en escritor tras dejar la carrera de arquitectura y abandonar el sueño de ser pintor, el autor se topó con unos versos de William Wordsworth (1770-1850): «Una sensación extraña, la de no pertenecer a ese lugar ni a ese tiempo». Pamuk decidió, entonces, que algún día usaría esas líneas del poeta inglés como título para una novela. Una decisión que materializó hace seis años, cuando comenzó a escribir «Una sensación extraña» (Literatura Random House), libro que esta semana ha llegado a las librerías españolas.

Estambul es, una vez más, protagonista del relato. Pero, esta vez, el Nobel ha ido un paso más allá y ha trazado, como si recuperara el pincel al que en su día renunció, un fresco, intimista y muy ambicioso, del último medio siglo en la capital turca. Satisfecho y orgulloso, con la sonrisa en el rostro del niño pícaro que hay en él, y que es en realidad quien escribe sus novelas, Orhan Pamuk recibe a ABC en su casa de Estambul , en el privilegiado barrio de Nişantaşı .

Su apartamento, en un edificio que perteneció a su familia, tiene unas increíbles vistas sobre el Bósforo , en cuyo horizonte Pamuk encuentra inspiración y consuelo. «Sólo escribo para la persona que cree que estoy escribiendo sólo para ella», reza el pósit, escrito a mano, que corona el corcho junto a su escritorio. Sobre la mesa, libros, apuntes, bolígrafos, dos cámaras (una de ellas una Leica digital) y hasta un palo de selfie (el autor no paró de hacer fotografías con su móvil durante la mañana que compartimos con él). Es el universo Pamuk en estado puro.

- Es una novela muy ambiciosa, en la que a medida que va creciendo Mevlut, el protagonista, también lo va haciendo el lector, y con ellos Estambul. ¿Cómo concibió toda la historia?

- Tardé en escribirla porque es una novela de dimensiones épicas, en la que todos los detalles no pueden verse desde el principio, sino como un fresco: empiezas por una parte y sigues avanzando, cambias unas cosas, quitas otras... Por otra parte, no es una novela picaresca, sino que hay una historia central alrededor de la cual se va articulando el resto del relato. De hecho, empezó como una novela corta.

- ¿En serio?

- Sí. Bueno, incluso el «Ulises» de James Joyce empezó como una novela corta.

- Sí, es cierto.

- Empecé escribiendo una novela corta y terminé escribiendo 600 páginas... Y no sé por qué, son mis personajes. A veces, cuando voy por la calle en Estambul, las señoras mayores me paran, porque me reconocen, y me preguntan si estoy escribiendo. Les digo que sí y ellas me dicen: «Será una novela larga, ¿verdad?». A mis lectores les gusta que escriba novelas largas, pero acabo de terminar una, que saldrá dentro de tres meses en Turquía, y esta vez sí es corta, de 200 páginas.

- Bueno, corta.... es el estándar para cualquier escritor, si me apura.

- Corta para mí, sí [reímos ambos].

- Mevlut sabe que Rayiha es el amor de su vida.

- Sí, y tiene buen sexo con ella.

- Eso es importante.

- Sí, sobre todo al principio [volvemos a reír].

- Pero aprende a aceptar las imperfecciones de su vida e, incluso, llega a ser feliz con ellas. Esa es una lección de vida asombrosa.

- De hecho, en ese sentido es único. No sé si es una lección de vida o no, pero yo sería mucho más feliz si fuera una persona tan optimista y fácil de llevar como Mevlut. Él tiene una sabiduría que yo no tengo y eso nos lleva a lo que plantea Borges: «¿Puede un escritor escribir personajes más éticos que el mismo»?

- ¿Y usted qué cree?

- El límite de la moral radical es nuestra imaginación. En ese sentido, puedes crear personajes más sofisticados, pero es algo instintivo. La moralidad de Mevlut es mayor que la mía, pero es un personaje creado de forma instintiva, natural. El moralismo de Mevlut no es oportunismo, es instinto de supervivencia en el caótico mundo que nos rodea, económica y culturalmente, y no se olvide de que es un vendedor callejero, por lo que tiene que ser receptivo a todo lo que pasa a su alrededor y saber adaptarse.

- ¿Y qué tiene Mevlut de Orhan Pamuk?

- Comparto, sobre todo, el caminar por las noches por las calles de Estambul. Desde que tenía 22 años hasta que cumplí 40, hasta que nació mi hija, solía escribir hasta las cuatro de la mañana y volvía caminando a casa desde mi oficina. También salían perros a mi encuentro.

- De hecho, uno le mordió.

- Sí, pero no fue algo traumático, salió en los periódicos y yo ya era un adulto, así que no fue algo traumático [ríe escandalosamente].

- La novela refleja, de un modo muy intimista, cómo ha ido cambiando la realidad de Estambul a lo largo de los últimos 50 años. ¿Cómo ha vivido usted esa transformación?

- He intentado ser un poco original y no hablar sólo de los cambios físicos de Estambul, sino que es una crónica que habla de los pequeños detalles: los coches, la gente caminando por las calles, las cocinas... Tengo esa inclinación a incluir pequeños detalles en la historia para explicar cómo cambia la ciudad; también me gusta mucho hablar de qué come la gente, que es algo que habitualmente no vemos en la novelas; por ejemplo, suponemos que en las novelas de Dostoievski la gente come, pero no se habla de ello.

- Al final de la novela Mevlut empieza a temer a la muerte y a la vejez.

- Como yo.

- Y, por primera vez, le asalta el temor de haber desperdiciado su vida. A sus 63 años, ¿qué piensa usted al echar la vista atrás?

- Es una buena pregunta, muy dura de confesar. Lamento no haber sido lo suficientemente radical con la literatura. Siento el tiempo, la energía y la pena que he gastado en cuestiones políticas, pero era inevitable. Estas son las dos cosas que más lamento a medida que la vida se va acortando. Realmente me gusta escribir novelas, aún quiero escribir nueve o diez más, pero... ¿qué hay del resto de cosas que hacen que la vida merezca la pena? Afortunadamente, tengo a mi pareja, que me lo recuerda y me lo pide también, me reclama; entonces, yo le digo que necesito un poco más de tiempo... Eres como un nadador, toda tu vida. Si tienes diez minutos libres y te preguntan qué quieres hacer, dirás que seguir nadando [Pamuk tiene unas gafas de bucear sobre su escritorio]. Para mí, esto no es trabajo, es algo que hago alegremente. Los días que no soy capaz de escribir bien o veo que la calidad de mi escritura ha bajado, soy infeliz. Estoy programado de ese modo y no me lo cuestiono, simplemente lo acepto y me gusta.

- Cuando Mevlut se plantea si ha aprovechado su vida, no sabe qué decirle a la ciudad. ¿Usted qué le diría hoy a Estambul?

- Bueno, yo estoy mucho más preparado que Neblut [ríe] y he escrito todas estas novelas para poder decirle lo que siento. Muchos de mis amigos, y también quienes me critican, me acusan de ser un privilegiado, de venir de clase media-alta y no necesitar dinero, por lo que me he podido permitir el lujo de escribir novelas sin preocuparme de cuestiones económicas... ¡y es cierto!

- ¿Se siente un privilegiado?

- Por supuesto. Muchos de mis amigos han tenido graves problemas por cuestiones políticas e, incluso, han llegado a estar en la cárcel, tienen que ganarse la vida y siempre se quejan de que ¡no tienen tanto tiempo para escribir como Pamuk! [imita su voz con retintín].

- Lo digo porque lleva décadas siendo la cara de la literatura turca moderna, especialmente desde que recibió el Nobel. ¿Se ha sentido expuesto?

- Es algo que me preocupa, porque realmente yo no tengo un espíritu diplomático, y esa es, quizás, la peor consecuencia de haber ganado el Nobel; me piden que represente a Turquía, pero quieren que lo haga de manera más radical y me atacan cada vez que hago cualquier comentario. En realidad, hay gente mucho más valiente que yo que dice muchas más cosas, pero que no tiene tanta trascendencia y eso me parece… ¡injusto! [grita y ríe]. La representación diplomática que a veces se me exige mata al niño que hay en mí, que es el que escribe las novelas.

- Es que… usted es un novelista, por más que haya gente que se empeñe en reducirlo a un mero oponente político de Erdogan.

- Sí y le agradezco que me haga esta pregunta tan oportuna. No puedo estar más de acuerdo con usted. Está claro que me opongo a Erdogan pero, ¿quiero pasarme la vida diciendo «¡no, no, no, no!»? Yo sólo quiero escribir novelas y parece que la gente sólo está pendiente, especialmente quienes no leen mis libros, de que ataque a Erdogan y me preocupe de temas políticos… Cuando a mí lo que me preocupa realmente, lo que ocupa mi mente, es la vida amorosa de Mevlut.

- Que es mucho más interesante que Erdogan, por cierto.

- Mucho más [ríe].

- ¿Por qué, al final, la política termina siempre impregnándolo todo?

- Porque es inevitable. Hasta que no cumplí 40 años no era tan conocido fuera, no tenía fama internacional. La generación de escritores a la que pertenezco era bastante burguesa y se preocupaba de otros temas. Pero ahora es inevitable que todo el mundo me preocupe por mi posición política y en Turquía siempre surgen problemas. No puedes respetarte a ti mismo si te mantienes al margen de los problemas de tu país.

- Me gustaría preguntarle por la actual situación que vive Europa, con la crisis de refugiados.

- Lo que está pasando con los refugiados es algo inmenso, es un punto crítico de la historia de Europa. Me alegró que Alemania aceptara acoger a 800.000 inmigrantes al año, pero después de diez días cambiaron de opinión y espero que esa situación cambie. Al principio, me enfadó mucho saber que Turquía había acogido a dos millones de sirios -ahora mismo, cerca de aquí, en la plaza Taksim, ves a muchos sirios que están pidiendo en la calle, en los semáforos-, mientras que Europa se estaba pensando si acoger a 2.000 o 2.500. Pero después de la crisis de Hungría y, sobre todo, después de aquella terrible imagen del niño muerto en la playa, la situación ha cambiado un poco. Espero que no vuelva a pasar lo que pasó en Alemania hace 40 años, cuando se acogía a los turcos, pero como ciudadanos de segunda a los que se enviaba a su país cuando se les acababa el contrato, sin haberles concedido la ciudadanía. Espero que eso no se vuelva a repetir.

- ¿Por qué parece tan difícil construir ese puente entre Occidente y Oriente?

- No es difícil, pero el problema es que la identidad de Turquía es esencialmente musulmana, es un país asiático que está al borde de Europa y aspira a ser europeo, porque las élites turcas aspiran a modernizarse y quieren conseguir mayor libertad de expresión. Pero, al mismo tiempo, hay una larga tradición que se resiste a la modernidad; las élites seculares eran, hasta hace bien poco, antieuropeístas. Esas son las razones por las que resulta difícil construir ese puente, por las que el nacionalismo retórico es un buen modo de lograr votos, tanto como el islamismo político. Precisamente, creo que en las últimas elecciones Erdogan ha perdido votos porque no ha tenido una retórica nacionalista convincente al pactar con los kurdos.

- Es una postura un poco esquizofrénica. Usted ha dicho en alguna ocasión que la esquizofrenia te hace inteligente.

- Hay mucho intelectuales, en Turquía, pero también a nivel internacional, que quieren ser modernos pero mantener sus tradiciones. Siempre se habla de esta esquizofrenia con connotaciones negativas, pero yo creo que, en cierto modo, no tiene por qué ser negativo; puedes tener dos ideas confrontadas, dos espíritus. De hecho, Scott Fitzgerald decía que si tienes dos ideas contradictorias en las que crees podrás escribir una gran novela.

- Es la definición perfecta del arte de la novela.

- Sí, porque las novelas no son concluyentes, sino contradictorias, y debes mantenerte expectante para ver hacia dónde te lleva esa contradicción.

- En el arranque de «La vida nueva» escribe: «Leí un libro y mi vida entera cambió». ¿A usted le ha pasado eso con alguna obra, con algún autor?

- El libro que más me ha marcado como novelista es «Ana Karenina». A los 20 años leí los aforismos de Schopenhauer y llegué a él a través de Tolstoi y de Nietzsche. Así que, probablemente, Tolstoi, Schopenhauer y, finalmente, Rousseau, que aparece en el epígrafe de esta novela.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación