Muriel Barbery: «La imagen interminable de la ficción permite entender el mundo»

La autora de «La elegancia del erizo» regresa diez años después con «La vida de los elfos», una fábula sobre el poder de la imaginación

Muriel Barbery: «La imagen interminable de la ficción permite entender el mundo» CATHERINE HÉLIE

INÉS MARTÍN RODRIGO

Muriel Barbery (Casablanca, 1969) se topó con Clara, uno de los personajes de «La vida de los elfos» (Seix Barral), su nueva novela, viendo un episodio de «Mildred Pierce» , la serie de la HBO protagonizada por Kate Winslet (Reading, 1975). Es la magia de la ficción, que hace que la inspiración surja cuando menos te lo esperas. Japón, Ámsterdam y el autor francés Jean Giono hicieron el resto. ¿El resultado? Una hermosa fábula en la que la autora de «La elegancia del erizo» reflexiona sobre el poder de la imaginación y recupera la inocencia, sin renunciar a la madurez narrativa.

- Regresa casi diez años después de «La elegancia del erizo». ¿Qué ha cambiado desde entonces?

- Han cambiado muchas cosas, porque «La elegancia del erizo» la escribí de forma diletante, sin tener realmente idea de lo que iba a dar de sí. Y, desde luego, lo que no esperaba era que tuviera ese éxito [seis millones de ejemplares vendidos en todo el mundo]. Lo que ocurrió después de ese libro es que tuve que reflexionar sobre lo que había pasado y tuve la impresión de perder una cierta inocencia, que es muy valiosa cuando se escribe y que necesito para volver a partir de cero y sorprenderme. Ahora soy capaz del encantamiento sin inocencia y es un cambio fundamental. Esta novela me ha ofrecido la posibilidad de explorar territorios nuevos con una madurez diferente.

- Es cierto que es una novela muy diferente. ¿De dónde surgió la historia?

No hay un origen, hay cruces múltiples. Es como si diferentes hilos sueltos, que aparecieron a lo largo de años, terminasen por tejerse. Cuando estuve viviendo en Kioto pensé que tenía que escribir una novela sobre Japón; lo intenté y fue un fracaso, así que seguí viviendo, viajando, explorando, con un ansia de poesía enorme.

- Ahora que ha mencionado Japón, ¿cómo fue esa experiencia?

- Tan extraordinaria, profunda e incomprensible… Porque no entiendo la cultura japonesa, no hablo su lengua y, por lo tanto no puedo escribir directamente de ello, pero durante dos años tuve la impresión de estar junto a una apoteosis de belleza, realmente algo inigualable. Eso ha modificado mi relación con la naturaleza porque, como buena occidental, tengo tendencia a considerar a la naturaleza como una diversión, como una nevera, y la condición asiática de la naturaleza me ha hecho cambiar.

- «La vida de los elfos» es un libro muy poético en el que la naturaleza es casi un personaje más, pero me gustaría preguntarle por María y Clara. Son dos personajes muy hermosos.

- Me sorprendió mucho que fueran dos niñas tan diferentes a las que aparecían en los libros anteriores. Creo que está ligado al hecho de que, teniendo la impresión de perder la inocencia cada vez más, sentía la necesidad de entroncar de nuevo con dos personajes infantiles que fuesen portadores de mis constataciones de adulto y me permitiesen reconectarme a esa inocencia perdida. La primera que nació fue Clara.

- Es curioso, porque sus libros han permitido recuperar la inocencia a muchos lectores.

- Me llega lo que dice, porque es la escritura la que me ha permitido volver a conectar con eso. En las novelas anteriores no había un trabajo muy profundo, muy recurrente de la lengua. Aquí, sin embargo, lo escribí en tercera persona, lo que es más exigente.

- Más difícil, sí.

- Mucho más, para mí desde luego. Y me obsesionaba la idea de alcanzar una cierta música; por lo tanto corté, pulí y al final me di cuenta de que la música que más o menos había encontrado era la de la infancia.

- ¿Qué sería de nosotros sin el poder de la imaginación, sin la ficción?

- Es exactamente la gran cuestión de la novela. Desde siempre me ha chocado el poder de la ficción, curativo e incluso destructor. Tenía ganas de explorarlo. Cómo esa imagen interminable de la ficción permite entender el mundo.

- Para mí la lectura es reparadora, pero cuando veo lo que está sucediendo con los refugiados en Europa... tengo una sensación contradictoria.

- Es el destino de los seres humanos. La historia humana está atravesada por esas dos líneas, constantes: el deseo del arte, presente desde las cuevas prehistóricas, y la increíble violencia de la especie, sus pulsiones destructivas. No sé si hay solución… Veremos quién gana la guerra.

- ¿Es posible el equilibrio entre el ser humano y la naturaleza?

- Buena parte de las monstruosidades de la historia se explican por la incapacidad de ver hasta qué punto el movimiento de la naturaleza y el del espíritu humano son solidarios.

- El eclecticismo que demuestra a la hora de citar a sus autores de referencia, de Tolkien a Sylvie Germain, también está presente en su obra.

- Ojalá fuese así, porque lo fantástico de la literatura es su diversidad. Siempre me cuesta entender la normativa en la escritura literaria. Hay tal profusión de universos singulares y de reinvenciones singulares del mundo que son fuentes de inspiración constantes.

- ¿Y qué piensa de quienes dicen que la novela ha muerto?

- Bueno, a la novela la han matado 250 veces a lo largo de la historia; no es la primera, ni será la última. Es curiosos que se piense en que se puede cambiar la naturaleza humana, ese apetito de los seres humanos por la ficción, por la pintura…

- Por el arte, en definitiva.

- La expresión artística de las emociones vividas no puede morir más que con la especie. Es verdad que se renueva, que hay nuevas formas, pero no me inquieta mucho.

- A mí tampoco.

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