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«Cádiz es esa tierra a la que, como Ulises a Ítaca, siempre regreso»

El joven sevillano Alejandro Lapetra presenta su obra «La noche de Cronos», en la que dedica un relato a la historia de la arqueología gaditana

cristina marzán
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A sus 28 años, el joven periodista y escritor ya ha publicado su primera obra, ‘La noche de Cronos’, en la que uno de los relatos indaga en varias leyendas sobre la arqueología de la capital gaditana. Su unión a Cádiz le viene desde la infancia y se considera enamorado de esta tierra, de su historia y de sus gentes...

–Hablar de las condicionales y la precariedad del periodismo español, ya es hablar por hablar... ¿En qué momento se plantea estudiar Periodismo?

–Lo mío siempre fueron las historias. Deseaba adquirir las herramientas más apropiadas para cincelarlas y darles forma, y creo que de un modo casi inconsciente se las demandé al periodismo. Poco importa que una historia sea real o ficticia si está mal contada, pues nadie se detendrá a leerla. El lenguaje del buen periodismo es concreto y conciso, no abunda en digresiones ni se detiene en aspectos irrelevantes. Esto no es aplicable a la literatura en todos los casos, pero sí en el del cuento o relato breve, que es el que con mayor frecuencia cultivo. Salta a la vista por tanto que los estudios de periodismo han dejado una huella esencial en mi concepción de lo literario, por la que estaré eternamente agradecido.

–¿De dónde le vino la inspiración para especializarse en Escritura Creativa?

–La inspiración me llegó probablemente de la ilusión por hacer vibrar las pasiones de la gente del mismo modo en que grandes narradores han hecho y siguen haciendo vibrar las mías. No olvidemos que el lector es al fin y al cabo el verdadero protagonista de todo libro. Y puesto que la situación es precaria para todo el que tiene la narración de historias por profesión, sea escritor o periodista, mejor especializarme en aquello que es mi vocación y donde puedo dar lo máximo de mí. No negaré que también me tienta el clásico anhelo de dar a luz algo que permanezca, que perdure. En el periodismo casi todo es efímero, y sus límites los marcan la actualidad y aquello que entendemos por realidad. La ficción, en cambio, como el reino de Fantasia de La Historia Interminable, carece de fronteras.

–¿Cree todavía en la literatura pese al impacto que ha tenido internet?

–Mantener viva la creencia en la literatura y necesitarla en nuestras vidas son algunas de las buenas costumbres que no deberíamos perder. Yo, por mi parte, las ejercito a diario. Temo sin embargo que estemos permitiendo al inquietante mundo digital acaparar demasiadas parcelas. Todo ha de estar, pero en su justa medida. Veo con lástima, plantados aquí y allá, a grupos de amigos e incluso a parejas que prefieren intercambiar trivialidades por Whatsapp con alguien remoto que hablar con quien tienen delante. Y yo me pregunto, si hasta las relaciones cara a cara van pasando a un segundo plano, ¿dónde estarán quedando los libros?

–Su primera obra, La noche de Cronos, alberga una selección de géneros literarios. ¿Ha decidido inventar una nueva forma de literatura más atractiva para los tiempos que acontecen?

–Esa es la intención que me mueve, desde luego, aunque tal vez sea demasiado ambiciosa. No obstante, hay que atreverse. Después de pensar mucho buscando eso que llaman una idea original, se me ocurrió que quizá nunca se había compuesto un libro de relatos que diese cabida entre sus páginas a una gran variedad de géneros literarios, acompañados estos de ilustraciones también diversas, como fotografías y dibujos. Un libro de esas características, bien ejecutado, podría ser muy del agrado del lector moderno, ávido de estímulos visuales, de variaciones constantes y enemigo de la monotonía. Así, después de un año de duro trabajo, nació La noche de Cronos, que gira en torno al tema del Tiempo, el cual traza una suerte de hilo conductor que sirve para enlazar todos los relatos del libro.

–Uno de ellos hace una llamada a Cádiz bajo el título «Noche de Cronos en Gades»... ¿Qué le une a esta tierra?

–No sabría por dónde empezar, la verdad. Aunque nací en Sevilla, Cádiz es la ciudad de todos los veranos de mi infancia, la de mis mejores fantasías, la de los largos paseos con mi abuelo, que tanto echo de menos. Cádiz es para mí esa tierra a la que, como Ulises a Ítaca, siempre estoy de alguna manera regresando, seducido por sus calles, por su gente, por sus costumbres, por su historia. Y por la nostalgia. Siempre por la nostalgia. Estoy, lo confieso, irremediablemente enamorado de Cádiz.

–¿De qué trata el relato?

–«Noche de Cronos en Gades» cuenta la historia de un viejo y pobre pescador, llamado Jacobo, que malvive con su perro Poseidón en una choza construida por él mismo frente al mar, en un lugar recóndito del casco antiguo. Este viejo fue en otro tiempo un aventurero, apasionado por la arqueología submarina, que cruzó el océano junto a su esposa a bordo de un barco bautizado por ambos como Bucentauro, en honor al que yace hundido en Cádiz frente a los arrecifes del castillo de San Sebastián. Allí fue donde se conocieron. Y regresando, después de pasar toda una vida en el mar, naufragaron. Ella desapareció y él fue arrastrado a la orilla por la marea. Doce años después, él la sigue esperando. Una noche, el viejo se emborracha con un licor de la época de sus viajes y sufre una especie de delirio que lo lleva a recorrer Cádiz de una manera singular: hacia atrás en el tiempo. Mi intención no era otra que la de componer una leyenda perdurable sobre la historia antigua de la ciudad: sobre Gadir, sobre Gades, sobre Cádiz.

–¿Qué curiosidades sobre Cádiz ha descubierto durante su investigación?

–En realidad, casi todas las curiosidades arqueológicas que he investigado afectan al llamado islote o punta de San Sebastián, que constituye un verdadero enigma. Y es que, según la tradición clásica, donde desde el siglo XVIII se asienta el castillo se erigió quizá en tiempos más remotos el faro romano de Gades; y antes aún, en época fenicia, el llamado templo de Cronos. La historia del faro romano es muy sugestiva, si bien no muchos la conocen. Fue levantado en torno al siglo II de nuestra era y las fuentes árabes lo describen como un monumento colosal, con estructura de pirámide escalonada y una altura de más de 90 metros. Parece ser que su cumbre la remataba una gran estatua de bronce bañada en oro, con un brazo extendido y portadora de unas llaves y un bastón. Cuenta la leyenda que la torre fue derribada a mediados del siglo XII para robar el oro de la estatua, y que quienes cometieron el crimen quedaron malditos. No menos fascinante es la historia del templo fenicio de Cronos, del que tampoco se conserva vestigio alguno salvo por escrito. En la época de su construcción, sobre el siglo VII a. C., el casco urbano de Gadir estaba atravesado por un canal marino que lo dividía en dos islas: la mayor, Cotinusa; y la menor, Eriteia o Afrodisias. El templo de Cronos se situaba al parecer en la Punta del Sur, y el canal, que entraba justo por la actual Caleta, lo separaba de un segundo santuario situado en la Punta del Nao: el templo de la diosa Astarté.