Irlanda descubre que venera a Yeats en una tumba que no contiene sus huesos

Papeles hallados en un castillo francés confirman que se montó un esqueleto al azar para retornar sus restos a su país

Irlanda descubre que venera a Yeats en una tumba que no contiene sus huesos CORBIS

LUIS VENTOSO

Ha sido un poco como el caso Cervantes , pero al revés. Irlanda ha descubierto, con desagrado y pocas ganas de reconocerlo, que en la tumba del gran poeta nacional William Butler Yeats (1865-1939), situada al norte del país en el condado de Sligo , en realidad no reposan los restos del glorioso escritor.

Documentos diplomáticos encontrados en un castillo del sur de Francia confirman algo que ya se había susurrado alguna vez: Yeats murió en Roquebrune-Cap-Martin , en el sureste de Francia, y fue enterrado en el cementerio de la iglesia local, pero sus restos fueron arrojados en 1946 a un osario común. Así que cuando un buque de la armada irlandesa lo llevó con gran pompa e himnos varios de Niza a Galway en 1948, quién allí iba no era el poeta, o al menos distaba de viajar completo.

Para añadir un toque novelesco a la historia, los papeles han sido encontrados por un descendiente del poeta católico francés Paul Claudel , que los halló en el castillo familiar. Claudel y Yeats se habían tratado en los años veinte, porque compartían interés por el simbolismo y el teatro japonés. Además, para seguir con más novela, el ministro irlandés que se encargó en 1948 del traslado del ataúd con el supuesto Yeats fue Sean MacBride , hijo de la activista política Maud Gonne MacBride , la amante más querida del picaflor escritor, que le imploró matrimonio sin éxito varias veces.

El condado de Sligo era sin duda el emplazamiento perfecto para la tumba de Yeats . Aunque vivió largos períodos en Londres, pasó buena parte de su infancia en aquellos paisajes imponentes de la costa Norte, llenos de verdores celtas y ecos de esas leyendas ancestrales que tanto pesan en su obra. «El lugar que más influencia tuvo en mi vida fue Sligo», escribió alguna vez. La tumba, sencilla, sita en el cementerio parroquial, luce el siguiente epitafio : «Echando una fría mirada a la vida y la muerte, jinete, ¡pasa!». Se ha convertido en un reclamo turístico y los últimos descendientes del escritor y los lugareños han acogido de mal grado las nuevas desmitificadoras que llegan de Francia.

Un símbolo en Irlanda

El diplomático francés Bernard Caillox fue enviado a Roquebrune a mediados de los años 40 del siglo pasado para preparar la repatriación a Irlanda de los huesos del poeta. W. B. Yeats , amén de uno de los escritores mayores en lengua inglesa, es todo símbolo en su país, por su defensa del nuevo Estado irlandés, su labor en la fundación del teatro nacional, la calidad de su obra, que libró a la escritura local de las ataduras victorianas, y su premio Nobel de 1923. Según se sabe ahora, al llegar a la ciudad costera Caillox comunicó que «es imposible devolver los restos auténticos y completos del señor Yeats».

El diplomático también informó del hallazgo de «un corsé de hierro, un cráneo y una Biblia» que podrían pertenecerle. La calavera era lo más verosímil, porque Yeats tenía un cráneo poco común , de gran tamaño. Además el escritor utilizaba un corsé, porque padecía una hernia en la espalda. El problema es que a su lado fue inhumado el ciudadano inglés Alfred Hillis, que también utilizaba un corsé, debido a una tuberculosis espinal. La familia de Hillis sostiene que los huesos que se enviaron finalmente a Irlanda fueron mayormente los de su antepasado. En realidad todo resultó una enorme chapuza, pues en una era previa al ADN se encargó a un médico componer un esqueleto creíble juntando huesos de tamaños similares.

Yeats fue senador de la recién nacida Irlanda y dramaturgo, además de poeta. Murió con 73 años y en los últimos tiempos de su vida desarrolló unas controvertidas simpatías por otro nacionalista situado a su derecha: Benito Mussolini. Al extremismo del escritor contribuyó el proselitismo de su secretario, el brillante poeta estadounidense Ezra Pound , que arruinó su biografía humana con sus ideas fascistas y antisemitas.

La mujer de Yeats, Georgie Hyde-Lees , con la que se casó cuando él tenía ya 51 años y ella 25, aseguró en su día que su marido la instruyó así sobre sus últimas voluntades: «Enterradme en Roquebrune, y cuando los periódicos se hayan olvidado, desenterradme y llevadme a Sligo». Así se hizo. El problema es que parece que casi todo Yeats se quedó extraviado en el osario francés.

Lógicamente, todo este culebrón forense no anula lo único importante: los versos de Yeats siguen deslumbrando con su vuelo casi mitológico y su magia telúrica arraigada en los paisajes nebulosos de… Sligo.

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