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«Salvar a Mozart» sin adjetivos

El ex espía Raphäel Jerusalmy nos introduce en un sanatorio para enfermos de tubercolosis en plena II Guerra Mundial

«Salvar a Mozart» sin adjetivos ap

antonio muñiz

21 de marzo de 1940, cumbre del Paso Brenner. Hitler desciende del convoy de la delegación alemana. El Duce hace lo propio desde el tren italiano. Cruzan el anden para entrar en el vagón de gala donde se celebrará el encuentro. Nieva. Un hombre permanece en pie junto al coche. Otto Steiner, que mantiene en secreto sus origenes judios, sujeta la gorra de mando del Führer.

Raphäel Jerusalmy narra de forma lacónica, a través del diario de Steiner, la historia de este deshauciado de padre judio que permamanece aislado en un sanatorio de Salzsburgo. El ex espía del Mossad señala a ABC que «quería situar la acción en el presente, Otto no tiene ninguna distancia con lo que esta sucediendo. El no sabe lo que sabemos hoy. Además, la forma de diario hace más personal la relación del lector con Otto».

La novela esta escrita de forma telegráfica, con una ausencia total de adjetivos, apoyandose en la frase más corta posible y en el verbo: «quería que cada palabra fuese como una nota de música». Jerusalmy logra crear habientes pateticos que adquieren sones épicos en algún pasaje. Escenas como las del Paso Brenner recuerdan la forma de narrar del Cine, algo que el autor perseguía: «Trataba de lograr imágenes dramáticas. Es importante ser visual para que el lector realmente vea lo que describes. La escena en la que se mira en el espejo y ve lo enfermo que está también es muy visual. Se crea una intimidad con el héroe».

Toda la acción se situa entre julio de 1939 y agosto de 1940 . El protagonista es un gran conocedor de la música. Su último empeño vital consiste en «Salvar a Mozart» de la manipulaión Nazi. Para ello planea su venganza durante la Festspiele, el Festival de Música de Salzsburgo, localidad en la que nació Wolfgang Amadeus Mozart. Sostiene el autor la necesidad de un «arte suversivo. Mozart lo era, y aquí representa nuestra libertad. El verdadero arte es revolucionario. Los nazis querían dominar las mentes a través de arte y la cultura. Salvar a Mozart , era salvar a la Humanidad».

La música es, para Jerusalmy, un personaje más de la novela que crece junto a la historia. Indica que fue también «complice de los nazis y que en la novela esta siendo llevada a juicio». A diferencia de otros sistemas totalitarios, los nazis «afirmaban la cultura de una forma cinica. Para ellos el arte era una herramienta de poder. Los Jemeres Rojos o el Estado Islámico declaran la muerte de la cultura y el arte. Ellos no pueden matar a Mozart».

Relata Jerusalmy como le surgió la idea para la novela: «Viene de la época en que estaba sirviendo en los servicios secretos israelíes. Yo solía reunirse en diversos lugares con altos funcionarios egipcios. Les ofrecí venir a mi casa para la cena en lugar de reunirnos en el desierto o en alguna instalación militar. Como yo había invitado a algunos generales israelíes y egipcios, hice arreglos para un interludio musical que rompiera el hielo. Una señora tocando el arpa y un violinista. La escena era bastante surrealista. Al final de la comida, un general egipcio se levantó. Todo el mundo esperaba un agradecimiento formal. Pero él pidió prestado el violín y comenzó a tocar la melodía yídish del “Violinista en el tejado”».

«Salvar a Mozart» sin adjetivos

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