La bruma lisérgica de los sesenta
El poeta y ensayista Geoffrey O’Brien traza su particular mapa sensorial de los años sesenta en «Tiempo de soñar»
![La bruma lisérgica de los sesenta](https://s1.abcstatics.com/Media/201504/01/vitenan-war--644x400.jpg)
Geoffrey O’Brien nació en 1948 en Nueva York, creció bajo la alargada sombra de la amenaza nuclear, exprimió los sesenta a conciencia y, dos décadas más tarde, trazó su propio mapa sensorial de aquellos maravillosos años en «Tiempo de soñar», lúcido y alucinada colección de postales que recibieron entre aplausos Susan Sontag y Jonathan Lethem. Dicho así parece fácil, pero no hay nada sencillo ni previsible en este ensayo publicado en 1988 y que Alpha Decay recupera ahora para presentar en español tan personalísimo «collage» de la época dorada de los hippies, el LSD y la contracultura.
«La gente recuerda la locura, el colapso general y a Charles Manson, pero hay muchos aspectos de esa época que se han olvidado, como el intento de construir modos de vida más civilizados, alejados del nerviosismo y la ansiedad», señala O’Brien, editor jefe de la Library of America y prestigioso comentarista cultural. En «Tiempo de soñar», pergeñado antes de convertirse con «Sonata For A Jukebox» en uno de los autores de cabecera de Bruce Springsteen, el también poeta entrelaza recuerdos y fogonazos y echa mano de conversaciones atemorizadas sobre Hiroshima y Múnich, películas de espías, excitantes siluetas de la nouvelle vague, pinceladas de pop art, excursiones lisérgicas y hippies transformados en ajetreados emprendedores, para ofrecer un retrato atípico y altamente lírico de aquellos sesenta de recuerdo casi mitológico. Una década que para O’Brien empezó mucho antes, en los año cincuenta, y murió por agotamiento con la llegada de Ronald Reagan. «Quería que un lector joven que no vivió aquel momento tuviera una sensación bastante cercana de lo que fue estar ahí», apunta el escritor.
Con todo, y pese a que buena parte de la década se explica a través de sus manifestaciones culturales y políticas, ya sea la dimensión narrativa de los cómics de la Marvel -«era como asistir a la escritura de ‘La Odisea’», leemos- y de las protestas contra la guerra de Vietnam, a O’Brien le interesan especialmente los sesenta como momento de interconexión generacional. «Intento captar el modo en que viajaban las ideas de una persona a otra», asegura. Es aquí donde cobran especial protagonismo las drogas. O, dicho de otro modo: el LSD como acelerante definitivo. «Es parte esencial de la historia, ya que era la manera más primaria de la gente de entrar en otra perspectiva». Nada hubiese sido lo mismo, apunta el escritor, sin el ácido lisérgico. «El hecho de que los Beatles anunciasen que tomaban LSD fue una influencia incalculable. Fue como darle el sello de aprobado. Y no hablamos de una idea, sino de un químico con efectos muy fuertes sobre el sistema nervioso. Y cuando tienes a toda una generación haciendo eso sin supervisión, el resultado puede ser tan impredecible como salvaje», explica.
Será por eso que los sesenta sólo podían acabar de una manera posible: a lo bruto y bastante mal. «Un montón de gente no sobrevivió a los sesenta, vivió horribles experiencias», asegura O’Brien, para quien aquella década prodigiosa sigue superando a los tiempos actuales al menos en una cosa: la libertad. «En aquel momento se especulaba con el control de la sociedad y era frecuente hablar sobre temas como la vigilancia, y la realidad es que ahora mismo vivimos en una sociedad mucho más controladora», concluye.
Noticias relacionadas