Arturo Pérez-Reverte: «La cultura es patriótica siempre en España»
El escritor publica «Hombres buenos», la historia de dos académicos convertidos en héroes en un París sacudido por la idea revolucionaria. Basada en hechos reales
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A las revoluciones que todos hemos mitificado conducen muchos caminos y muchos libros, algunos famosísimos, casi siempre mejores (por lo que inauguraban y por lo que abolían), que lo que vino después. Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) acaba de publicar «Hombres buenos» (Alfaguara) , una novela que transita por los libros y los caminos que precedieron a la Revolución Francesa y a sus discretas influencias en España. Se trata de una historia basada en hechos reales: la Real Academia Española encargó a dos de sus miembros -el marino Pedro Zárate y el bibliotecario Hermógenes Molina- que compraran en París un ejemplar de la Enciclopedia, la «Encyclopédie». Pero también relata la conjura urdida por un puñado de académicos reaccionarios y un sicario llamado Raposo con el fin de impedir por cualquier medio -asaltos de bandoleros, acusaciones de espionaje, duelos- que aquellos tomos, que compendiaban el saber humano que desafiaba al Antiguo Régimen y a los dogmas de la Iglesia, llegasen a nuestro país.
Las relaciones peligrosas
«Es una novela optimista», nos sorprende el autor al primer toque, porque siempre ha sido muy crítico con la historia de España. «El libro es un homenaje al patriotismo cultural de aquellos hombres buenos, humildes, modestos que no por el brillo personal sino como esfuerzo colectivo, trataron desde la Academia mejorar España con la cultura, a sabiendas de que la educación es la única manera de hacer libre a la gente».
Llegados a París, la historia nos introduce en los salones aristocráticos donde se cultivaban las relaciones peligrosas con tanta pasión como la nueva filosofía. En el centro del relato, personajes curiosos, diplomáticos históricos como el conde de Aranda y otros que recuerdan a seres reales, como la dama Margot Dancenis, trasunto de Teresa Cabarrús, la célebre «Notre-Dame de Thermidor», amiga de Josefina y la más influyente de las mujeres que simpatizaron con la revolución. Dueña de una inacabable biblioteca, era epítome de la mujer culta, refinada e inteligente. También figura un abate Bringas, que recuerda al abate Marchena, libelista y fugitivo de la Inquisición, que guía a los académicos por el explosivo París del XVIII. El friso histórico se completa con figuras como Marat (desmitificado como médico impostor) o Laclos, el autor de «Las relaciones peligrosas».
«La revolución la hicieron los mediocres»
Sobre el hervidero revolucionario, el escritor apunta: «Pensamos que la revolución la hicieron los Voltaire, Rousseau, Dalembert, pero esos estaban en aquellos salones muy agusto. Ellos fueron la aristocracia de las Luces. Los revolucionarios fueron otros, los mediocres, el chaval que venía a París queriendo ser Rousseau, y no llegaba y acababa escribiendo por encargo, muerto de hambre. Ese es el que después, cuando llega el follón, se pone a la cabeza».
Los dos académicos seleccionados no pueden ser más distintos. Según dice el autor: «Para mí era muy divertido contraponer al almirante frío, científico, racional, seco, cartesiano» con el hombre bueno y sedentario que, cuestionada la fe, traza puentes con la razón. Pérez-Reverte remacha que «la cultura ha sido y es patriótica siempre en España. El español, por la brutalidad de los visigodos, la invasión musulmana, la reconquista, la Inquisición, los malos gobiernos, los Austrias, la corrupción, la invasión francesa… no tiene adversarios, sino enemigos. Al adversario se le respeta, incluso tras el combate. Al enemigo se le extermina».
«Es una novela de amistad y libros»
Pero en esta novela, «de amistad y libros», veremos la mejor cara de nuestra historia. «Quería demostrar que los libros hacen surgir la amistad y que en ese camino compartido los dos se hacen ingenuamente amigos y eso les lleva hasta... el heroísmo». Hay un episodio en el que el bibliotecario asiste al militar con una pistola descargada. «Esa lealtad nos da lecciones morales. El hombre bueno es una referencia fundamental. Y todavía los hay. En vez de fusilarlos y silenciarlos habría que sentarse con ellos y escucharlos». El escritor señala el ejemplo de Olavide, el gran afrancesado amigo de Voltaire con el que la Inquisición -con la aquiescencia de Carlos III- quiso hacer un escarmiento.
Fue la ocasión perdida
Y dice más: «En el siglo XVIII estuvimos a punto de conseguir no meternos en la trinchera porque las dos Españas aún no están, no se ha trazado el foso que las separa. Todavía no se habían degollado. Todavía era posible que aquel patriotismo cultural traducido en educación, en luces, nos hiciera europeos. Fue la ocasión perdida. Este libro es un homenaje a quienes quisieron cambiar el mundo con la cultura».
Y entre ellos destacan los marinos de la Armada. Los militares de entonces eran el motor del progreso, como queda consignado en la novela. «Hay que pensar en el militar del XVIII, ilustrado, y no en el del 36, africano. Yo hablo de Cadalso, de Jorge Juan, de Ulloa, de Malaspina. que eran militares. La Marina era la punta de lanza científica. Leían, eran grandes científicos. A Ulloa lo detienen los ingleses y le hacen miembro de la Royal Society. Aquí ni se acuerdan de él cuando regresa». De hecho los barcos navegaban y combatían mejor gracias a las leyes de Newton y no a la Escolástica y los dogmas. Aun así, hay que imaginar la amargura de aquellos hombres. «Qué amargura la de Jorge Juan modificando sus conclusiones científicas para que el obispo de turno no se moleste», se queja el escritor.
«La RAE estuvo en el punto de mira de la Inquisición»
La RAE llegó a estar también alguna vez en el punto de mira de la Inquisición. Hubo investigaciones y registros porque buscaban hombres peligrosos. Pérez-Reverte tiene cierta fama de anticlerical, que nos desmiente con vehemencia, novela en mano: «Como en la Academia había miembros del clero que eran tipos ilustrados, que con su buena voluntad creían conciliables fe y razón y lo intentaban demostrar, sería injusto situar en el mismo saco al fanático intransigente, radical y cenutrio, que bendecía patíbulos y pelotones de fusilamiento, con el hombre de buena voluntad que pensaba que la idea de Dios ayudaba al hombre a ser mejor».
Crímenes en la RAE
En medio de ese amargo desencanto patrio, marca de la casa, la aparición de un ejemplar de la «Encyclopédie» en la biblioteca de la RAE es la chispa que prende las pesquisas del autor y sus entrevistas con los académicos actuales van haciendo avanzar la trama. La galería de retratos resulta divertida y a veces desopilante. Descubrimos -«es inventado, es un juego literario», asegura- que todos los académicos creen que Pérez-Reverte está escribiendo una novela de asesinatos en la RAE, una especie de «Diez negritos» cuya primera víctima, según consenso, debería ser Francisco Rico y en la que todos pugnan por ser el asesino. Los académicos desfilan por las páginas haciendo un fantástico contraste de «hombres buenos» y «libros raros». De todos las obras que salen citadas en esta la novela, como en «El club Dumas», muchas son inventadas. ¿Quién los caza? Es un juego con los lectores que ya me conocen, según nos comenta.
Los académicos creen que escribe una novela de crímenes en la RAE
«Llegué a la Academia creyendo que era un sitio de viejos apolillados y me encontré con gente como Antonio Colino, Gregorio Salvador, Mingote, el almirante Álvarez Arenas… Ellos me hicieron respetar lo que no conocía. Momentos como cuando Franco quiso que se ocupasen las sillas vacantes por el exilio y los académicos dijeron que no. Esto es lo que hace grande a la Academia», recuerda. En España «la cultura siempre ha sido herramienta política, y no al revés, la política una herramienta para la cultura. Ese es nuestro gran estrago. Todo se resume en eso», dice.
Pero la documentación ha sido exhaustiva: «Toda novela es un pretexto para comprar libros», afirma, y después de casi dos años yendo a librerías de viejo y anticuarias de París, su inmensa biblioteca personal se ha enriquecido considerablemente. Así que sus personajes hablan con palabras de Diderot Dalembert, Cadalso, Jovellanos, Moratín…
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