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Una historia de la Segunda Guerra Mundial para escépticos y convencidos

Juan Eslava Galán aporta su particular visión sobre un hecho histórico por el que siente atracción desde su adolescencia

Una historia de la Segunda Guerra Mundial para escépticos y convencidos VANESSA GÓMEZ

JAVIER RUBIO

Juan Eslava Galán, recentísimo premio Primavera de novela, no tiene ninguna duda de por qué los nazis perdieron la Segunda Guerra Mundial. «Les faltaba petróleo y acero. Y Hitler estaba rodeado de una cuadrilla de incompetentes», señala a renglón seguido de hacer suyas las palabras del periodista Ramón Garriga, corresponsal de la agencia EFE en Berlín que le pronosticó a Dionisio Ridruejo la fecha exacta de la derrota alemana: 1945.

Eslava Galán cita en su apasionante «La Segunda Guerra Mundial contada para escépticos» la opinión de los diplomáticos españoles destacados en la capital alemana, mucho más pesimistas sobre el triunfo nazi de lo que se era en Madrid. «¿Qué veían los diplomáticos españoles inmunes a la propaganda nazi para poner en duda la victoria final de Alemania? Veían que el ejército alemán no disponía de tantos tanques ni de tantos camiones como aparentaba. Casi todas sus divisiones eran hipomóviles, con carros de mulas y caballos. El ejército que mostraban en la propaganda era el que quisieran tener, pero habían iniciado la guerra antes de tenerlo».

La obra de divulgación histórica forma serie con la referida a la Primera Guerra Mundial, publicada el año pasado aunque escrita hace un par de años «del tirón porque sostengo que se trata de la misma guerra aunque con un descanso», afirmó este jueves Juan Eslava en la presentación de su libro en Sevilla, al día siguiente de hacerlo en Jaén.

Coleccionismo

En realidad, a Juan Eslava no le ha supuesto demasiado esfuerzo documentarse para esta obra puesto que la fascinación por el tema de la Segunda Guerra Mundial le acompaña desde la adolescencia. Él mismo es coleccionista de folletos, cartelería y memorabilia que aparece reproducida en el libro editado por Planeta. Incluso fotos propias y testimonios en primera persona obtenidos a lo largo de los viajes a escenarios bélicos europeos que lleva a cabo con un grupo de amigos.

Así ha llegado a conocer los campos de batalla y los museos donde se guarda memoria de aquella guerra: «Los rusos tienen en Moscú uno dedicado a la aviación en el que los pasillos suman veinte kilómetros de largo». Esa imparable afición le ha llevado a descubrir piezas únicas como un blindado de una sola rueda que maniobraba un soldado o el primer carro blindado del Ejército español.

Esa atracción, que comparte con su hermano coleccionista de armas, le ha llevado a acumular una voluminosa bibliografía en la que no falta ni Sven Hassel de la recordada colección Reno, de la que da cuenta en jugosas notas a pie de página. «Las notas permiten una lectura no tan ligera como parece por arriba, de modo que el libro permite dos lecturas». La del convencido, dejándose guiar por las notas a pie de página, y la del escéptico.

Escepticismo

Los escépticos a los que se dirige Juan Eslava Galán no tienen nada que ver con los objetores fanatizados que siguen negando la existencia de la Shoa, el exterminio sistemático de los judíos aprobado en la conferencia de Wannsee, sino con todos esos lectores que sostienen que un libro sobre la Segunda Guerra Mundial no llegaría a sorprenderlos. Y «La historia de la Segunda Guerra Mundial contada para escépticos» lo hace.

Tanto como la foto de Franciska Mannówna, bailarina de la vida nocturna de Varsovia en el Melody Palace, asesinada a tiros en el campo de Bikernau, adyacente a Auschwitz, después de encabezar una refriega contra los kapos y los SS porque un soldado intentó propasarse. La imagen de una sensual cabaretera con botas de caña y falda un palmo por encima de la rodilla se la consiguió un amigo polaco a quien recurrió y acabó encontrando el álbum con el que la muchacha se promocionaba en la capital polaca antes de la contienda.

La obra tiene hallazgos inolvidables como el reencuentro casi cincuenta años después del piloto aliado al que su oponente alemán le perdonó la vida aplicando el código de conducta inculcado a los integrantes del arma aérea.

Von Rundstedt y el T-34

Precisamente es el arma que Eslava Galán elige como la más decisiva de la conflagración. En tierra, no tiene duda de que el T-34 soviético inclinó la balanza en favor de la URSS: se fabricaron 60.000 unidades frente a los 1.300 Tiger alemanes que llegaron a combatir. Para el podio de mejor general, elige a Von Rundstedt, uno de los generales prusianos más capaces de la Wehrmacht, con Rommel inmediatamente detrás por «su increíble capacidad táctica y su habilidad propagandista, que explotaba dejándose fotografiar una y otra vez con las gafas de fabricación británica capturadas al enemigo».

El momento decisivo de la contienda lo sitúa en el otoño de 1940, cuando los pilotos de la RAF fueron capaces de contener a la Luftwaffe cuando estaban al límite del esfuerzo bélico: «Heridos en el orgullo de ver bombardeado Berlín, Hitler dio vía libre a Göring para lanzar los bombarderos a machacar Londres en vez de acabar con los cazas». Eso y la capacidad de sufrimiento del pueblo soviético: «Hasta 1943, las fábricas alemanas producían sólo ocho horas al día, mientras los rusos tenían implantados los tres turnos y en algunos casos funcionaban las fábricas de los Urales antes de techarlas».

Pero estaba claro que Hitler no iba a ganar aquella guerra que Juan Eslava recuerda a lo largo de 700 páginas -«No he podido recrearme, he tenido que prescindir de algunos escenarios como China o los Balcanes para ir a lo principal»- con tanta amenidad como rigor: «El libro es muy preciso aunque parezca que está escrito a vuelapluma». Como que hay que tener el dominio que exhibe de la historiografía sobre la Segunda Guerra Mundial para darlo a la imprenta.

Una historia de la Segunda Guerra Mundial para escépticos y convencidos

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