La historia de un trasplante de corazón, como jamás se había contado
La francesa Maylis de Kerangal entrelaza poesía y técnica en la novela «Reparar a los vivos», uno de los éxitos de la pasada temporada en Francia
«Enterrar a los muertos y reparar a los vivos». Lo dijo Chéjov y lo repite uno de los personajes de esta atípica y multipremiada novela que permaneció durante 43 semanas en la lista de los libros más vendido de Francia. «Enterrar a los muertos y reparar a los vivos». Una frase que se ajusta como un guante a este libro con el que la francesa Maylis de Kerangal (Toulon, 1967) narra con precisión técnica e intensidad lírica la «migración del corazón de un joven surfista de 19 años a una traductora parisina de 52». O, dicho de otro modo, la historia de un trasplante como jamás se había contado.
Un relato poético, pormenorizado y a ratos crudo de los resortes técnicos y emocionales que se activan, de las puertas que se cierran y abren, cuando Simon Limbres sufre un accidente de tráfico tras una intensa jornada de surf y su muerte cerebral puede prolongar la vida de otra persona. «Quería que fuera una novela, no la reproducción de lo real. La literatura es la experiencia de la realidad, y eso es lo que he intentado mantener, a pesar de que se hable de una gran gesta técnica», señala la autora francesa.
Galardonada con media docena de premios, entre ellos el antiguo Orange, y publicada ahora en castellano y catalán por Anagrama y Angle, respectivamente, «Reparar a los vivos» nace de la necesidad de Kerangal de «metabolizar la experiencia de la muerte» tras vivir el duelo en su entorno y, al mismo tiempo, de examinar a fondo un gesto «tan increíble y completamente loco» como el de donar órganos. «Sé que España es un país puntero en donaciones, pero en Francia es más complicado, ya que es una desprivatización del cuerpo más privado que podemos tener; un gesto que no tiene equivalente. Aquí no hay contradonaciones. Ni siquiera un “gracias”. Es el gesto gratuito por excelencia», señala la autora, que en «Reparar a los muertos» recorre las 24 horas que transcurren desde el accidente a la donación.
Un día en el que Kerangal entra y sale de la cabeza de sus personajes y pasea por salas de reanimación y quirófanos para subrayar la excepcionalidad de un hecho percibido como normal. «Cuando entré en el quirófano estaba en un lugar que no entendía, un espacio lleno de ordenadores y pantallas en el que, sin embargo, la tecnología coexistía con algo casi paleolítico como la costura», destaca.
Quizá por eso todo en «Reparar a los vivos» bascula entre el calor poético y la frialdad técnica y quizá por eso también la autora acaba apelando a la capacidad reparadora y transformadora de la literatura. «Una novela tiene que hacerse preguntas sobre todos estos temas, hay que tener fe en la capacidad de la novela de hacerse preguntas sobre la intimidad, el cuerpo y la concepción de la vida y la muerte», asegura.