Toni Hill: «El mal del psicópata no tiene interés literario»
El escritor cierra con «Los amantes de Hiroshima» su trilogía de crímenes a la barcelonesa protagonizada por el inspector Héctor Salgado
Al crimen, en especial al que salpica de tinta y sangre los mostradores de cualquier librería, se puede llegar de muchas maneras, aunque nada mejor que hacerlo a través de la normalidad. La atrocidad cotidiana, convertida en motor para tratar de comprender (o, como mínimo, plasmar) el mal. «No sabría hacer un thriller de mafiosos. Me gusta hablar de gente normal y de cómo un crimen afecta a sus vidas», explica Toni Hill (Barcelona, 1966), novelista convertido en inesperado fenómeno global —de momento suma una veintena de traducciones— que llega a «Los amantes de Hiroshima» (Debolsillo) dispuesto a dar esquinazo al inspector Héctor Salgado.
«Hay lectores que se enfadarían mucho si lo matase, pero a mí, como lector, las series muy largas me acaban aburriendo», reconoce Hill, quien no mata pero sí que aparca, al menos por el momento, al atribulado Mosso d’Esquadra de origen argentino al que creó en 2011 para protagonizar «El verano de los juguetes muertos». Ahora, apunta, tiene ganas de explorar otros caminos. «Me gusta el misterio, aunque no tiene por qué ser policial o con investigador», reconoce. De hecho, «Los amantes de Hiroshima», tercera y última entrega de la saga, nace en buena parte de un intento de burlar los límites del género negro con un cuento «de amor, muerte y fantasmas» que ha acabado integrado en la novela.
El caso es que, antes de echarse a descansar, el tándem formado por Héctor Salgado y Leire Castro tiene aún que resolver la muerte de dos jóvenes desaparecidos en 2004 y cuyos cuerpos aparecen en 2011 abandonados, junto a varios miles de euros, en una casa cercana del aeropuerto de Barcelona. Y no solo eso: con «Los amantes de Hiroshima» Hill despeja por fin el «enigma Ruth», la exmujer de Salgado cuya desaparición atormenta al policía desde el primer libro. Un ambicioso guión para un «thriller de amor» en el que, apunta el escritor, «los personajes se quieren o se desquieren». «Hay gente que no sabe parar, no acepta que no la quieran», señala sobre un libro que aprovecha el arco temporal que va de 2004 a 2011 para comparar la megalomanía del Forum de las Culturas con la indignación del 15-M.
«Al final, la etiqueta negra es una excusa para hablar de lo que quieres», relativiza Hill, quien insiste con «Los amantes de Hiroshima» en retratar un mal que, pese a ser algo más doméstico, es igualmente devastador. «Para mí, el mal del psicópata no tiene interés literario. Me resulta mucho más sugerente ese mal que de alguna forma asumimos como propio, el mal de las corruptelas pequeñas de cualquier sector», explica. Una forma de entender la maldad que en el libro abarca desde las pequeñas traiciones a las torturas en los calabozos de Via Laietana pasando por el tráfico de niños robados, «una muestra de impunidad de ciertas clases y sectores de la sociedad bastante indecente».
Calamidades varias siempre anudadas a una ciudad, Barcelona, que Hill ha conseguido retratar sin caer en los tópicos ni tropezar con los reclamos turísticos. «Mi intención es retratar la ciudad con un ánimo más emocional que geográfico. Hay cosas, por ejemplo, que solo pueden suceder en la Zona Franca. O en el Tibidado», explica un autor que se muestra convencido de que sus libros solo podrían desarrollarse en la capital catalana. «Una novela como esta ambientada en Madrid sería muy diferente», asegura.