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¿Recuerdas algo de las lecturas obligatorias de la ESO?
Ponte a prueba y responde a una serie de preguntas sencillas y concretas
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12Preguntas
Doña Elvira y doña Flor, hijas del Cid ultrajadas, en versión de Ignacio Pinazo - abc 1) ¿Qué edad tenía la niña que salió a hablar con el Cid a pesar de la prohibición del Rey?
2) ¿Cómo recomienda el Arcipreste de Hita en el «Libro del Buen Amor» que veas primero de casarte a la mujer elegida?
3) ¿A quién dedicó Juan del Encina su «Triste España sin ventura»?
4) ¿En qué obra de Cervantes aparece el famoso «Patio de Monipodio»?
5) ¿A quién dedicó Quevedo su soneto satírico «A una nariz»?
Respuestas
1) Una niña de nueve años a mío Cid se acercaba: / «Ya Campeador, en buen hora ceñiste espada/ «El rey lo ha vedado, anoche entró su carta, / «con gran mandamiento y fuertemente sellada./ «No os osaríamos abrir ni acoger por nada; / «si no, perderíamos los bienes y las casas,/ «y aún además los ojos de las caras./ «Cid, en nuestro mal vos no ganáis nada; /mas el Criador os guarde con todas sus virtudes santas».
2) ¡Sin camisa!: «Si quieres amar dueñas o a cualquier mujer/ muchas cosas tendrás primero que aprender/ para que ella te quiera en amor acoger. /Primeramente, mira qué mujer escoger./ Busca mujer hermosa, atractiva y lozana,/ que no sea muy alta, pero tampoco enana;/ si pudieres, no quieras amar mujer villana,/ pues de amor nada sabe, palurda y chabacana./ Busca mujer esbelta, de cabeza pequeña,/ cabellos amarillos, no teñidos de alheña;/ las cejas apartadas, largas, altas, en peña;/ ancheta de caderas, ésta es talla de dueña. /Ojos grandes, hermosos, expresivos, lucientes/ y con largas pestañas, bien claros y rientes;/ las orejas pequeñas, delgadas; para mientes/ si tiene el cuello alto, así gusta a las gentes./ La nariz afilada, los dientes menudillos,/ iguales y muy blancos, un poco apartadillos,/ las encías bermejas, los dientes agudillos,/ los labios de su boca bermejos, angostillos/ La su boca pequeña, así, de buena guisa,/ su cara sea blanca, sin vello, clara y lisa;/ conviene que la veas primero sin camisa/ pues la forma del cuerpo te dirá: ¡esto aguisa!»
3) Al Príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos (Si has visto la serie Isabel, ya sabes cómo muere y si quieres evocar el sentimiento estucha esta pieza.
«Triste España sin ventura,/ todos te deven llorar./ Despoblada de alegría,/ para nunca en ti tornar./ Tormentos, penas, dolores,/ te vinieron a poblar./ Sembrote Dios de plazer/ porque naciesse pesar./ Hízote la más dichosa/ para más te lastimar./ Tus vitorias y triunfos/ ya se hovieron de pagar./Pues que tal pérdida pierdes,/dime en qué podrás ganar./ Pierdes la luz de tu gloria/ y el gozo de tu gozar/ Pierdes toda tu esperança,/ no te queda qué esperar./ Pierdes Príncipe tan alto,/ hijo de reyes sin par./ Llora, llora, pues perdiste/ quien te havía de ensalçar./ En su tierna juventud/ te lo quiso Dios llevar./ Llevote todo tu bien,/ dexote su desear,/porque mueras, porque penes,/ sin dar fin a tu penar./ De tan penosa tristura/ no te esperes consolar.»
4) En «Rinconete y Cortadillo», una de las novelas ejemplares.
«Y adelantándose un poco el mozo, entró en una casa no muy buena, sino de muy mala apariencia, y los dos se quedaron esperando a la puerta. Él salió luego y los llamó; y ellos entraron, y su guía les mandó esperar en un pequeño patio ladrillado, y de puro limpio y aljimifrado parecía que vertía carmín de lo más fino. Al un lado estaba un banco de tres pies, y al otro un cántaro desbocado con un jarrillo encima, no menos falto que el cántaro; a otra parte estaba una estera de enea, y en el medio un tiesto, que en Sevilla llaman maceta, de albahaca.»
»Miraban los mozos atentamente las alhajas de la casa en tanto que bajaba el señor Monipodio; y viendo que tardaba, se atrevió Rincón a entrar en una sala baja, de dos pequeñas que en el patio estaban, y vio en ella dos espadas de esgrima y dos broqueles de corcho, pendientes de cuatro clavos, y una arca grande sin tapa sin cosa que la cubriese, y otras tres esteras de enea tendidas por el suelo. En la pared frontera estaba pegada a la pared una imagen de nuestra Señora, destas de mala estampa; y más abajo pendía una esportilla de palma y, encajada en la pared, una almofía blanca, por do[onde] coligió Rincón, que la esportilla servía de cepo para limosna y la almofía de tener agua bendita, y así era la verdad».
5) Al apéndice nasal de don Luis de Góngora.
«Érase un hombre a una nariz pegado,/ érase una nariz superlativa,/ érase una nariz sayón y escriba,/ érase un peje espada muy barbado./ Era un reloj de sol mal encarado,/ érase una alquitara pensativa,/ érase un elefante boca arriba,/ era Ovidio Nasón más narizado./ Érase un espolón de una galera,/ érase una pirámide de Egipto,/ las doce Tribus de narices era./ Érase un naricísimo infinito,/ muchísimo nariz, nariz tan fiera/ que en la cara de Anás fuera delito».