PERIODISMO
Juan Fernández-Miranda: «La Transición Española fue un éxito, pero también un milagro»
El escritor y periodista presenta en la Fundación Cajasol su nueva obra 'Objetivo: democracia», en la cual analiza las claves del periodo más importante de la historia reciente del país
«La Transición empieza cuando fallece el dictador, pero antes de la muerte de Franco ya estaban pasando cosas». Juan Fernández-Miranda llega a Cádiz 'engañado', sin chubasquero, en plena borrasca. Y claro, tiene que mojarse, mientras el respetable se empapa de una historia que de tan cercana se antoja demasiado lejana. Adjunto al director de ABC, reconocido periodista y autor de varios libros, en septiembre de 2024 ganó el Premio Espasa de Ensayo por «Objetivo: Democracia», una crónica de la Transición española.
Una obra que sirve de cimiento para articular su discurso en la Fundación Cajasol, dentro del Ciclo de Periodismo y Actualidad, Opinión Abierta, que el escritor ha estrenado en la Casa Pemán en conversación con el director de LA VOZ de Cádiz, Ignacio Moreno Bustamante. Fernández-Miranda, sobrino nieto de Torcuato (figura clave en la Transición), ha compuesto una pieza literaria que es en realidad la obertura del periodo más próspero y pacífico de la historia de España. 19 meses, «el cogollo», que abarcan desde la muerte del Caudillo hasta las primeras Elecciones Generales.
En ese proceso vertiginoso, extremadamente corto, «se suman acontecimientos que van a permitir que la Transición fuera un éxito, pero también un milagro. Porque estuvo amenazada desde muchísimos flancos». Entre los grandes méritos de este periodo, «una de las razones por las que funcionó, pese a la complicación, es que se hizo todo desde la formalidad. De la ley a la ley a través de la ley». Una máxima rasgada en la piedra que resultó más útil que el martillo o la detonación.
«Implica un respeto exquisito por las instituciones, aunque vayas a derogarlas. Porque la democracia es forma y fondo». Aquí se produce el primero de los viajes temporales, obligados, porque la actualidad emana de ese pasado que ahora se empieza a desvirtuar desde el mismo presente. «Si esto lo trasladamos al hoy, en los últimos diez años no ha habido ninguna institución que no haya sido sometida a un test de estrés. La democracia no es sólo votar cada cuatro años, es el imperio de la ley y el respeto a las instituciones. El presidente del Gobierno es el principal responsable de la erosión de estas instituciones, y es que tiene metidas las manos en todas».
Fernández-Miranda gusta de aterrizar sus ideas, fruto de la experiencia, lecturas e investigaciones, en la universidad. Y en las aulas, masoquista, se somete al duro bofetón de la realidad. «Los jóvenes no tienen ni idea del proceso de Transición, y es culpa nuestra», lamenta. «La mayoría de alumnos de la Universidad no saben quién es Adolfo Suárez. Y me gusta decirles que fue la primera vez en la historia de España en que la clase política acompaña al ciudadano hacia al consenso. La búsqueda de acuerdos para la tolerancia, el acuerdo y la alternancia», que no había sido posible en siglos de enfrentamientos y contiendas fratricidas.
En toda conversación sobre estos meses que marcaron la historia de este país es menester la discusión y el análisis sobre la figura del Rey Emérito, Juan Carlos I, con mayor protagonismo ahora en las revistas de papel cuché que en los libros de historia. «Torcuato Fernández-Miranda tendría un terrible disgusto por los últimos acontecimientos que se han sabido», reconoce el periodista. «Hay que señalar sus errores. Sí, como hemos hecho. Pero ¿nublan lo que supuso el proceso de Transición? Para mí, bajo ningún concepto. Reivindico la figura del Rey Juan Carlos, algo que en estos días parece rompedor, disruptivo». Ilustra de manera magistral, y muy visual, esa película con los actores principales del filme. «El Rey fue quien marcó el destino: la democracia. Torcuato fue el ingeniero que diseñó las vías y, Adolfo Suárez, el maquinista».
El autor va ordenando ideas, muchas que confirman, otras que desmienten. Reconoce con admiración superlativa «la generosidad de ambos bandos» por alcanzar acuerdos, pese a las tremendas presiones que empujaban desde los extremos. Y a su vez, entiende que «la Transición se hizo de arriba a abajo», desde el Rey y los representantes políticos hasta el pueblo, en esa dirección vertical. Y este libro, que atestigua unos hechos que en la vista de aquellos ojos podían ser una quimera, reivindica la necesidad de defender unas libertades que ahora damos por hechas como si fueran un regalo entregado por no se sabe quién. Sin remitentes. «La violencia amenazó este periodo, tanto de la extrema izquierda como de la derecha. Hubo atentados y secuestros muy relevantes que estuvieron a punto de liquidar esa Transición. ETA estuvo a punto de mandarla al traste». Y pese a todo, ese tren que amenazaba con descarrilar, alcanzó la última estación.
Desde una perspectiva más amplia, aferrada a la historia cainita de esta España, esa Transición, germen de la Constitución, de la democracia, «soluciona tres de los cuatro problemas ancestrales de este país. El de la desigualdad, el religioso, el militar… pero el cuarto problema que arrastraba España era el territorial, y se ha demostrado que no está resuelto». Comprende que en esos años de plomo y cenizas, de perdones oportunos y oportunistas, «hubo un pacto de lealtad que parecía dar causa a esas ambiciones territoriales. No obstante, ahora mismo tenemos un problema de lealtad institucional». Y defiende la labor de 'pegamento' que se desarrolla desde el sur. Es curioso que «cuando Cataluña y País Vasco dan un paso más, Andalucía es la que echa el freno».
Sí, establecer comparaciones (en términos de actitud política y social) entre aquella época y la actual puede provocar frustraciones. Pensamientos de desesperanza. Sin embargo, Juan Fernández Miranda es aún optimista. ¿Le preocupa el futuro de esta España? «Me preocupa relativamente. La democracia y la Constitución son fuertes. Hay un alimento principal, que es estar dentro de la Unión Europea», defiende. «Y pienso que la ciudadanía no se encuentra en los extremos. El PP es el partido fuerte de la derecha y el PSOE el más fuerte de la izquierda. Representan a la inmensa mayoría de los ciudadanos, pese a lo que haya interpretado Pedro Sánchez. La prueba es que cada semana se plasma su incapacidad de gobernar». 50 años después, es el presidente quien marca el camino, el ingeniero que diseña las vías y el maquinista que conduce el ferrocarril. Pero en cambio no parece tan claro ese destino.