festival de Cine de sevilla
Europeos de milagro
El concurso acumula títulos y decepciones
Festival de Cine Europeo de Sevilla: guía para no perderte nada
Esta es la programación de este miércoles 9 de noviembre en el Festival de Cine Europeo de Sevilla

Alguien caería en la cuenta a última hora —por no pensar en otros cambalaches— y pocos días antes de cerrar el concurso cayó la cuota de animación. El maestro Ocelot, de los pocos referentes actuales en nuestras pantallas (a partir de 'Kirikú'), ... hilvana en 'Le pharaon, le sauvage & la princesse' una trilogía de cuentos exóticos, orales y morales. A los más viejos del lugar, el proceder horizontal y minimalista de estas historias, así como la aversión perspectiva, les recordarán a las siluetas artesanales y orientalizantes de Lotte Reiniger, al tiempo que les ahoga la nostalgia de cuando el cine de animación no era esta extraña radio para actores de doblaje.
Por Dinamarca, de ahí la coartada europeísta, se presenta a los Óscars 'Holy Spider', un thriller iraní que sólo transmite la fuerza de sus subrayadas denuncias en su último tramo, cuando el modélico e intercambiable film de asesino en serie deviene en drama judicial teocrático. Más allá de las buenas intenciones, parece mentira que la publicidad del festival relacione esto con Hitchcock, Mann o Fincher, cuando el único momento feliz de la película, al casi no poder el asesino con la prostituta gruesa y faltona, hace recordar al combate entre el enmadrado Barrymore y Rhonda Fleming en 'While the city sleeps' de Lang, que al menos era alemán.

Recordábamos al legendario Wiseman mucho más ajustado, en el abrazo de fondo y forma, en su primera ficción, 'La dernière lettre' (2002), quizás por el suplemento de reflexión sobre los límites de la representación que instala el tema del exterminio. Buenos tirones a sus grandes orejas le hubieran dado Straub/Huillet si vieran 'A couple', este ligero despropósito en el que si algo no se filma es la palabra —un guión a partir de los diarios de Tolstoi y su mujer Sophia, única protagonista— y si algo no se siente es el tiempo que pasa, troceado el espacio mediante un caprichoso 'decoupage' que quiebra constantemente el ritmo de lo que se dice para entrometer cualquier detalle medioambiental (parece como si el documentalista por momentos se rebelara y cambiara de plano por simple aburrimiento ante la sucesión de quejas de la buena señora, no por justificadas menos intrascendentes; a nadie se le escapa lo lejos que estaría el viejo León del feminismo, después de hacerle 13 hijos). Así, ni Nathalie Boutefeu sale del todo bien parada del 'tour de force', pues sea en medio del plano al aire libre o en infructuosas tomas frontales ante la luz de las velas, ni los matices de la naturaleza ni los acentos y materias de su voz se adhieren a la película.
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