La televisión de Berlusconi nos ha educado
Silvio llevó a buen puerto su idea: ganaba dinero y además se instaló sentimentalmente en nuestras cabezas
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Berlusconi inventó la televisión privada en España. O más bien la trasplantó desde Italia. Tras diez años en ese laboratorio de pruebas, ese protoMediaset llamado Canale 5, el 3 de marzo de 1990 arrancaba Telecinco. Silvio abrió el mercado europeo y ... ofrecía su menú: una televisión popular, de entretenimiento, en apariencia inocua, donde cabían los bailes, el cotilleo, los concursos y, sobre todo, el color. El principio fue con Valerio Lazarov, intrépido realizador-zoom y para nada empresario, que no entendió que la televisión es, sobre todo, negocio. En su descargo: nadie creía entonces que la televisión diese dinero. Se pensaba como un trampolín para otros negocios. Berlusconi encontró a la persona adecuada para desarrollar su filosofía Telecinco y ganar toneladas de pasta: el hoy recién jubilado Paolo Vasile. Primero de la mano de otro genio de las finanzas, el estratega Maurizio Carlotti -dinamo esencial para entender la televisión en nuestro país-, y luego de la marcha de Carlotti a Planeta, en solitario, con plenos poderes, Vasile formó la que sería la cadena favorita de los españoles durante décadas.
Después de fracasar -a veces, por motivos políticos- la implantación de Mediaset en otros países europeos, los ojos de Berlusconi debían dar vueltas al contemplar los excel donde se reflejaban los beneficios españolísimos que le presentaba Vasile. Con 'Gran Hermano', 'Supervivientes', 'Crónicas Marcianas', 'El Programa de Ana Rosa', 'La que se avecina',... Berlusconi y Vasile llevan a buen término un proyecto que sobrepasaba lo empresarial y entraba en lo político, en lo ideológico, en lo sociológico y en lo psicológico. El paquete se cerró con la compra de Cuatro al Grupo PRISA: Berlusconi se estremece tanto de felicidad con Vasile que acierta al dejarle libertad para producir cine, la gran afición de su lugarteniente. Más dinero y más dinero con una buena parte de los estrenos. Lo que ofrecía Telecinco a los españoles fue una verdadera revolución: la posibilidad de nuevas ventanas, de competencia y de, parafraseando a Jorge Ilegal, «señora, si no le gusta mi careto, cambie de canal». Eso: la libertad de cambiar de canal si no te gusta un programa junto a la superioridad moral de asegurar que no ves telebasura. Aunque todos sabemos que la veías.
La publicidad funcionó en la cabeza de Silvio como medio de existencia. Al contrario que en las décadas previas, Berlusconi y su escudero Vasile entendieron la centralidad de la publicidad: la televisión sólo es eso que aparece entre los anuncios. Aun sin la flexibilidad empresario-ideológica de Planeta, Silvio llevó a buen puerto su idea: ganaba dinero y además se instaló sentimentalmente en nuestras cabezas. Vasile completó esta idea con lo que en los mentideros se conoce como la filosofía 'irreality show': programas de coste razonable -baratos- donde los protagonistas son, a un tiempo, creadores de noticias que ellos mismos capitalizan.
Una fábrica perfecta, un monopolio del corazón puesto que Atresmedia apostó por otra línea más blanqueada de entretenimiento, que sólo ha dado síntomas de agotamiento en los últimos años. Quizá no nos demos cuenta, quizá nos resistamos a aceptarlo pero la Verdad, lo dice la Biblia, nos hará libres: para bien o mal, nos ha educado Berlusconi. Ya lo podemos afirmar sin miedo a equivocarnos: el futuro es suyo.
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