Toros
Daniel Crespo, la gran ausencia en el verano de toros de El Puerto
Desconcierto ante tantas ausencias, si bien las seis composiciones de toros y toreros que conforman esta temporada portuense poseen el interés, la fuerza y la brillantez necesarias
El Puerto de Santa María presenta una Temporada de Verano estelar
Una gran expectación palpitaba en el entorno de la Plaza Real para conocer de primera mano la confección de los carteles taurinos de la inminente temporada estival en El Puerto de Santa María.
Ilusionada avidez que, una vez desvelados, pronto se iría tornando en desconcertante extrañeza y cierto halo de estupefacción. Cierto es que dentro de los cuatro festejos mayores programados, al margen de la novillada y la corrida de rejones, destaca un elenco de primeras figuras que sin duda contará con el beneplácito del aficionado.
Pero enseguida afloran aspectos que no dejan de sorprender, como la clamorosa ausencia de diestros como Juan Ortega, cuya plasticidad y clasicismo son tan admirados por estos lares, como Borja Jiménez, torero en alza y reciente triunfador en Sevilla y Madrid, como Manuel Escribano, del que aún se recuerda su gran tarde en este ruedo ante los de Adolfo Martín y Cuadri hace dos años; o como Emilio de Justo, al que muchos quisieran verlo debutar en esta plaza.
Con todo, el caso más flagrante de injusticia taurina se ha perpetrado con el diestro local Daniel Crespo, al que el glorioso hecho de salir dos veces a hombros y erigirse en indiscutible triunfador de la temporada pasada en El Puerto no le ha servido para que cuenten con él en esta edición.
Ausencias que adquieren el rango de poco comprensibles cuando se constata que, en ciclo tan breve como éste, tanto Pablo Aguado como Diego Ventura redundan su presencia en sendas tardes cada uno, sin que exista argumento taurino alguno que lo justifique. Distinta consideración merece el doblete de ese genio de la tauromaquia que es Morante de la Puebla que, si su delicada salud se lo permite, constituirá de nuevo un sugestivo acicate para los buenos aficionados.
En cuanto al apartado ganadero, éste queda reducido al consabido monoencaste exigido por las figuras, y sin presentar guiño alguno, no ya al universo denominado torista, sino a cualquier atisbo de variedad.
Aparte de todo ello, a nadie se le escapa los procelosos entresijos que confluyen en la confección de unos carteles y el sinnúmero de exigencias e imposiciones por parte de los estamentos poderosos, con las que hay que transigir. Pero ello nunca ha de ir en detrimento de la justa recompensa al que, por propio merecimiento, se ganó un sitio legítimo, ni mucho menos ir en contra de los deseos y apetencias de una afición que es, a la postre, la que sustenta este espectáculo.
Sin menoscabo de lo enunciado, las seis composiciones de toros y toreros que conforman esta temporada portuense poseen el interés, la fuerza y la brillantez necesarias para colmar de público los tendidos y para que, en cada una de ellas, emerja esa eclosión mágica de belleza y emoción que corona de grandeza este rito ancestral y fascinante de la tauromaquia.
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