iluminaciones
En el valle de las tinieblas
El grabado 'El caballero, la muerte y el diablo' (1513), de Alberto Durero, nos muestra un hombre que se enfrenta sin miedo al destino

Alberto Durero realizó 'El caballero, la muerte y el diablo' con un buril sobre plancha de metal en 1513. La fecha es esencial para entender el grabado. Maximiliano de Habsburgo era el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y Lutero estaba a punto de ... clavar sus 95 tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg. Fernando el Católico, regente de Castilla, entraba en la recta final de su vida mientras Juana permanecía recluida por su locura. Era un mundo sometido a grandes cambios, en el gozne de una era que conduciría a la modernidad. El Renacimiento daba sus últimas bocanadas mientras emergía una nueva cultura en la que la razón y la ciencia empezaban a cuestionar cualquier fundamento teológico de la existencia.
Durero, nacido en Nuremberg en 1471 y fallecido en su ciudad natal en 1528, era en ese momento un artista de proyección europea tras haber realizado varios viajes a Italia y Holanda. Sus pinturas y sus grabados eran disputados por los monarcas y la aristocracia europea hasta el punto de que el emperador Carlos V, recién llegado al trono, le recibió y se interesó por su obra, de la que fue benefactor su abuelo paterno Maximiliano.
No conocía este grabado hasta que leí 'El caballero y la muerte', la novela de Leonardo Sciascia, publicada un año antes de su fallecimiento en 1989. Inspirándose en el trabajo de Durero, el escritor italiano cuenta la historia de un detective moribundo, carcomido por el cáncer y obsesionado por investigar el asesinato de un abogado por un grupo terrorista, una oscura trama en la que se desvelan los secretos del poder. El protagonista tiene colgado en su despacho la representación de Duero, que sirve de telón de fondo al libro.
Sentido del deber
El detective de Sciascia es un hombre empeñado en buscar la verdad a toda costa, una especie de hidalgo romántico que se enfrenta al peligro con un sentido del deber quijotesco que no deja de ser anacrónico. Y mucho de eso hay en el grabado de Durero, en el que vemos a un caballero con su lanza, su coraza y su casco, erguido sobre el poderoso caballo que le conduce a través de un valle tenebroso. Va acompañado de un perro que simboliza la fidelidad y engrandece su figura.
Detrás aparece el diablo, un macho cabrío cuya cabeza está coronada por un gran cuerno. Lleva un báculo y fija sus penetrantes ojos en el esforzado jinete que le precede. A la derecha del caballero, está representada la muerte, un chivo con serpientes en su cabello, montado sobre un viejo jamelgo. Lleva un reloj de arena, el clásico motivo medieval que hace referencia a la brevedad de la existencia. Y en la parte inferior del grabado, hay una lápida con la firma del autor y una calavera que subraya el final ineludible de cada vida humana.
En la parte superior del grabado, se pueden ver las torres de una fortificación que se eleva sobre el valle y que bien podría ser el destino al que se dirige el caballero, imperturbable a la presencia de las dos amenazas. Por ello, el trabajo de Durero fue interpretado por sus contemporáneos como una representación de este mundo, el valle de la muerte, y de la ciudad de Dios, recompensa de las almas cristianas tras vencer a las tentaciones de la carne, el demonio y la vanidad.
Durero se había inspirado en un texto de Erasmo de Rotterdam, al que admiraba, que dice lo siguiente: «Para que no te dejes apartar del camino de la virtud porque te parezca abrupto y temible, porque seguramente tendrás que renunciar a las comodidades de este mundo, te será propuesta la norma de que todos esos espectros y fantasmas que se abaten sobre ti has de tenerlos en nada».
Era un mundo sometido a grandes cambios, en el gozne de una era que conduciría a la modernidad
He aquí el secreto que imbuye el alma del caballero: la indiferencia ante la muerte y el estoicismo que le empuja a desdeñar las desgracias con la misma impavidez que la gloria y la fortuna. La figura del grabado de Durero es el hombre renacentista que, a diferencia de la locura quijotesca, se reafirma en el combate por su dignidad.
Algo que conecta con la filosofía que Albert Camus enuncia en 'El mito de Sísifo', donde sostiene que, aunque la vida carezca de sentido, el hombre está obligado a subir una y otra vez la piedra a la cumbre en una lucha contra las injusticias y la precariedad del ser.
El tema de Durero es una evocación de la condición humana y una reivindicación del valor de ese caballero que, indiferente a los peligros y las tentaciones, camina con la cabeza alta hacia su incierto e inevitable destino.
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