iluminaciones
Sartre, el filósofo del siglo
Publicó en 1943 'El ser y la nada', una obra capital en la que sentó las bases de una nueva visión del hombre: el existencialismo
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Hace por estas fechas 80 años, Jean-Paul Sartre publicó su obra capital y el libro en el que sienta las bases del existencialismo: 'El ser y la nada'. Una década antes, había escrito 'La náusea', una novela en la que expresa a través ... de Antoine Roquentin, su protagonista, el absurdo de vivir. 'El ser y la nada' aparece en 1943 cuando Francia está ocupada por los nazis. Sartre había servido como meteorólogo en el Ejército y había sido hecho prisionero por la Wehrmacht. Fue durante sus nueve meses en un centro de reclusión cuando empezó a forjar en su cabeza la idea de este libro cuya aportación marcó la filosofía del siglo XX.
El texto puede ser leído como una refutación de Heidegger y, más en concreto, de 'Ser y tiempo', publicada en 1927. No falta quienes han visto en la obra de Sartre una especie de epilogo poco original del pensamiento de Heidegger, lo cual a mi juicio es injusto y simplista. Sin negar la evidente influencia del maestro alemán en Sartre, 'El ser y la nada' tiene un peso específico propio.
Para Heidegger el ser está abierto al mundo y a sus múltiples posibilidades, el famoso 'dasein' o estar ahí ya presupone una cierta esencia. Por el contrario, Sartre afirma que la existencia precede a la esencia y que la nada coexiste con el ser en la conciencia de cada ser humano. El filósofo francés parte de una distinción elemental: el ser en sí, que es característico de los seres sin capacidad reflexiva, y el ser para sí, que supone una conciencia activa. Frente a Hegel y Kant, Sartre sostiene que el ser es una apariencia: es lo que parece o, mejor, lo que aparece. Hay un ser en sí, que son las cosas y el mundo exterior al hombre, y un ser para sí, que es el proceso a través del que el sujeto se construye mediante el ejercicio de la libertad.
Como el hombre alberga el vacío en su interior (a eso lo llamará la nada), estamos condenados a ser libres. Ésta es la única determinación con la que nacemos: el imperativo de asumir nuestras propias decisiones. Existir es elegir. El ser humano tiene que actuar en función de sus propias normas.
El imperativo de elegir produce angustia, que nace de la radical libertad con la que hemos sido arrojados al mundo, de la necesidad de optar entre las múltiples elecciones que aparecen en cada momento. Esta exaltación de la libertad es incompatible con la existencia de Dios, que es una sublimación de la razón. «El hombre no es otra cosa que lo que él se hace», enuncia. Por el mismo motivo, Sartre se vuelve contra el romanticismo y contra el psicoanálisis, que considera como una mitificación de los sentimientos.
Estas son las ideas fundamentales que nutrieron el desarrollo del existencialismo, muy conectado a la crisis de valores y la destrucción física que sufrió Europa a lo largo de la Segunda Guerra Mundial. El mundo había cambiado, las certezas se habían derrumbado y el nacionalsocialismo se había revelado como una ideología criminal con efectos devastadores. Es en este contexto cuando surge 'El ser y la nada', un libro que en cierta forma es una reivindicación del humanismo al situar al hombre como centro de todas las cosas.
Sartre sostiene que no existe una ética común ni unas ideas que se puedan imponer al prójimo. Cada uno debe forjar su propia identidad en una relación dialéctica con el exterior, en una pugna con la nada. Esa afirmación sería compartida después por Albert Camus, que quedó fascinado por la personalidad de Sartre cuando le conoció durante la ocupación alemana.
'El ser y la nada' es un libro de notable extensión y nada fácil de leer. Como en las grandes obras filosóficas, hay que vencer al desaliento para llegar al final de sus páginas. Pero merece la pena el esfuerzo por la ambiciosa visión de su autor de crear un nuevo paradigma que fuera capaz de explicar las grandes contradicciones de su tiempo. Sartre se acercó posteriormente al marxismo, matizando algunas de las tesis de 'El ser y la nada', se aproximó al Partido Comunista francés, pero nunca fue estalinista. Creyó que las condiciones materiales de la existencia generaban desigualdad entre los seres humanos, pero no cayó en el determinismo ni negó la libertad.
A pesar del intento de demolición de su obra por filósofos como Althusser, Foucault, Deleuze y Derrida en los años 70, el pensamiento de Sartre sigue proyectándose sobre el futuro. Fue un gigante intelectual y el filósofo del siglo, un hombre que compatibilizó su presencia activa en la vida política con una reflexión metafísica que entronca con Descartes, Kant y Kierkegaard, aunque él seguramente no estaría a gusto con esta aseveración.
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