FOTOGRAFÍA
ORLAN: «Hay que estar constantemente rehaciendo la identidad»
madrid
A través de múltiples disciplinas, la francesa ORLAN ha ido modelando su cuerpo contra los cánones. PHE, desde el Círculo de Bellas Artes en Madrid, analiza su relación con la fotografía
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Todo hace presagiar que esta será una entrevista inusual: entrega antes de comenzar una guía para entender su trabajo; exige al fotógrafo hacerle las fotos con flash; pide leer el cuestionario dos minutos antes de que se le empiece a disparar las preguntas («es para asegurarme de que me hacen preguntas inteligentes», confiesa tras pasar este 'reconocimiento policial'). Y durante la charla, su discurso fluye y fluye, con dificultad para el interlocutor para insertar la siguiente pregunta. ORLAN se ha creado a sí misma desde sus inicios y está dispuesta a romper con todas las imposiciones. También las que desde el arte constriñen históricamente a la mujer. Sobre eso pivota su entrada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, uno de los platos fuertes de PHE'23.
—Dice no ceñirse a ninguna disciplina artística, pero esta muestra se centra en su faceta como fotógrafa. ¿Qué es lo que le atrae de la disciplina?
—Por formar parte de PhotoEspaña, la cita incide en la técnica. El comisario ha decidido hacer una especie de minirretrospectiva con obras fotográficas, pero yo hago escultura en mármol de Carrara, esculturas que se mueven y activan con mi voz; uso la IA; hago 3-D paintings; me interesa ultimamente la biotecnología y cultivo mis células y mi flora vaginal, intestinal y bucal; trabajo con la realidad aumentada… No dejo de renovarme y eso depende de lo que quiera expresar. Y todas mis obras son para mí manifiestos, que construyo siempre de la misma forma, conformando cuerpos.
—¿A qué se refiere?
—Me explico: construyo la columna vertebral de la obra, que ha de ser sólida, pues es la que va a soportar la materialidad de la pieza. La columna vertebral es, pues, el concepto, el enfoque del trabajo, que ha de ser previo. Cuando todo está sintetizado, definido, entonces me posiciono y me pregunto con qué material o con qué estilo la obra final se adecuará mejor a esa columna vertebral. Eso es la carne, la materialidad. Trato de controlar lo que quiero expresar porque creo en la responsabilidad del artista con respecto al público y a la Historia del Arte. No quiero hacer algo estético, para eso ya tenemos cortinas y muebles que decoran apartamentos. Eso hace que siempre haya un mensaje importante detrás de lo que hago.
—En cualquier caso, sí que se puede decir que la fotografía fue la técnica con la que se inició artísticamente. ¿Cómo fue ese momento y por qué le resultó útil?
—En esas primeras obras trataba de entender el cuerpo como una escultura. En algunos casos, esos cuerpos no tenían cara, de forma que usaba máscaras o empleaba el cabello para ocultar una identidad. O la pose. En esta cita hay dos obras básicas de esos inicios. Una es 'Intento de salir del marco', pues es lo que he tratado hacer toda la vida con mi labor. Porque todos estamos formateados de base pero se nos van fabricando marcos que nos impiden, desde la creatividad, conformarnos a nosotros mismos.
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Yo he tratado de inventarme a mí misma y de esculpirme a mí misma. La otra, al lado, 'ORLAN da a luz a su se amado', con la que ponía de nuevo en tela de juicio mi imagen. En ella no doy a luz a un niño, como mujer me negué a ser madre, sino que lo que sale de mis piernas es una especie de escultura, un personaje andrógino, que no se sabe si es un clon, un robot, mi doble, si es el otro, porque se refiere a la identidad y la alteridad.
—Habla de columna vertebral: siempre hay un cuerpo en su trabajo.
—En 'Desnudo bajando la escalera', también en Madrid, para mí era muy importante referirme a Duchamp, pero, sobre todo, hacer una foto de mí misma desnuda, en la que me muestro de manera contraria a como la mujer es presentada en las revistas desde un erotismo convencional. Yo trataba de hacer algo en lo que el cuerpo estaba deformado, el cuerpo se cuestiona con la perspectiva. Hay otra foto en la que se me vestida de madonna. Me parecía interesante mezclar medios muy diferentes entre sí, la escultura barroca a la que se referencia, la de Bernini, pero también el vídeo, en el que muestro un pecho, algo que no es anecdótico, pues esto es algo que le está vetado a la mujer, es un privilegio masculino, y así lo vemos en redes sociales hoy.
«Que solo la gente tonta ve belleza en las cosas bellas. La idea de belleza la marca una ideología dominante en un punto geográfico e histórico específico»
En esa obra se muestra dos veces el seno, que surge a través del ropaje, y, de forma redundante, en el vídeo. La obra hace referencia al Barroco, mostrando cómo toda imagen está totalmente construida, y por eso los elementos de construcción del fondo, ladrillos falsos, de plástico, para evidenciar la relación entre lo auténtico y lo falso, al tiempo, en la misma imagen. Eso es lo que me enseñó el Barroco. En la tradición cristiana se nos pide escoger entre el Bien y el Mal. En el Barroco, sin embargo, Santa Teresa, la de Bernini incluida, goza de un éxtasis que es al mismo tiempo estático.
—El único desnudo masculino lo aborda en 'El origen de la guerra'.
—Es una respuesta al 'Origen del mundo' de Courbet, para mí, el referente más abominable. Desde luego es un cuadro muy bien pintado, pero el artista le cortó la cabeza, las manos y las piernas a la modelo. Es una especie de 'serial killer' muy sádico para mostrar únicamente el lugar de la reproducción y del sexo. Y muy a menudo a las mujeres se las reduce a eso. Lo que quería comprobar era qué ocurría cuando hacías lo mismo con un hombre, cuando pones en evidencia su sexo. En mi trabajo hay siempre un poco de humor. Aquí esto está claro. Retomo además el marco de la obra original del Orsay, que fotografío e integro, y la medida de la obra para que sea realmente su equivalente.
—Sin duda, la exposición del Círculo deja claro su deseo por reescribir la Historia del Arte, el papel de la mujer en la misma. ¿Es la redefinición del canon de belleza lo que más le ha interesado o la invisibilización de la mujer?
—Son las dos cosas. Se puede decir que toda mi obra cuestiona el estatus del cuerpo en la sociedad, todas las presiones culturales que se ejercen sobre el mismo. En nombre de la tradición se han cometido muchas tropelías y estupideces. Se siguen haciendo. La ablación del clítoris, por ejemplo. Su origen ha sido siempre religioso o político, e inciden en la mujer, pero también en el hombre. Con mi obra he buscado cortar los barrotes de una jaula.
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Obviamente hay progresos, la visibilidad de la mujer artista es evidente, pero son pocos con respecto a los que tendrían que ser. Las artistas, por ejemplo, venden a precios muy inferiores a los de los hombres. Son muy pocas las que se mueven en las altas esferas de las ventas. Esto es totalmente anormal, como lo es que para la misma profesión las mujeres cobren menos.
En lo que respecta a los cánones de belleza, me interesé por la cirugía estética y todos los estereotipos que proyecta. Las mujeres que la emplean lo que buscan es parecerse a un modelo que se les ha mostrado como el bueno. Yo he tratado de reinventarme desde la cirugía estética huyendo de esos modelos. La desordenaba, la desviaba de sus costumbres. Cambiaba la estética del mismo quirófano, retrasmitiendo vía satélite las intervenciones leyendo a los clásicos de la filosofía y respondiendo a preguntas. Lo hice desde el mismo Pompidou. Me coloqué implantes de pómulos en las sienes en un intento de que el resultado no aportara belleza sino extrañeza, fealdad.
—¿Funcionó? Ahora nos hemos acostumbrado.
—Al principio sí: me llamaban loca, abominable, yo era una nueva «impresionista». Pero también los impresionistas fueron asumidos por el mercado. Ya ilustran cajas de bombones y se venden por millones. Se pasó de agredirme a que ahora me digan que soy guapa. Yo les digo: «¿No ves que tengo dos bultos?». A lo que me responden que me sientan muy bien. Pero logré decir lo que quería decir y desmontar lo que quería desmontar. Los prejuicios. Que solo la gente tonta ve belleza en las cosas bellas. La idea de belleza la marca una ideología dominante en un punto geográfico e histórico específico.
—En lo que a canon de belleza de refiere, eso le ha llevado a trabajar con otras tradiciones artísticas, la africana, la precolombina. ¿Son estas más benevolentes con la mujer?
—Podemos hablar de tres etapas en mi obra: una de arranque de descubrimiento de mi misma y de cuestionamiento con respecto a la sociedad occidental y cristiana. Luego, las operaciones quirúrgicas sirvieron de bisagra hacia un tercer grupo de trabajo en torno a las culturas no occidentales. Porque es cierto que todas las culturas han buscado construir los cuerpos y también los pensamientos que contienen dentro. El otro es el otro y siempre tiene a culpa de ser el otro. No se tiene razón por ser el otro y hay que adaptarse para ser aceptado. Y en las otras culturas también se somete a la mujer, una manipulación terrible de su cuerpo. Africanas que han de alargar su cuello para que los hombres «empalmen». Pero es que las mujeres estamos tan construidas que hemos incorporado lo que nos hace sufrir o nos hace pensar que somos bellas.
—Cuando decide intervenir quirúrgicamente su cuerpo a modo de denuncia, ¿no lo convirtió con ello en otro objeto, aunque se tratara de un objeto artístico?
—No lo creo. El mío ha sido un cuerpo esculpido, redefinido, fruto además de una decisión personal. De forma que no tiene nada que ver con un objeto. Además no considero el cuerpo como algo sagrado. No creo en Dios: puedo definir personalmente lo que tengo que ser, lo que quiero ser o lo que me parece correcto ser. Siempre digo que habría que erradicar las religiones porque estas son creadas por los hombres para ejercer su poder y extender su patriarcado, su sexismo y su machismo. También fabrica guerras, genera comunidades que han de luchar entre sí para imponer su ley.
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Se tendría que prohibir a los padres que conculcaran una religión a sus hijos, en el fondo es un abuso de poder: por nacer en un lugar determinado tienes que ser musulmán, hebreo o católico. No decides. Y luego está su aparente separación del Estado. Política y religión se apoyan la una en la otra para someter a la población. Tenemos ahora un ejemplo clarísimo en la Rusia de Putin, con el patriarca ortodoxo bendiciendo la invasión ucraniana y diciendo que la guerra es totalmente necesaria. Los cristianos tuvimos la Inquisición, tantas cosas asquerosas. Y no importa la religión, todas discriminan a las mujeres.
—Es inevitable preguntarle por Picasso, ahora que se cumple 50 años de su fallecimiento y tanto se cuestiona la misoginia del pintor. Dice que usted no le juzga en sus 'Autohibridaciones' con Dora Maar. ¿Cuál es la intención entonces?
—Las de la serie 'Las mujeres que lloran' son obras anteriores al aniversario picassiano. Forman parte del conjunto de 'hibridaciones', de las que he hecho muchas a lo largo de mi carrera. En este caso, la base era el collage, mezclando las figuras picassianas con partes de mi rostro, una oreja al revés, mi nariz desubicada, mis bultitos operados, porque quiero hablar desde mi propia emancipación y de mis modificaciones corporales; con la boca abierta, gritando, dispuesta a morder.
«He luchado toda mi vida, de la mañana a la noche, en lo privado y en lo público, con mi obra, para que las cosas cambien y cuando había una pequeña esperanza, todo se vuelve a emponzoñar»
No se trataba de criticar a Picasso, o a Dora Maar, una pareja tóxica, de la que ella podría haberse alejado. Lo que me parecía importante era hablar de todas las mujeres que están en la sombra, incluso todavía hoy, y decirles: «despertaos». «Dejad de ser un objeto». «Sed sujetos y hablad alto y fuerte». Haced vuestra aparición en sociedad de forma impactante. Y si es necesario, poneos a chillar y a morder. Hay que salir de la sombra. No es posible que en pleno 2023, en un país como el mío, haya profesiones aún reservadas a los hombres, que haya tantas mujeres que no sean conscientes de cómo «son fabricadas».
—Ha sido siempre curiosa en el uso de las técnicas. Creo que ahora investiga las digitales, el NFT, la IA. ¿En qué sentido son útiles para usted?
—No tengo claro si son útiles, pero son fenómenos sociales que están ahí y mi deseo es apropiármelos, estudiarlos, para desordenarlos, con una distancia crítica. Para ParisPhoto preparo algo con NFTs pero también tengo otro gran proyecto que no puedo desvelar aún pero que será muy impactante. También estoy desarrollando un robot de mí misma para Sao Paulo.
Pero me gustaría decir que la IA es un titular, un golpe de efecto. No existe una inteligencia artificial. Podemos tener distintas inteligencias naturales, complementarias auxiliares, porque desgraciadamente los seres humanos tenemos una memoria limitada. La IA almacena millones de informaciones pero precisa de algoritmos bien hechos para conectarlas, hacerlas cognitivas. Lo que nosotros no podemos hacer porque nuestro cuerpo está obsoleto, en un mundo en el que cada vez va más rápido y en el que no podemos memorizar millones de datos de su Historia, la IA ayuda.
—Con las 'Autohibridaciones' y las 'Autohibridaciones entre mujeres' no deja de generar nuevas identidades para sí misma. ¿Qué hay de estático o permanente en usted?
—Por ejemplo está mi voz. Es mi columna vertebral. Me permite expresarme, hablar con el otro. Pero estoy totalmente a favor de las identidades nómadas, del movimiento. Las sociedades fijas, sabemos de sobra cómo pueden acabar en una guerra contra otra sociedad fija. Creo que hay que estar constantemente rehaciendo nuestra identidad. Todos nos tenemos que salir del marco, si no en el que nos han metido los demás, en el que nos metimos nosotros mismos.

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El mundo cambia, se mueve. No soy tecnófila ni tecnófoba. Trato únicamente de vivir intensamente mi época. Ni en mis sueños más locos podía imaginar de adolescente que tendría en algún momento un androide en el bolsillo. El móvil no es un mal, es un plus, sin embargo, cuando salió yo tenía amigos que me decían que jamás usarían uno, que ellos jamás se sentirían atados o vigilados como un perro. Es ridículo. Cuando yo no quiero escuchar a alguien, lo apago. Y lo enciendo cuando me da la gana.
—¿Tal vez el nombre es lo más estático en usted? ¿Por qué decidió llamarse ORLAN?
—Sí, aunque también podría cambiarlo. Fue una decisión importante que tomé en un momento de mi psicoanálisis. Mi psicoanalista se dio cuenta de que cuando firmaba los cheques firmaba en mayúsculas, aunque había una letra que me saltaba. Y no firmaba 'PORTE' [su apellido], sino 'MORTE' (muerta). Cuando me di cuenta decidí no volver a estar nunca más muerta y resaltar la sílaba 'OR' (oro), pero en vez de apostar por un oro vivo o rápido, opté por un oro lento, que es a lo que suena ORLAN en francés.
—¿Es optimista con las políticas feministas implementadas en los últimos años?
—Cuando ves a Erdogan reelegido después de decir que no puede ser que las mujeres se igualen al hombre te frustras, piensas que todo es un asco… Cuando te das cuenta de que en muchos países es casi imposible abortar, en Estados Unidos, donde se vuelve a legislar contra la práctica, asumes que todo es una falta de respeto hacia las mujeres. El mundo se está dividiendo en dos bloques: los evangelistas y los musulmanes. Tengo miedo y estoy preocupada. Estoy desconsolada. He luchado toda mi vida, de la mañana a la noche, en lo privado y en lo público, con mi obra, para que las cosas cambien y cuando había una pequeña esperanza, todo se vuelve a emponzoñar.
Y me alucina ver a toda una batería de jovencitas, las 'influencers', que no son conscientes de que vuelven a implementar en miles de seguidoras la idea de que la mujer es un objeto, que está hecha para ser monísima, para cocinar, para tener niños, todo lo que las generaciones anteriores intentaron cambiar. Hasta tal punto esta todo loco que empieza a cundir la idea en los chicos más jóvenes, que se consideran a sí mismos «masculinistas», que la mujer ha de volver a casa, que ya basta, que alguien tiene que estar a su cuidado y del de los niños, obviamente las mujeres. No sé hacia dónde vamos, el ascenso de la ultraderecha, todos los miedos posibles se vuelven a instaurar.
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ORLAN
ORLAN Esta es mi Historia... del Arte Círculo de Bellas Artes. Madrid. C/ Marqués de Casa Riera, 2. Comisario: Alain Quemin. Hasta el 3 de septiembre
—Tampoco es muy amiga de los nacionalismos…
—¡Es que para mí es tan ridículo! Ni si quiera me enfada, me parto de la risa, con Ucrania ahí, delante de las narices demostrando que no hay ni una única nación soberana, que el trigo nos viene de un lado, el petróleo de otro, el gas y el litio de otros… Todos los materiales que necesitamos no están en un único lugar. Queramos o no estamos ligados los unos a otros. Lo ideal es que estuviéramos en perfecta simbiosis. Pero eso es una utopía.