ILUMINACIONES
Lawrence Durell, el laberinto indescifrable
El autor británico narra en 'El cuarteto de Alejandría' las convulsiones y las pasiones de unos personajes cuyos destinos se entrecruzan

Siempre me han gustado los libros largos, muy largos. Amo el placer de leer lentamente la primera página con la certidumbre de iniciar un camino que me costará tiempo y esfuerzo recorrer. Siempre con la expectativa de que me iré adentrando en la trama y ... llegaré a la meta. 'El cuarteto de Alejandría' de Lawrence Durrell tiene alrededor de 1.500 páginas, más o menos según las ediciones, y, como su nombre indica, está formado por cuatro novelas que conviene leer en el orden en el que las escribió su autor: 'Justine', 'Balthazar', 'Mountolive' y 'Clea'. Los nombres obedecen a cuatro de los protagonistas de la obra, que no es una saga sino un puzzle en el que Durrell salta de adelante hacia atrás en el tiempo para contar los amores y desamores de unos personajes que sitúa en Alejandría en los años 30 y comienzos de los 40. Las cuatro entregas fueron publicadas en el periodo comprendido entre 1957 y 1960.
El escritor inglés, nacido en la India en 1912, había vivido en Alejandría como agregado de prensa de la embajada británica. Durante los años que residió allí, quedó subyugado no sólo por el aire decadente de la ciudad sino, sobre todo, por el carácter híbrido de la población, donde convivían musulmanes egipcios, sirios, griegos y judíos.
Gran crónica
Alejandría es la verdadera protagonista de la tetralogía. El calor asfixiante, la humedad, el lago Mareotis, la herrumbre, la miseria y las casas que parece que van a ser tragadas por el desierto son el trasfondo de esta gran crónica de Durrell en la que los hilos del destino mueven a los hombres. «La ciudad nos usaba como su flora, precipitando conflictos en nosotros que eran de ella y que nosotros creíamos erróneamente que eran nuestros», escribe. Todo es relativo y efímero en esta contradanza de los personajes que parecen una cosa, pero que en realidad son otra si es que se puede decir que poseen alguna esencia porque, como apunta Heráclito, todo fluye en el incesante devenir que convierte los asuntos humanos en algo insignificante en el infinito curso del tiempo. Esto se nos revela claramente en Mountolive cuando el diplomático que da nombre a la tercera novela asegura que Justine no está enamorada de Darley, el 'lter ego de Durrell, sino de un escritor fracasado llamado Pursewarden. Justine es una bellísima egipcia casada con Nessim, un banquero que la idolatra y tolera sus infidelidades. La historia de la relación de Darley y Justine es el hilo conductor de la primera entrega.
En la segunda, la narración pasa a ser contada por Balthazar, un médico homosexual, que es amigo de Darley y en el cual podemos encontrar una trasposición del personaje de Kavafis, el gran poeta de la ciudad. Balthazar observa la relación de Darcey con Justine como un signo de la fascinación de Occidente sobre Oriente con una mirada teñida de incomprensión. Justine es presentada como «una hija auténtica de una Alejandría que no es ni griega, ni siria, ni egipcia sino un híbrido».
Todo es subjetivo y el lector se mantiene en una perplejidad que le hace dudar de la realidad de lo que está leyendo
En 'Mountolive', la tercera, considerada como Durrell como la clave de bóveda que sostiene la narración, el diplomático aporta un nuevo punto de vista en el que aparecen con una luz diferente lo que parece manifiesto en las dos primeras novelas. El joven Mountolive inicia una relación con la madre de Nessim, una mujer mucho mayor que encarna una sabiduría ancestral. Y ello mientras se producen una serie de hechos trágicos como el suicidio de Pursewarden.
En las tres primeras entregas hay continuos saltos en el tiempo y diferentes puntos de vista. Todo es subjetivo y el lector se mantiene en una perplejidad que le hace dudar de la realidad de lo que está leyendo. Esto cambia en 'Clea', la última novela, en la que Darley, refugiado en una remota isla griega con la hija de su primera amante, cuenta la tragedia y el destino de los personajes en un mundo destrozado por la II Guerra Mundial. 'El cuarteto de Alejandría' no es obviamente una novela de acción. En realidad, no pasa nada. Lo que Durrell hace magistralmente es profundizar en el carácter de sus personajes, atrapados por sus sentimientos y las volátiles relaciones de una ciudad vieja y cínica, donde la moral es una convención que nadie se toma en serio.
Vida nómada
Lawrence, hermano de Gerald, también famoso escritor y zoólogo, tuvo una vida nómada y muy agitada sentimentalmente. Se casó cuatro veces y vivió en Inglaterra, Grecia, Egipto, Chipre y la Provenza francesa, donde murió en 1990 a los 78 años. Aunque no logró el Nobel, como se merecía, su obra ha ido creciendo con el paso del tiempo. Leer 'El cuarteto de Alejandría' no sólo es una actividad placentera para las próximas vacaciones, sino que además ofrece un gran retrato de una humanidad doliente que nunca cambiará.
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