PUES DICES TÚ
Para gustos, los colores
Una nueva entrega de la serie que cada semana nos regala Rodrigo Cortés

Las dos personas normales caminan por los pasillos de un museo de arte moderno más indiferentes que pasmadas. No hay juicio en la mirada, sólo atención.
La primera persona normal habla en primer lugar.
—Mucho verde, ¿no?
—¿Cómo? ... —Mucho verde en general.
—Ah. Sí.
—Igual es que está de moda el verde. Me esperaba más rojo.
—Pues ahora que lo dices…
—El rojo es como más moderno, ¿no? Como más de ahora.
—También hay amarillo…
—Igual es lo que se lleva este año. Verde y amarillo. Igual el rojo es más de antes.
—¿De antes de qué?
—De antes de la pandemia.
—Ah, ya. Ahora ya no hay pandemia, ¿no?
—Creo que no. La han quitado. La Comunidad Económica Europea, me parece.
—La habrán prohibido.
—Pues seguro.
—Pues igual. Y, como no hay pandemia, pues ya no hará falta el rojo.
—Igual es por Alemania. Por el Mercado Común.
Las dos personas normales se detienen delante de un lienzo enorme. (Bastante verde y amarillo, esa es la verdad).
—¿Tú qué dices que es?
—¿Cómo?
—¿Tú qué dices que es?
—No, si te había entendido a la primera, estaba haciendo tiempo. Para mí que es un prado al sol.
—¿Con el amarillo debajo?
—Es que es moderno.
—Ah, ya.
La segunda persona normal entorna entonces los ojos. Luego los frunce.
—Para mí que es un sentimiento.
—¿Qué sentimiento?
—Aún no lo sé…
La segunda persona normal frunce la mirada más aún. La primera la imita lo mejor que puede, pero se rinde.
—Nada, no me viene nada. ¿A ti?
—Tampoco.
—¿Esperamos o seguimos?
—Seguimos, seguimos.
—Venga.
Las dos personas normales reanudan la marcha, animosas. Sin dejarse intimidar por las dificultades de la exégesis.
—Pues dices tú, pero aquí se respira paz.
—Eso es porque la gente está concentrada, y al final se nota.
—¿Y qué me dices de los de las sopas?
—¿Quién de las sopas?
—Los que les echan sopa a los cuadros. Los que se pegan a la pared.
—Ah, ya. Es por el bien del planeta.
—Si es por el bien del planeta, que no tiren la sopa, digo yo, que hay gente que se muere de hambre.
—Eso sí. Que tiren papeles, ¿no?
—O que peguen un chicle, o algo. Cosas que no alimenten. Y que frieguen luego.
—Igual es para tener más rojo.
—Ah. Eso sí puede ser, porque la verdad es que hay poco rojo, ¿no te parece? Por eso no nos vienen los sentimientos.
—Pues igual. Porque a mí el rojo me pone de muy mala leche.
—¿Lo ves? Por eso los cirujanos van de verde, para que te relajes. Y para que no se te note la sangre.
—Menos se notaría en el rojo, ¿no?
—Sí. Eso sí.
Las dos personas normales detienen la marcha ante otro cuadro, este más bien pequeño. La primera persona normal es quien entrecierra ahora los ojos.
—Mucho azul, ¿no?
—Para mí sí.
—Y eso son como grumos, ¿no?
—Los hacen adrede, me parece. Con la brocha, o algo.
—Y eso es un poco de rojo, ¿no?
—Pero muy poco. Para mí no puntúa casi.
—Y eso es como una flor.
—Es la firma, me parece.
—Pues será la firma, pero es como una flor.
—Sí, eso sí.
Las dos personas normales están cada vez más concentradas.
—Muy bien el marco, ¿no?
—Incomparable.
—Al marco se pegan también, me parece. Los de la sopa, digo.
—Y, si tiran fuerte, ¿qué?
—Pues se cargarán el marco. Y a ver quién lo repara luego.
—Pues restauradores, ¿no?
—Creo que no. Creo que los restauradores restauran lo de dentro. Lo que no sé es lo de dentro cómo se sabe cuándo está mal.
—Comparando, digo yo.
—¿Con qué?
—Con una foto que tengan de antes.
—Ah, ya. Lo fotografiarán todo antes con el móvil.
—Seguro.
—Y así verán si sobra o falta azul. Aunque, para gustos, los colores, como digo yo.
—Igual los restauradores ponen un poco de su parte. Un detallito.
—Igual les dejan.
—Igual sí.
—Una gotita.
—Su toque.
—Tampoco es que fuera a notarse.
—Por eso digo.
—Por eso.
Las dos personas normales bucean otro poco en la pintura. Parecieran estar imaginándose bien pegadas a la pared, en busca de un mañana mejor. La segunda persona normal —más impaciente— mata el momento.
—Pues seguimos, ¿no?
—Sigue tú, que a mí me está viniendo algo…
—¿Un sentimiento?
—Creo que sí.
—Pues me dices luego, ¿vale?
—Vale.
—Pues venga, adiós
—Avísame si ves más rojo.
—Vale, vale. Yo te aviso.
—Venga, dale.
—Adiós, adiós...
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