LA TALAVERANA
La belleza del fracaso
Desde antiguo se cantaron las gestas, pero también el modo en el que la desgracia y la desventura persiguen al animal humano
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El fracaso es una experiencia no optativa. No existe ninguna biografía, por desgraciadamente corta que haya sido, que no haya tenido contacto con las mil maneras en las que un humano puede fracasar. Tal vez por eso existe una belleza inherente a esta experiencia. El ... éxito es luminoso y excepcional y los milagros se celebran, precisamente, por su condición insólita. Hay un modo en el que lo bello se da de forma paradójica, imprevista y hasta ilógica. Hay, por supuesto, una belleza en el fracaso hasta el punto de que podríamos rubricar la existencia de un arte del fracasar.
Desde antiguo se cantaron las gestas, pero también el modo en el que la desgracia y la desventura persiguen al animal humano. Ahí está Edipo, errando sin quererlo hasta el exceso, y ahí encontramos también el doliente cuerpo de Héctor que terminaría por llorar su padre. Sería demasiado ingenuo retratar a los humanos como unos seres triunfantes puesto que el fracaso es nuestro dominio habitual. Lo raro, lo extraordinariamente extravagante, es que la realidad se adecue a nuestra voluntad. Intentamos demasiadas cosas y sólo conseguimos algunas. Confiar en que si quieres puedes es una imbecilidad porque aunque no quieras es seguro que acabarás por fracasar.
El fracaso humano es la celebración de nuestro límite, la revancha postrera que toda realidad impone
Esa es, probablemente, la cláusula más valiosa del fracaso: que enmarca los límites de la voluntad humana y que perimetra nuestro límite. Es aquello con lo que Epicteto comenzó su célebre 'Manual': hay cosas que dependen de nosotros y otras que no dependen. El fracaso humano es la celebración de nuestro límite, la revancha postrera que toda realidad impone sobre nuestra voraz voluntad.
Fracasar implica el fracaso en sí y su conciencia, por lo que tiene un valor especialmente lúcido cuando no existen testigos. La asunción del fracaso es la marca en la frente de Caín, por eso pecado, error y fracaso en griego se nombran con la misma palabra. Pero fracasar no es sólo un error, ni por supuesto es, como nos recuerdan los 'manualillos' de aeropuerto, la antesala de ningún éxito. El fracaso que vivimos cada día es la justa soberanía que la realidad sanciona sobre nosotros.
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