Juan Manuel de Prada - Raros como yo

Zun-zu-ne-gui

Cargado en vida con un absurdo sambenito de gafe, Zunzunegui fue sin embargo un escritor a la altura de Baroja

Fernando Fernán Gómez adaptó al cine la novela de Zunzunegui «El mundo sigue»

Silabeamos el apellido de Juan Antonio de Zunzunegui (1900-1982) para que el lector pueda resarcirlo mínimamente del oprobio que los envidiosos le arrojaron en vida, tachándolo de gafe e imponiendo la sórdida y malévola costumbre de silenciar su apellido, que era sustituido por un piojoso Zeta Zeta. No se sabe a ciencia cierta quién colgó sobre Zunzunegui este sambenito ( Gregorio Morán se lo atribuye a Cela , tal vez porque a Cela se le atribuyen todas las fechorías; e Ignacio Soldevilla apunta, creemos que con mayor tino, a César Gónzalez-Ruano ); pero no nos cabe duda que fue una malignidad dictada por la envidia.

Porque Zunzunegui fue un novelista excepcional . Superior, desde luego, a sus coetáneos Sender o Max Aub ; y superior también a los narradores de la generación que le sucedió, incluyendo a Cela y Delibes . Seguramente Cela o Delibes tuviesen una técnica más depurada y un olfato más desarrollado para captar las preferencias estéticas del momento; seguramente completaron obras más pulidas, menos desiguales y entremezcladas de ganga que las de Zunzunegui, pero en densidad humana, en intuición y brío narrativo , en alegría de contar, Zunzunegui es un novelista que sólo admite parangón con Baroja .

Verdades ásperas

Como Baroja, Zunzunegui es deslavazado, descosido, un poco remendón y amigo de las tramas a salto de liebre; pero está lleno, también como Baroja, de verdades hondas y ásperas que vemos moverse vivas ante nuestros ojos, encarnadas en personajes arañados por el infortunio, desportillados por el desprecio, palpitantes y fieramente humanos . Es verdad que en Zunzunegui hay una veta arnichesca que a veces resulta un poco enfadosa; y que su escritura pujante se aventura en digresiones estrafalarias; y que con frecuencia resuelve las situaciones de forma chapucera; y que recurre con exceso a la pincelada chusca o sicalíptica. Pero la vida también es chusca y chapucera, arnichesca y estrafalaria; y Zunzunegui , en la captación de esos tropezones y tiros por la culata que la vida tiene, fue un escritor superdotado , como también lo es en la vivisección de las tragedias con olor a estufa mal purgada de las criadas desnatadas por su señorito borracho, de los perillanes que se vuelven al chiscón con las tripas horras y las suelas de los zapatos agujereadas, de las piculinas con cándidas en el coño y en el alma, de los oficinistas que tienen que lamerle el culo a su jefe de negociado, a cambio de llevarse sólo las zurrapas. Todo tan sórdido y conmovedor, sentimental y desalmado como la vida misma .

Fue un escritor superdotado en la captación de esos tiros por la culata que la vida tiene

Y el caso es que Zunzunegui no pertenecía, por familia y formación, a ese mundo menesteroso y desharrapado. Único varón de seis hermanos, había nacido en Portugalete, en el seno de una familia burguesa que se había enriquecido con el negocio del hierro, y estudió leyes a regañadientes, escondiendo bajo los mamotretos jurídicos los volúmenes de Galdós y Balzac que devoraba con fruición (muchos años más tarde, mientras mostraba las estanterías de su biblioteca a los visitantes, presumía de que sus obras ocupaban más espacio en los anaqueles que las del autor de «La Comedia Humana» ).

Todavía en Bilbao frecuentó la tertulia legendaria del Lyon d’Or , donde coincidió con quien fuera su ídolo de adolescencia, Rafael Sánchez Mazas . Allí contraería el virus de la literatura, que luego cultivaría en Salamanca (donde conoció a Unamuno , que prologaría su primera novela) y Madrid, donde se instalaría definitivamente a la conclusión de la Guerra Civil. Aunque se había adherido desde primera hora al falangismo, Zunzunegui evolucionó hacia posiciones críticas que le fueron ganando cierta animadversión entre el oficialismo franquista, acentuada por el tono agrio y poco complaciente de sus obras , por las que desfilaban estraperlistas y logreros, toreros con chirlos en la jeta y zorrupias muy guitarreadas ya, tan guitarreadas que deslucían la fiesta del desarrollismo.

Proscrito con sillón

Así poco a poco Zunzunegui fue siendo orillado , hasta que se decidieron a colgarle el sambenito del mal fario, que acabó de convertirlo en un proscrito, aunque fuera con premio Fastenrath y sillón en la Academia .

Pero si los envidiosos lograron descabalgarlo del puesto señero que le correspondía en la literatura, no consiguieron en cambio agostar su inspiración, que siguió brindando novelas de gran tonelaje hasta el fin de sus días , estremecidas de amor doliente y humor corrosivo, muy ajetreadas de personajes peritos en desengaños y cucañistas de infortunios, a punto de vomitar su desconsuelo y su virgo fiambre en cualquier esquina, por no cortarse las venas (puesto que ofende a Dios).

Con ocasión del rescate de « El mundo sigue », la soberbia película de Fernando Fernán Gómez (soberbia, sobre todo, por captar el alma de la novela homónima de Zunzunegui), se volvió a mencionar de refilón a este gran proscrito de nuestra literatura. Pero aún sigue en la clandestinidad de los cajones de saldo su obra llena de títulos memorables –«La quiebra», «La vida como es», «Esta oscura desbandada», «El premio» y tantas otras– donde el curioso lector podrá comprobar cómo son maltratados los inocentes, enaltecidos los culpables, menospreciados los buenos y sublimados los malos, tal como fray Luis de Granada nos advirtió que ocurre en este mundo dejado de la mano de Dios.

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