ENTREVISTA

Yasmina Khadra: «No hay cosa más bella que el mal»

El famoso escritor argelino -algunas de sus obras han sido llevadas al cine- se adentra con su nueva novela en las contradicciones de la sociedad árabe contemporánea

Yasmina Khadra Ignacio Gil

Marina Sanmartín

Mohammed Moulessehoul , más conocido como Yasmina Khadra (Kenadsa, Argelia, 1955), es uno de los autores árabes más traducidos. Eso pienso mientras me enseña la foto de sus dos hijas, que lleva como fondo de pantalla en el teléfono móvil. Así desafía todos mis prejuicios. Creador del comisario Llob , protagonista de la famosa Trilogía de Argel , y autor de numerosos éxitos literarios, muchos de ellos adaptados al cine , no se expresa como el hombre severo que se podría esperar de su pasado militar en el ejército argelino y su cruenta ficción, sino más bien como un vehemente pensador, casi un poeta, que tras triunfar con novelas como El atentado o Khalil , centradas en el terrorismo, se ha sumergido con su nuevo título, La deshonra de Sarah Ikker , en una realidad invisible, la que amenaza la estabilidad de un matrimonio magrebí, afincado en Tánger y marcado por el estigma de la violación. «Quería escribir sobre la fragilidad de la pareja, que es una especie de talismán precioso y al mismo tiempo muy expuesto. Basta una rozadura para que, como un cuadro, pierda su valor».

En «La deshonra de Sarah Ikker» lo más interesante es que adopta el punto de vista del marido de Sarah, Driss. En cierto modo, él también se siente una víctima de lo ocurrido.

Es que lo es, porque ama a su mujer, y no escapa a la dictadura de la rumorología. Cuando se forma parte de una situación tan difícil como la que aborda la novela, la de un abuso sexual, reconstruirse a uno mismo es complicado, si no imposible.

¿Y cree que un lector europeo va a comprender las actitudes de sus personajes magrebíes ante la situación?

Ese no es mi problema, no importa el origen del lector. Escribo para gente adulta e inteligente, no extremista. Intento que quien me lea descubra una nueva interpretación del mundo.

De todas formas, en lo esencial y ante el horror, aunque provengamos de culturas diferentes tampoco nos diferenciamos tanto…

No y, sobre todo, no cuando se trata de abordar las desigualdades entre el hombre y la mujer. El hombre siempre y en todas partes ha sido injusto en este aspecto, tiene miedo de asumir que a menudo la mujer es mucho más inteligente y más valiente que él.

De hecho, los personajes femeninos de su novela rompen el tópico y muestran las dos realidades de la mujer en Tánger, la formal y la oculta.

Las mujeres del Magreb han comprendido que ya no tienen nada que esperar de los hombres y deben conquistarlo todo por ellas mismas, porque el hombre teme perder sus privilegios y no quiere compartir su autoridad; no ve que está en la periferia de su propia realidad, mientras que la mujer está en el centro, es el auténtico sostén de la mayoría de las cosas. El hombre es el árbol que capta nuestra atención, pero la mujer es el bosque.

«Las mujeres del Magreb han aprendido que deben conquistarlo todo por ellas mismas»

Su novela respalda esta opinión, en ella todos los personajes masculinos son débiles y corruptos... la corrupción es el otro gran tema de esta historia.

Sí, pero de una manera universal. Quería escribir sobre la corrupción del alma, que afecta a todos los ámbitos.

Me gusta el concepto. ¿«La corrupción del alma» define nuestro tiempo?

Bueno, hace ya mucho que el alma del mundo está corrupta. Hemos dejado de escuchar a los sabios y a la conciencia, y despreciamos la Verdad.

¿Hasta qué punto ya no valoramos la creación artística como posible remedio para esta corrupción?

Hemos olvidado que los verdaderos profetas de la tierra son los creadores, que nos aportan alguna luz... sin darle al Arte el valor protagonista que merece, la sociedad está perdida. El horror avanza cuando se destruye el talento.

¿Escribe por el placer de escribir o porque siente que debe contar estas cosas?

Escribo porque es mi vocación, mi naturaleza.

Hay un empeño en sus historias por dejar claro que nunca podemos conocer al otro por completo.

Es imposible saberlo todo de quien tenemos enfrente. Pensar que podemos apropiarnos de alguien y controlarlo es un error. Con el amor tampoco funciona, un pequeño detalle puede hacer que caigan las máscaras. Todos somos débiles e intentamos forjarnos en el amor del otro, que nos soporta y nos da confianza...

A veces también nos destruye...

No, el amor nunca destruye, siempre es una influencia exterior la que destruye el amor.

«Hace tiempo que hemos dejado de escuchar a los sabios y a la conciencia»

¿Y por qué tememos tanto mostrarnos a los demás? Sus protagonistas comparten un miedo terrible a que se sepa la verdad. Sin embargo, usted parece muy seguro de sí mismo.

Ser uno mismo requiere una tremenda valentía y, al mismo tiempo, depende de una decisión muy simple. Nos aceptamos o no, y con esto decidido, afrontamos las críticas. Hay un proverbio saharaui que dice: quien pierde la faz una vez lo pierde todo al mismo tiempo.

¿Cuál es el reto que le queda por cumplir en su literatura?

La creación literaria se parece mucho al mito de Sísifo. Se trata de construir un universo desde cero una y otra vez. En mi obra perviven ciertos matices que la identifican y cohesionan, pero de una novela a otra varío el estilo. Muchos escritores buscan repetirse; yo, sin embargo, me distingo por ese cambio constante de voz, que defino cuando trabajo en las primeras páginas. Primero doy con el ritmo adecuado, luego me aseguro de construir una buena atmósfera y, si lo logro, el texto avanza fácilmente.

También lo identifica la presencia constante del mal en su ficción.

Es que no hay cosa más bella que el mal, tiene un encanto que nos embruja, porque nos remite a nuestro final, nos hace ver que somos nada, y eso nos estimula a soñar. El mal nos recuerda que somos mortales y alienta nuestra lucha contra la fatalidad. Podemos ser mucho más que víctimas o cadáveres.

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