ARQUITECTURA

¿Y si muriese Venecia?

Sobrevivió a pueblos invasores y tiranos, pero la Ciudad de los Canales no podrá hacer frente por más tiempo al último azote: el de las hordas de turistas. La Unesco le da hasta diciembre

San Marcos acosada por las inundaciones y los turistas en una imagen de 2015

MARINA VALCÁRCEL

Clasificada como Patrimonio Mundial de la Unesco en 1987, Venecia se muere, esta vez no ahogada por las crecidas del Adriático, sino asfixiada por el turismo de masas. La Unesco ha alargado el plazo hasta diciembre para cumplir a rajatabla las 12 condiciones que podrían salvarla de entrar en la lista de ciudades Patrimonio de la Humanidad en peligro junto a Alepo, Damasco o el centro histórico de Viena.

Hacia las 9:30 de la mañana, al atravesar el Campo Santa María Formosa hacia San Zaccaria, aún se puede sentir Venecia con sus niños camino del colegio, el quiosco con sus montones del « Corriere della Sera » frente a «Il Gazzettino», y el dialecto veneciano de los jóvenes que bajan de una lancha para el puesto de verduras de la plaza grandes mazos de albahaca, achicoria y tomates y berenjenas. A pocos metros, una veneciana septuagenaria defiende una de las librerías que quedan en Venecia: « Tenemos miedo de que nuestra ciudad se convierta en Las Vegas sobre el Adriático», dice mientras señala un único libro que parece lanzar un grito desde el escaparate, «If Venice Dies», de Salvatore Settis . A la voz de este antiguo profesor que dirigió el Getty Center de Artes en los noventa se aferran los venecianos. Settis nos interpela con una pregunta urgente: ¿ Cuánto más podrá sobrevivir la Serenísima al turismo ?

Tres maneras de caer

Las ciudades -dice Settis- se mueren de tres maneras: por destrucción por el enemigo (Cartago arrasada por Roma en 146 a. C.); por la fuerza de un invasor que desaloje al pueblo autóctono y a sus dioses (Tenochtitlán, capital azteca aniquilada por los españoles en 1521); o bien, porque sus habitantes pierdan paulatinamente memoria y dignidad y se abandonen en una lenta amnesia (como ocurrió en Atenas). Tras la gloria de la «polis» clásica, la de Pericles, Fidias, Sófocles o Esquilo, Atenas perdió primero su independencia política, después su iniciativa cultural y fue poco a poco devorada por las tinieblas: dormida a lo largo de los siglos entre la blancura de sus mármoles, hasta acabar con su identidad. Sólo en 1827 fue despertada por el golpe de la indepen- dencia.

Los datos deben alzarnos contra el olvido: Venecia recibe 30 millones de turistas al año, cuatro visitantes al día por cada residente. Su precio ha sido la sistemática despoblación de la ciudad . Sólo en una ocasión ha sufrido un descenso comparable al actual, durante la peste bubónica de 1630. El número de habitantes pasó de 174.808 en 1951 a 55.000 hoy. Venecia recibe unos 66.000 turistas diarios.

Venecia recibe 30 millones de turistas al año, cuatro visitantes al día por cada residente

Los venecianos no quieren vivir más en Venecia. Cerca de 1.000 residentes al año abandonan la ciudad con «el salón más bonito del mundo» (Stendhal), pero cada vez más momificada. Los hoteles han sustituido a las casas. El incremento de los AirBnB encarece los alquileres. Las zonas «wifi» sustituyen a las antiguas «salumerias» que vendían «prosciutto»; las «trattorias» de la alegre orilla de Le Zattere cierran delante de jóvenes en bermudas y mochila que se agolpan en los puentes mientras comen con palillos chinos unos «spaguetti» carbonara salidos de recipientes «take away». En la zona de Rialto, hace veinte años, vivían venecianos que vendían a otros venecianos el pescado, las alcachofas... Había también talleres donde se ofrecía cristal de Murano y máscaras a viajeros que sabían lo que compraban y lo que debían pagar por ello. Aquella Venecia ya no existe: ahora al precio de un euro, unos chinos venden a otros chinos máscaras venecianas fabricadas en China .

Hoy, mientras los turistas hacen colas de más de dos horas para entrar en el Palacio Ducal, exposiciones emocionantes que reviven la gloria de la ciudad se disfrutan vacías: «John Ruskin: Las piedras de Venecia» (Palacio Ducal, hasta el 10 de junio), «Bellini frente a Mantegna» (Fundación Querini Stampalia, hasta el 1 de julio) «Dancing With Myself» (Punta della Dogana, hasta 16 de diciembre)... Hace pocos días quedó inaugurada la 16° Bienal de Arquitectura.

Monstruos de acero

Venecia, que en el pasado fue gran potencia marítima y comercial , peligra de morir ahogada por monstruos de mar de más de 55.000 toneladas que remontan el canal de la Giudecca vomitando cada año un millón y medio de viajeros. Por mencionar solo uno, el MSC Divina tiene 67 metros de altura, dos veces más que el Palacio Ducal. Cada vez que una de estas ciudades flotantes se acerca a la orilla, las callejuelas y puentes del barrio de Dorsoduro se oscurecen repentinamente, como bajo un eclipse de sol. En junio, unos 25.000 residentes participaron en un referéndum local , sin valor jurídico, pidiendo la prohibición de la entrada de estos barcos. Algo impensable para el «lobby» de hoteles, tiendas, alquileres de casas: directamente, en Venecia e l turismo da vida a 30.000 venecianos.

El debate se ha recrudecido desde la invasión que sufren Praga, Ámsterdam, Lisboa o Dubrovnik, también Sevilla o Granada. «La turismofobia es un grito de desesperación de los ciudadanos», insiste el periodista Pedro Bravo en « Exceso de equipaje » (Debate, 2018): «Pensamos que todo el gasto del turista repercute en la ciudad en la que está, y no es así: los turoperadores se quedan hasta el 40 o 50 por cien del dinero, de manera que esas cantidades nunca benefician a los destinos a los que, sin embargo, les toca afrontar gastos de policía, limpieza, hospitales o infraestructuras ». El caso de Venecia se agrava por su condición de isla y el tamaño de su ciudad.

Está a punto de entrar en la lista de ciudades Patrimonio en peligro, junto a Alepo o Damasco

La laguna es el resultado de quince siglos de intervención humana en busca de equilibrio entre sus exigencias y las de la naturaleza. Se defiende de sus mareas, que se precipitan por los tres pasos a la misma y la inundan una y otra vez. Venecia fue bizantina, austríaca, también napoleónica ; se inventó los desposorios del «dux» con el mar en una procesión de góndolas y barcos frente al Lido en el día de la Asunción. Y se trajo el cuerpo de San Marcos desde Alejandría, lo enterró bajo la Pala d’Oro e instauró al león como símbolo del Estado.

«La ciudad que desconcierta al mundo» es un conjunto orgánico de edificios, comunicaciones y estructuras dependientes unas de otras. Una tapicería de hilos lógicos entre el arte, la Historia y las tradiciones , y así debería ser concebida.

Insistente reflexión

En el famoso Plano de Venecia de 1500, Jacopo De’ Barbari diseña ya el entramado de secretos bajo la corriente de los canales y la división de la ciudad en seis barrios o «sestieri», que representan seis dientes del «ferro», el hierro de la proa que decora la negritud de las góndolas. Pero la Serenísima no es sólo sinónimo de belleza. Detrás de la llamada «Gloria de Venecia» hubo una potencia sin la que los europeos no seríamos los mismos: Venecia es el sincretismo entre Oriente y Occidente , es Marco Polo, es la isla que ignora el feudalismo, es el comercio, la música, el Arsenal y los barcos, la salvación de los clásicos desde Platón y Aristóteles. Es Petrarca, la biblioteca Marciana, la imprenta de Aldo Manucio. También es Lepanto, la arquitectura de Palladio, la pintura de Carpaccio y de Gentile Bellini hasta Tiziano, la escuela de San Rocco y la explosión de Tintoretto ... Y así, Venecia se nos aparece como una insistente reflexión. Marcel Brion lo dejó escrito: La belleza no hace su aparición hasta el momento en que el hombre no tiene nada que temer por su vida.

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