Fotografía

Woodman en grandes dosis

Dos exposiciones -en el Museo Patio Herreriano y la galería Bernal Espacio- más una monografía convierten a Francesca Woodman y su leyenda en una figura a la que volver

Una de las obras de la norteamericana presentes en el Patio Herreriano de Valladolid

NOEMÍ MÉNDEZ

Tres eventos se presentan esta primavera en diferentes puntos de nuestro país en torno a la figura de Francesca Woodman (Denver, 1958-Nueva York, 1981). La publicación de la monografía de la editorial Phaidon, que rinde tributo a la que se ha convertido en una de las fotógrafas contemporáneas más comentadas, estudiadas e influyentes por su peculiar trayectoria (una breve carrera que se vio truncada a los 23 años de edad); la exposición inaugurada el pasado 8 de marzo en la Sala 2 del Patio Herreriano de Valladolid , con cuarenta y nueve obras pertenecientes a la colección Sammlung Verbund; y la que se inaugurará el próximo 26 de abril, en el regreso a Madrid de la galería itinerante Bernal Espacio, bajo el título Ausencia / Presencia , con otras treinta fotografías de la artista.

El mayor archivo

La monografía de Phaidon se presenta exquisita , como viene siendo habitual en sus publicaciones. En este caso, la editorial cuenta con más de doscientas cincuenta imágenes que convierten este volumen en el mayor archivo ilustrado sobre la creadora hasta la fecha, además de contener cuadernos de notas inéditos y un ensayo de Chris Townsend, profesor del Departamento de Arte Multimedia de Royal Holloway, que rescata de la obra de Woodman sus influencias estadounidenses y europeas.

Referencias que van desde escultores postminimal como Richard Serra hasta fotógrafos vinculados a estéticas cuasibarrocas como Ralph Eugene Meatyard . La inclusión de este estudio, y de algunos documentos personales, pretende convertir la publicación en un elemento vital a la hora de estudiar la figura mítica de esta artista de cortísima pero intensa carrera. No hay que olvidar que Woodman, debido a su suicidio, tiene una producción de escasos diez años. Pese a ello se convirtió en una figura icónica dentro del mundo de la fotografía.

Un tirón de orejas

Entrando ya en las exposiciones organizadas en España, tenemos como comienzo la inaugurada en el Museo Patio Herreriano , que, desgraciadamente para el arte contemporáneo español tras el cambio de dirección, parece que se decanta por el formato de exposiciones compradas o franquiciadas como nuevo reclamo cultural. Y aunque sin duda es un lujo disponer de la exposición de un puntal de la creación del siglo XX, es de difícil digestión que los museos de arte contemporáneo que hasta ahora seguían apostando por la creación de nuestros autores inviertan los escuálidos recursos existentes en la actualidad en este tipo de apuestas que, la mayor parte de las veces, atienden a intereses privados y no tanto a los del público.

La muestra, comisariada por Gabriele Schor , está coordinada por una empresa externa al centro vallisoletano (Admira), que ya gestiona algunas exposiciones en salas municipales de la ciudad desde hace años, generalmente de fotografía. Esta muestra pretende centrarse en varios temas de la obra de Francesca Woodman que cita su comisaria. Aunque a priori no son novedosos, no dejan de ser interesantes, como «las energías del cuerpo femenino , que Woodman visualiza en su interacción con la habitación y su interior» o «el trabajo de la autora en un contexto feminista e histórico-artístico».

Años de formación

Por otro lado, en breve, en Bernal Espacio contaremos con otra buena selección de obras, casi más interesante. Se trata de un conjunto de instantáneas realizadas durante la adolescencia de Woodman; esto es: sus años de formación y de su último período en Nueva York. Diversas imágenes, tanto en blanco y negro como en color, en las que el criterio comisarial parece centrarse en otra parte esencial de su trabajo como la dualidad entre ausencia y presencia. Y un tema siempre presente en la obra de Francesca Woodman: el límite entre lo real y lo soñado, las fronteras del cuerpo, lo efímero de la materia.

En definitiva, una primavera cargada de tintes oníricos y juegos de percepción. Si nos centramos en la figura de la artista, y vemos este completo triplete, es un buen momento para revisitar la enigmática y melancólica figura de la norteamericana a través de una maravillosa publicación y la apuesta privada de la galería Bernal; pero, sin duda, un momento de reflexión para todos aquellos que han visto cómo va tejiéndose la nueva urdimbre cultural de la ciudad de Valladolid, que convierte su museo en otra sala cultural sin aparente línea clara de trabajo. Centrándonos en Francesca Woodman, nos salva que una figura de este tipo forme parte de este triplete de reconocimiento y de regreso a una representante singular de la fotografía del pasado siglo.

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