ARTE

Victoria Civera: palabras casi en silencio

Victoria Civera fue una artista clave de los noventa. Una muestra en Madrid, imprescindible, la recupera

Una de las instalaciones de Civera en esta pequeña antológica en Madrid

ÓSCAR ALONSO MOLINA

Llegó por fin el momento de un cierto «retorno» de Victoria Civera (Puerto de Sagunto, Valencia, 1955), quien, sin estar desaparecida por completo en los últimos años, sí que había rebajado notablemente su presencia en la escena expositiva nacional. En la última edición de ARCO , sin embargo, no pasó desapercibido su imponente díptico de piezas circulares -recuperado para esta exposición- que daba la bienvenida al visitante de la feria.

Aquellos dos enormes círculos, donde apenas se expresaba nada evidente, nos permitían intuir en medio del retiro y de tanta discreción, la intensidad de cuanto ocurría ya entonces en el estudio de esta artista de referencia para el arte español de los noventa. La reciente concesión del Premio Tomás Francisco Prieto , que implica una exposición y el diseño de una medalla conmemorativa, así como esta gran muestra de Alcobendas, certifican el hecho de que Civera se reivindica como un nombre en presente.

De hecho, la comisaria ha planteado una selección de piezas que reconoce la potencia de la obra última , y parte del trabajo más reciente -la mitad de lo expuesto- para lanzar miradas diagonales por otros momentos de lo que es una larga trayectoria, que arrancó a comienzos de los ochenta.

Rasgos distintivos

De este modo nos acerca a obras ya emblemáticas para valorar los registros en que se ha manejado la artista desde entonces. Registros tan esquivos a un discurso lineal que incluso su descripción no resulta sencilla. Abundancia de paradojas, conciliación de los extremos, despliegue sensorial de los materiales, saltos de escala, humor soterrado , referencias autobiográficas, de género, emocionales, y cierta sofisticación en las composiciones son rasgos distintivos de un trabajo como el suyo que generacionalmente fue pionero en la indiferencia de técnicas, maneras y disciplinas. El mundo para Civera es un repertorio casi inagotable de materiales, susceptibles de trocearse, mezclarse y recomponerse con otros que, como la pintura o el dibujo -orígenes de su quehacer artístico- implican otras decisiones creativas.

Pero quizá sea el dominio en cada articulación interna el rasgo más llamativo que esta «retrospectiva sintética» (como se la denomina) delate; quizá porque el propio montaje de la muestra puede considerarse en sí casi como una obra más.

Un recorrido impecablemente medido en esas salas nada regulares, engañosamente fáciles; confrontaciones llenas de lucidez que conducen a que cada pieza saque lo mejor de cuantas la rodean. Lo mismo que la magnífica iluminación, que hacen de Ni la palabra ni el silencio una exposición de referencia en su trayectoria. Si a ello sumamos que la selección de obras es un acierto (¡qué logrado equilibro entre lo último y los ejemplos históricos!), y que el catálogo es una delicia (sólo por los textos inéditos de la artista ya merece la pena buscarlo), tenemos que celebrar volver a escuchar la voz de esta artista que acostumbra a hablar en voz tan baja.

Victoria Civera: palabras casi en silencio

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