LA VIDA EN NEGRO
Viaje al pasado del comisario Maigret
Georges Simenon construye en «El caso Saint-Fiacre» una trama cerrada con un misterioso crimen en una aldea de la Francia profunda
Pocos autores han sido tan prolíficos como Georges Simenon , autor de 192 novelas publicadas con su nombre y otras 27 con pseudónimo. Las ventas de sus libros superan los 600 millones de ejemplares y muchos de sus títulos han sido llevados al cine y la televisión. Simenon rara vez decepciona. El autor belga, que había nacido en Lieja en 1903, murió en Lausana (Suiza) en 1989. Había dejado de escribir novelas hacía más de una década, aunque en sus últimos años, tras el suicidio de su hija, se sumió en la redacción de sus memorias y otros escritos autobiográficos.
Como le sucedió a Conan Doyle con Sherlock Holmes , Simenon sigue vivo a través de su gran creación: el comisario jefe Maigret, un hombre austero y parco en palabras, sin ambiciones, aficionado al Calvados, que utiliza su psicología de campesino para investigar los crímenes más complejos. Maigret es el protagonista de 78 novelas de Simenon . Una de las primeras -y una de las tres mejores- es El caso Saint-Fiacre , publicada en 1932, inmediatamente después de El perro canelo , otra obra maestra ambientada en la Francia profunda que tanto le atraía.
Melancolía y misterio
El caso Saint-Fiacre está construida en torno al misterio de una condesa que muere durante la misa en su parroquia . Alguien ha enviado una nota a Maigret días antes: «Les comunico que se cometerá un crimen en la iglesia de Saint-Fiacre durante la primera misa de difuntos». Y la advertencia se cumple ante los ojos asombrados del policía, que se ha desplazado al pueblo donde nació.
La novela es un viaje nostálgico hacia el pasado , ya que el padre de Maigret era el administrador de las propiedades de la condesa, a la que él veía con admiración cuando era un niño. Cuando vuelve al castillo de Saint-Fiacre, todo ha cambiado. Ni siquiera le reconoce Marie Tatin, la posadera, con la que compartió juegos infantiles.
La investigación del asesinato de la condesa supone un choque brutal entre los recuerdos infantiles de Maigret y un amargo presente , ya que la condesa ha envejecido, sus posesiones están hipotecadas, se ha encaprichado de un joven secretario y su hijo es un personaje entregado el juego y sin apego por la familia.
La melancólica peregrinación del comisario pasa por la visita a la tumba de su padre, ennegrecida por el transcurso del tiempo y por una estancia en la casa del administrador en la que nada es como era. Simenon nos muestra en esta novela los sentimientos de Maigret, desbordado por un caso que le desorienta y cansado y deprimido por la miseria de los personajes de un lugar que había idealizado , que son diseccionados a lo largo de las páginas de la novela. El misterioso autor del crimen se descubre en una cena en el castillo, en la que, al filo de la medianoche, una vela se apaga y hay un disparo. Allí está Maigret, junto al heredero, el amante, un abogado, el cura, el médico y el administrador y su hijo. Alguien de ellos es un asesino, pero el astuto comisario carece de pistas. Todo se aclarará en un sorprendente desenlace.
Asiduo a la vida nocturna
En la mayoría de los episodios de Maigret, el comisario tiene que recorrer las calles y los escenarios de París para capturar al culpable de un crimen. Pero en El caso Saint-Fiacre se desenvuelve en un escenario opresivamente cerrado , a sabiendas de que el responsable está muy cerca y que se mueve con la seguridad del que piensa que su coartada es perfecta. Simenon tenía 29 años cuando escribió esta novela y ejercía el periodismo en París , donde era asiduo de la vida nocturna. Por ello, sorprende su capacidad para profundizar en las relaciones de una pequeña aldea en la Francia profunda, en la que las envidias y los atavismos del pasado marcan el destino de las personas.
No hay duda de que Simenon era un gran observador y un escritor con oficio. Pero también -y a mi juicio ésta es su principal cualidad- era un fantástico creador de ambientes . En esta novela, se puede oler el aroma del café de Marie Tatin en la fonda del pueblo mientras Maigret se arrebuja dentro de su abrigo en el amanecer de un fría mañana de invierno. En cierta forma, El caso Saint-Fiacre es una novela proustiana, un intento de recuperar un pasado perdido que jamás volverá pero que sigue vivo en los sueños. Tal vez Simenon añoraba su infancia en su casa materna de Lieja, el Rosebud que le persiguió hasta el último día.