Laura Revuelta - OPINIÓN

El «Vértigo» de Eugenio Trías

Acaba de inaugurarse el Fondo de Estudios Filosóficos Eugenio Trías en la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona), donde se preservará su fondo bibliográfico y su archivo personal

Una de las últimas fotografías de Eugenio Trías Elena Carreras

LAURA REVUELTA

Hitchcock fue uno de los directores favoritos de Eugenio Trías y «Vértigo» su película predilecta. Llegó a verla más de cien veces a lo largo de su vida. Así nos lo contó su hijo, David Trías, hace unas semanas, en el curso del homenaje al filósofo fallecido en el año 2013 que se celebró en la Casa del Lector de Madrid . La proyección de la película estaba incluida. Él la ve por primera vez en el Dublín de 1959, aunque la cinta se estrenó un año antes, en 1958. Tenía dieciséis años. En las cartas que escribe aquellos días del agosto irlandés como estudiante y observador de las costumbres del país se la recomienda a su hermano «Carlitos» y a su padre: tienen que verla en cuanto se estrene en España. Es una película «surrealista ». Tengo en mis manos una copia de esas cartas. Desde la muerte de Eugenio Trías, su viuda, Elena Rojas, ha recopilado la correspondencia, con «email» incluidos, y otros documentos. Ella me comentaba este trabajo en el citado acto con cariñosa complicidad al decirme que había encontrado algunos de los correos electrónicos que intercambiamos él y yo cuando era colaborador de ABC y ABC Cultural. Ahora recuerdo que el último recibido antes de su muerte me lo envió Elena Rojas y lo acabo de encontrar en los estratos memorialísticos que todos acumulamos en el buzón electrónico.

La viuda de Trías, Elena Rojas, ha recopilado su correspondencia, «emails» incluidos, y otros documentos

Localizo y releo este «email» donde Elena Rojas hablaba en nombre de Eugenio Trías. Viernes 8 de febrero de 2013: «Estimada Laura, te escribo para comunicarte que Eugenio no podrá realizar la crítica del libro de Javier Gomá. Se encuentra en la UCI con muy mal pronóstico». Genio y figura. Ni una falta a sus compromisos. Trías apuntó en el prólogo de su libro «De cine. Aventuras y extravíos», editado el mismo año de su fallecimiento, que «el cáncer se ceba a veces con los mejores». No hablaba de él sino de un amigo y colega en la Universidad: Domènec Font. Pero la frase podría ir con segundas y terceras dedicatorias. Estos papeles, de los físicos a los metafísicos, descansarán en el Fondo de Estudios Filosóficos Eugenio Trías en la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona), cuyo espacio se ha inaugurado esta semana para preservar su fondo bibliográfico y archivo personal.

Inquietudes bien definidas

Todo eso que Elena Rojas ha recuperado -«emails» anecdóticos incluidos- desde el día de su muerte. A esta labor sumamos la complicidad y admiración de unos hijos, de una familia, que no sé si vieron cien veces «Vértigo» a la vera del filósofo cuando estaba en zapatillas de andar por casa, pero sí unas cuantas y desde muy pequeños, como lo recuerda con admiración David Trías. Pero ahora leo estas dos cartas, a su hermano Carlos («Querido Carlitos») y a su padre («Querido papá»), fechadas en Dublín el 12 y el 15 de agosto, respectivamente. No puedo resistirme a extractar algunos párrafos, que retratan a un jovencísimo Eugenio Trías curioso y con las inquietudes bien definidas desde esta precoz etapa. «Pues bien, he ido a misa de 10 y al acabar la misa me he quedado a la bendición y exposición del Santísimo -escribe a su hermano-. Es realmente emocionante la devoción, la devota sencillez de este pequeño pueblo... Hombres, mujeres y niños... No había excepción». En la misiva a su padre prosigue la valoración, pero con un tono menos anecdótico y sí más intelectualizado. « Otro punto que les admiro es referente a las cosas externas de su religión . Si por primera vez notas ese raro cariño que tienen a exteriorizar la piedad puede ser que caigas en una confusión. Puede ser que veas en todo aquello un excesivo apego a la liturgia. Pero gracias a ello, poseen una fe profunda y sólida como en pocas partes del mundo se tiene». Descripciones juveniles sobre la religión que luego desarrollaría en toda una vida de estudios . «Las raíces religiosas de las diferentes culturas emergen al compás mismo del declive de las ideologías» («Pensar la religión», 1996). Recomendable echar un ojo a estas páginas en tiempos de «cruzada».

Olvidar a los intelectuales puede costar muy caro. Nuestra historia está plagada de ejemplos

Son cartas largas, y las sorpresas de un estudiante de dieciséis años sobre un nuevo país y horizonte se mezclan con lo que lee y lo que ve en el cine, «un microcosmos de todas las artes», como acabó definiéndolo al final de sus días. «"Vértigo" es un ensayo discutiblemente logrado de adentrase en el dominio de lo ilógico. Una gran película, muy discutible. Se trata de un cuadro futurista», expone a su padre en la carta. Con su hermano adopta otra pose: «Una gran película sin pies ni cabeza: este es su mayor encanto. No la vayas a ver pues no es apta». Una advertencia que es una incitación. El vértigo de estos surrealismos y futurismos se diluyó en otro tipo de lecturas que desarrolló en títulos como «Lo bello y lo siniestro». Lo bello y lo siniestro es la conjunción barroca por excelencia. «El abismo que sube y se desborda», como él mismo lo define. Quiero acabar con otra cita («De cine. Aventuras y extravíos»): «Habrá un público para lo chabacano, mientras este país no escarmiente, o espabile, espoleado por la crisis, hacia una segunda transición de educación y cultura ». Nunca debiéramos echar en saco roto lo que un sabio dice. Ni muerto ni vivo. Olvidar a los intelectuales puede costar muy caro. Nuestra historia está plagada de ejemplos.

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