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«Luz tras las tinieblas», la mejor España
La Constitución de 1978 dio paso a la luz tras las tinieblas, como argumenta el catedrático Roberto L. Blanco Valdés
Hace 40 años por estas fechas, los españoles estaban a punto de apoyar masivamente la Constitución en el referéndum convocado un 6 de diciembre. El 88,4 por ciento dijo «sí» a una ley fundamental que dejaba paso a la «luz tras las tinieblas», como Roberto L. Blanco ha titulado su ensayo, en el que defiende, no solo por comparación histórica sino también por el salto a la modernidad y a la democracia plena que supuso para España, la Constitución que se dieron los españoles, un éxito colectivo que algunos intentan negar o sencillamente destruir por la vía rápida.
La Constitución fue de todos y para todos. En Cataluña, el apoyo fue mayor que el de la media de la nación : el 91,09 por ciento dijo «sí», con una participación del 67,91 por ciento, también por encima de la media (61,11 por ciento). Los catalanes apoyaron con más entusiasmo esta ley primera, de la que derivaría su autogobierno, que, por ejemplo, los madrileños: un 86,7 por ciento de síes. También el País Vasco respaldó de forma mayoritaria su Constitución: el 70,24 por ciento dijo sí, aunque con una participación menor.
La Constitución de 1978 puso fin no solo a la oscuridad de una larga dictadura, sino a un siglo y medio de constituciones fracasadas y «trágalas» de una parte de España hacia la otra y, con la excepción de la de 1931, con evidentes déficits democráticos. España se subió al tren de Europa , de la modernidad, de la defensa de los derechos y libertades, y lo hizo por consenso, en un pacto inclusivo, la gran novedad de esta Carta Magna.
El «problema nacional» sigue sin solución por la deslealtad de los nacionalistas
Se intentó dar solución al «problema nacional», la cuestión territorial de España, y se diseñó, de buena fe, como subraya Blanco, un sistema autonómico abierto, en el que sobre todo el País Vasco y Cataluña pudieran sentirse cómodos . Pero, con el paso de los años, se comprueba que la buena fe resultó ingenuidad. Los nacionalistas no solo abusaron, sino aprovecharon para acumular el mayor número de competencias posibles y para acabar exigiendo el llamado «derecho a decidir». El intento de «encaje territorial», como explica Blanco Valdés, lo aprovecharon en realidad para «desencajar» España.
Estado autonómico
Los 40 años de la Constitución son la historia de un éxito, pero también de la mayor deslealtad y traición de los nacionalistas al Estado y a las instituciones. Primero fue el País Vasco, con el plan Ibarretxe de 2005 , y después Cataluña, con el intenso de secesión en 2017. Roberto Blanco advierte a quienes siguen creyendo que a los nacionalistas se les apaciguará con una reforma de corte federal: España, avisa, es ya de hecho federación en todo menos en el nombre. De forma inquietante, subraya que una «descentralización sin límites y una centrifugación constante acabarían por hacer desaparecer, antes o después, cualquier Estado del planeta».
El ensayo deja un gusto agridulce . Por un lado es la prueba inequívoca de que la Constitución nos ha permitido tener «la mejor España que hemos disfrutado». Por otro, el «problema nacional», es decir el territorial, pone en riesgo ese éxito de todos los españoles. ¿Cómo afrontarlo? La varita mágica de la reforma solo funcionará si se dirige al problema real: el deficiente funcionamiento del Estado autonómico.