LIBROS

«La transparencia del tiempo», para leer entre líneas

El investigador de Leonardo Padura se llama Mario Conde -va por su novena historia- y La Habana es el escenario de la trama

El escritor cubano Leonardo Padura

MARINA SANMARTÍN

Hubo una época en la que el detective Mario Conde quería dedicarse a escribir al estilo de Salinger con unos toquecitos de Hemingway, pero en «La transparencia del tiempo» ese momento en la vida del investigador cubano, librero de lance ocasional, hace mucho que quedó atrás. En la nueva novela de Padura , Mario Conde se acerca a los sesenta y amenazado por un maltrecho calendario de pared siente que empieza a hacerse viejo . El personaje, cuya edad se aproxima mucho a la del propio autor, se convierte así, de la misma manera que la Petra Delicado de Alicia Giménez Bartlett , en reflejo del paso de los años del novelista que lo creó y se enfrenta no sólo a una aventura detectivesca, sino también a una batalla interior: la que se inicia con la última etapa de la vida.

Si en « Herejes» el señuelo era un lienzo de Rembrandt, ahora es el robo de una talla de la Virgen de Regla el punto de partida de la trama, que una vez más se desarrolla en La Habana, una ciudad en perpetua agonía pero que para Padura nunca muere, como si fuera posible instalarse en un instante eterno de sufrimiento y, desde el ojo del huracán, destilar del dolor cierta belleza, retratarla sin resultar herido. Él lo consigue. Escribe sobre Cuba desde Cuba . Lleva haciéndolo desde la primera aventura de Conde y ha llegado a la novena: cuenta entre líneas, emulando en sutileza las artimañas de Azcona y Berlanga durante la dictadura, las alegrías y sobre todo las miserias de un pueblo superviviente .

Virgen negra

Quizás por eso, la imagen más contradictoria de la novela, que se estructura en dos tiempos, entre el siglo XX más bélico y nuestros días, sea la que abre el viaje de esa virgen negra que Conde se compromete a recuperar para su amigo de la infancia Bobby Roque, un peculiar marchante de arte, y cuyo origen nos devuelve a la España de la Guerra Civil, de la que huye Antoni Barral con la pequeña estatua para evitar la crueldad del enemigo. Su destino, tras una dura travesía como polizón, es Cuba, una playa de La Habana que adquiere así un significado poco habitual: se convierte en el punto de rescate. Un lugar seguro y no un escenario de fuga.

Quien no conozca su obra debe estar preparado para sorprenderse (quien la conozca no debe temer la decepción, pues se sorprenderá una vez más): «La transparencia del tiempo» es una novela de intriga y diálogo y, a la vez, es una reflexión nada trivial sobre la soledad que habita endémica a los pies de los tres protagonistas. Al final, siempre estamos solos y buscamos refugio en objetos inertes, convertidos en guardianes de la memoria. Sin ellos nos sentimos perdidos, como Bobby sin su virgen negra. Menos mal que ahí está Mario Conde para rescatarlos.

«La transparencia del tiempo», para leer entre líneas

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