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«Tonto de remate», otra frenética «montaña Russo»
Richard Russo regresa a los paisajes de la inolvidable «Ni un pelo de tonto»
Alguien apuntó -con tanta gracia como precisión- que «leer a Richard Russo equivale a comprender por qué la música "country" tiene tanto éxito». Ya saben: familiaridad absoluta y comunión total y hombres acodados a la barra de un bar con lágrimas en sus cervezas y complejas mujeres fáciles y corazones rotos y fuera sopla el viento y cae la nieve y de pronto alguien anuncia: «Hey, tengo un gran chiste que contar». Y, entonces, carcajadas en general y otra ronda para todos.
Lo que se dice un escritor popular y querido por todos.
Este hombre nacido en Johnstown (Nueva York) en 1949, ya se llevó un Pulitzer a la altura de su «Empire Falls» en 2002, sin por eso privarse de subir a lo más alto de las listas de ventas. El secreto: pocas veces lo más deprimente ha resultado tan divertido . En otras palabras: así es la vida, y la vida es como la vida misma.
Sonrisa y ojos azules
Ahora, «Tonto de remate» viene con atractivo adicional para los russianos curtidos. Porque después de las más sofisticadas en ambiente -y no tan logradas- «El puente de los suspiros» y «El verano mágico en Cape Cod», así como de su sabático con forma de memoir filial «Sobre mi madre», Russo vuelve a lo que mejor hace en los sitios que más suele frecuentar: el inmenso pueblo chico y las pequeñas pero formidables criaturas que lo habitan .
Y, sí, ya hemos estado aquí. Bienvenidos de regreso a North Bath, Nueva York, y más específicamente -la diversión comienza cuando usted llega- al microcosmos macro-ocurrente de la taberna White Horse. Escenario de la inolvidable «Ni un pelo de tonto» (de 1993 y ahora rescatada por Navona) y patria chica de Donald «Sully» Sullivan (a quien Paul Newman puso sonrisa y ojos azules en la más que digna adaptación cinematográfica), siempre listo para fracasar triunfalmente. Y, recuérdese, en aquella novela ya aparecía un poco eficaz policía local de nombre Douglas Raymer (Philip Seymour Hoffman en la película) como secundario de primera que en esta secuela, diez años después, asume el papel protagonista intentando cerrar un caso más que complicado: averiguar de una vez por todas quién fue (o no) el amante de su esposa , muerta hace doce meses en un tanto bizarro accidente automovilístico.
Y por ahí vuelve y va Sully; con un poco más de dinero pero bastante menos salud, pero aún fiel a su mantra: «La mala suerte es lo que me define». Y la sufrida Ruth. Y ya no está la inolvidable anciana Beryl Peoples (Jessica Tandy en la versión dirigida por Robert Benton), aunque nadie la ha olvidado. Y, con todos ellos, un edificio viniéndose abajo y un cementerio en ruinas (los sismos urbanísticos son marca de las siempre frenéticas «montañas Russo») y serpientes peligrosas y asuntos de drogas y truenos y rayos y, sí, esa música saliendo de las rocolas de los bares.
Y alcanza y sobra para comprender la maestría de Russo como novelista -quien, como John Irving , es un genio a la hora de hacer comulgar lo mejor de la novelística decimonónica con el «tempo» de la más noble miniserie de la HBO-; basta con perderse y encontrarse en los primeros e introductorios cuatro capítulos, tan vitales aunque transcurran a pie de tumba.
Disparo accidental
Lo que sigue son dos días catastróficos (plagados de diálogos ingeniosos y de grandes momentos de comedia) pero, a su manera, redentores para el pobre Raymer, quien, sépanlo, una vez le disparó accidentalmente a una anciana mientras estaba sentada en el «toilet». Para cada lector serán -de acuerdo a su ritmo de lectura, aunque están advertidos de que cuesta interrumpirla- horas desopilantes y tristes y que dejarán con ganas de una tercera ronda por North Bath.
Que sea pronto (mientras tanto, a ver si por fin se traduce su «Straight Man», una de las mejores y más divertidas novelas de campus de todos los tiempos) y que, por favor, Richard Russo no tarde tanto en volver a invitarnos a North Bath.
Nosotros -será un placer, será otro placer- le invitamos a la próxima copa. Y a las tres siguientes.