LIBROS

Theodor Kallifatides: «Los clásicos son como la raíz de un árbol. ¿Se puede vivir sin raíces?»

El escritor griego afincado en Suecia nos propone en su última obra, «El asedio de Troya», una sugerente recreación de la «Ilíada» en clave de novela antibelicista

Theodor Kallifatides saltó a la fama y el reconocimiento internacional con «Otra vida por vivir» Ángel de Antonio
Carmen R. Santos

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A los setenta y siete años, Theodor Kallifatides , nacido en Molaoi, un pueblo de la región griega de Laconia en 1938 y afincado en Suecia desde 1964, tenía en su haber una consolidada trayectoria como escritor, desarrollada en prácticamente todos los géneros. Incluso escribió guiones y dirigió una película, Kärleken (Amor ). Pero de pronto cayó en una crisis creativa, agravada cuando un amigo le espetó: «Nadie debería escribir después de los setenta y cinco años». ¿Se resignaría a seguir esta caprichosa sentencia? Decidió que no. Abandonó Estocolmo y se trasladó a su Grecia natal a la búsqueda de sus raíces y de un idioma que ya no dominaba en su totalidad. El resultado de su aventura fue el libro Otra vida por vivir (Galaxia Gutenberg), escrito en griego, y donde ese viaje y ese reencuentro alimentaron sus páginas, además de reflexionar sobre la situación de su querida Hélade y de Europa y los problemas que las aquejan. La obra, breve e intensa, fue magníficamente acogida. Mario Vargas Llosa apuntó sobre ella: «Es un muy bello libro, el de una verdadera muerte y resurrección espiritual, un milagro contado con la tranquila naturalidad con que se describe un hecho trivial y cotidiano».

Pero, más allá del éxito, supuso que Kallifatides superase el bloqueo y retomase la literatura. Esto le ha permitido que ahora nos ofrezca El asedio de Troya. Y que con más de ochenta años mantenga una ilusión y un espíritu joven envidiables, como demostró en esta entrevista, realizada en español, un idioma que estudia desde hace cuatro meses y en el que no solo ya se maneja con soltura sino que cada vez le resulta más atractivo, igual que nuestra cultura y letras, declarándose lector de Cervantes y de García Lorca, entre otros.

¿Qué le llevó a escribir esta recreación de la «Ilíada»?

La idea me surgió hace tiempo, como unos diez años. Pero la verdad es que no sabía muy bien cómo llevarla a la práctica. Homero es un dios de la literatura y era un atrevimiento que un modesto griego emigrado a Suecia se lo planteara. Sería casi como una blasfemia y me acusarían de soberbia. pero no he pretendido en absoluto reemplazar a Homero. Pero sí tenía claro que los hombres y mujeres de hoy, sobre todo los jóvenes, son reacios a leer a Homero y a los clásicos en general y les resulta difícil comprenderlos. Esto es sobre todo porque desgraciadamente en nuestro tiempo no se estimula ni prepara para la exigente y atenta lectura que requieren los clásicos y obras como la Ilíada. Así que lo que especialmente ansío es que la conozca más gente y sienta por la Ilíada la misma fascinación que yo.

¿Cuándo la leyó usted por primera vez?

Cuando era niño, un rapsoda fue a la escuela y nos recitó pasajes de la obra. Me despertó la fantasía. Luego, en el instituto, se incrementó esa fantasía y una gran admiración. La leí a los quince años y resultó una experiencia maravillosa.

¿Ha encontrado muchas dificultades para escribir «El asedio de Troya»?

Sí, bastantes. Sobre todo porque no quería hacer simplemente una recreación de la obra de Homero, y no tenía un plan sobre la estructura del libro. El camino se allanó cuando se me ocurrió relacionar la Ilíada con la ocupación de Grecia por parte de los nazis durante la II Guerra Mundial. El horror de la guerra es siempre el mismo.

¿Qué nos enseña básicamente la «Ilíada»?

Para mí es una de las más firmas obras antibelicistas que se han escrito. Como nos dice Homero, la guerra es la fuente de todas las lágrimas. En Europa -y ustedes en España- se ha vivido fuertemente la tragedia bélica. Y hoy sigue habiendo contiendas en el mundo. Parece que los hombres no aprenden.

Señala usted que las mujeres son el primer botín de las guerras...

Las mujeres y los niños son sus víctimas propiciatorias. Aunque el sufrimiento y el horror alcanza a todos.

¿Se valora hoy a los clásicos como se merecen?

Hay que insistir en ello. Los clásicos son como la raíz de un árbol. ¿Se puede vivir sin raíces?

¿Por qué se fue de su país?

Amo a Grecia, pero allí no había futuro.

En «Otra vida por vivir» confiesa que «la emigración es una especie de suicidio parcial. No mueres, pero muchas cosas mueren dentro de ti».

Sí. Pero a veces no hay más remedio, como me sucedió a mí, que cometer ese «suicidio». Es una necesidad ineludible.

Apunta también que hoy hasta Jesucristo escribiría un tuit...

Las redes sociales están aquí y no podemos obviarlas o condenarlas sin más. Pero tampoco convertirnos en sus esclavos. Las relaciones personales se han empobrecido mucho. Vamos demasiado rápido. Es preciso pensar con más calma y ser conscientes de que antes de pretender cambiar el mundo, debemos cambiarnos a nosotros mismos para ser mejores.

Quizá hoy sobre todo se han empobrecido las relaciones sentimentales, en tiempos de amor líquido. ¿Cuál es la clave para un matrimonio tan duradero y feliz como el suyo?

No sabría decirle. Creo, no obstante, que es absolutamente fundamental el respeto mutuo y el ser amigos. El amor es delicado y debe cuidarse con mimo y atención día a día. Para ello son suficientes bonitas palabras y pequeños gestos cotidianos de cariño.

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