LIBROS
«Los Telemacus», una familia paranormal
El norteamericano Daryl Gregory organiza un desparrame familiar que está próximo a mutar en serie de la Paramount TV
Podría argumentarse que toda trayectoria de novela se apoya sobre dos impulsos temáticos básicos: el quedarse en familia o el salir de viaje. Y muchas veces se parte a la aventura por la única necesidad de dejar atrás y bien lejos al propio clan mientras que en otras ocasiones se sale de casa sólo para después tener la oportunidad de volver. En este esquema -ya se sabe y como bien postuló Tolstói - hay familias felices y tristes causantes de odiseas tormentosas o de paseos plácidos. Y -muy especialmente dentro del imaginario norteamericano- abunda la familia loca que te vuelve loco o que, genéticamente, te hace enloquecedor . Son, por lo general, familias de frustrados triunfales de esos que no puedes dejar de leer aunque en más de una página te obliguen a bajar los ojos de las letras por vergüenza ajena o a sostenerles la hipnótica mirada.
Hermosos perdedores
«La familia Telemacus» repite rasgos a la vez que le añade la particularidad de ser no «una familia muy normal» como los adorablemente siniestros Addams sino una familia muy paranormal. Su saga abre el juego con un epígrafe de Uri Geller («Doblacucharas» es el título original del libro) y no demora en presentarnos a una tribu de hermosos perdedores con efectos especiales y afectos más especiales aún. Su rareza psicotrónica/psíquica es el ingrediente secreto que Daryl Gregory añade a una receta que no por, sí, familiar deja de resultar sabrosa y entrañable . Los muy funcionalmente disfuncionales Telemacus son objeto de investigaciones gubernamentales «top-secret».
La progenie resultante genética de la unión del especialista en trucos con naipes Teddy Telemacus y la todopoderosa Maureen McKinnon son tres hijos (Irene es un detector de mentiras humano, Frankie puede mover objetos con su mente y el casi autista-zen Buddy está capacitado para ver el futuro y habitar «vonnegutianamente» todos los tiempos al mismo tiempo) que jamás hubiesen sido aceptados en la academia del profesor Charles Francis Xavier en esos cómics de la Marvel.
Y, sí, hubo un tiempo en que los Telemacus descollaron como atracción de feria televisiva hasta que emiten una actuación de lo más trágica; pero, tres décadas después, en 1995, sus habilidades no les sirven de gran cosa. Y el hijo adolescente de Irene, Matty, parece ser un nuevo eslabón del asunto ( realiza viajes astrales cada vez que se masturba pensando en su prima Alice/Malice). De pronto la CIA vuelve a por ellos. En más de una ocasión uno ya ha estado aquí -invitado por A. Tyler o M. Chabon o J. Lethem o K. Dunn- pero Gregory descolla cuando, más allá de todo fenómeno «freak» se impone la potencia de lo sentimental . Se comprende que no hay súper-poder mayor ni «Expediente-F» más intrigante que la capacidad de amarse los unos a los otros aunque, primero, haya que vencer la eterna tentación de salir teletransportado del hogar, agridulce hogar .
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