DANZA CONTEMPORÁNEA
Tecnocuerpos en danza
El austriaco Klaus Obermaier propone en su obra artística preguntas sobre la evolución del cuerpo humano en un proceso de tecnificación cada vez más agresivo que nos conduce hacia el transhumanismo y los cuerpos artificiales

Aprovechando que estaba invitado en el marco de la Design Fest que organiza el IED Madrid para dar una clase magistral sobre su obra, pudimos sentarnos a conversar con el artista austríaco Klaus Obermaier , cuyo trabajo discurre a mitad de camino entre el futurismo y el «tecnhothriller» y que reparte su tiempo entre universidades europeas y festivales de arte, música electrónica y danza.
La obra más reciente de Obermaier subraya la participación de la audiencia como elemento cohesivo e integrador de la experiencia artística . En «Ego» (2015) utiliza una cámara Kinect para situar al público frente a una imagen distorsionada de sí mismo que responde a sus movimientos como un espejo alterado. Insta al espectador a reflexionar sobre el conflicto existente entre la apariencia visual percibida de cada uno y su propia experiencia emocional , produciendo una alienación focalizada en la incorrecta asignación de los órganos sexuales.
Fusión tecnológica
En su acercamiento a la tecnología, Obermaier sitúa al sistema digital en la posición de co-creador de la obra artística . En « Le Sacre du Printemps » (2006) establece una fusión entre la música de Stravinsky y la coreografía entre una bailarina y un entorno virtual creado en tiempo real por un programa informático. El código del programa responde tanto a la música de la orquesta como a los movimientos de su compañera humana , participando así activamente del resultado final: una proyección en tres dimensiones que la audiencia percibe gracias a unas gafas polarizadas. En un punto, el propio código del programa entra en escena , inundando el escenario con ráfagas ininteligibles de color verdoso, muy inspirado en la película «Matrix».
Una de las grandes innovaciones de Obermaier fue la introducción –a finales de los noventa– de la técnica de los «projection mappings» sobre el cuerpo humano , donde nos habla de la disolución del cuerpo en un entorno tecnificado, de la unión intrínseca del hombre moderno con la tecnología que no solo le rodea en su trabajo o en su vida diaria, sino que empieza a incorporar a su físico: «ya no estamos protegidos por nada, ni por la ética ni por principios políticos».
Algunas de las obras de Obermaier establecen una fusión entre una bailarina y un entorno virtual creado en tiempo real por un programa
Primero nos acostumbramos a llevar el teléfono móvil a todas partes y ahora estamos cargando con todo tipo de dispositivos «wearables», portables, pero en un futuro no tan lejano veremos cada vez más cómo reemplazamos partes de nuestro cuerpo por máquinas que no solo sustituyen sus funciones sino que hacen un trabajo más eficiente, superando nuestras habilidades propiamente humanas, trascendiendo el propio significado de ser humano. Sin embargo, Obermaier, lejos de mantener una actitud precavida, acepta la inevitabilidad del progreso tecnológico : «no tiene sentido temer algo que va a suceder de cualquier manera, y que además trae bastantes cosas positivas, como las aplicaciones para discapacitados». Él cree firmemente en la responsabilidad de los artistas a la hora de abrazar estas innovaciones , de sumergirse en un mundo que tradicionalmente han rechazado para no dejarlo a la pura mercadotecnia de las grandes corporaciones porque «las industrias comerciales siempre van a innovar para tratar de venderte algo».
Confianza
Durante nuestra conversación sobre los grandes desafíos filosóficos que nos acechan en el futuro próximo hacemos hincapié tanto en la realidad virtual como en el transhumanismo , pero Obermaier defiende que ya llevamos un tiempo con un profundo debate social en las sociedades occidentales. En ese sentido, se refiere a la experiencia transgénero como un prefacio del transhumanismo: « estamos en un nuevo nivel a la hora de definirnos a nosotros mismos » –afirma–, donde la libertad humana transciende las imposiciones naturales y busca desarrollar una identidad propia esculpiendo su cuerpo a voluntad . Al sacar a colación los peligros de que las personas desaparezcan en realidades virtuales de su elección, Obermaier nos recuerda que el mundo virtual de «Second Life» ya lleva 13 años operando. Siempre va a haber gente que cometa excesos, pero regular la tecnología basándonos en una desconfianza del libre albedrío no resultaría ni justo ni acertado.
Obermaier se muestra confiado en que el ser humano, de una u otra forma, siempre termina por buscar una experiencia compartida con sus semejantes , «que pueda tocar y oler, que pueda sentir realmente», y que las propias civilizaciones autoregulan su exposición tecnológica, cuando dentro de ella surgen «movimientos como el “hippy” en los años 60, que propugnan una vuelta a una vida más sencilla, más en contacto con la naturaleza que, mientras no sean agresivos, cumplen la función de equilibrar la balanza». Preguntado por si el advenimiento del tecnocuerpo provocará un desinterés en el arte, una depreciación paulatina de las emociones, Obermaier se muestra convencido de que « mientras sigamos siendo humanos, seguiremos construyendo espacios sociales donde poder comunicarnos , y el arte ante todo es eso, comunicación».