ARTE
La suerte no está echada para Fernando Sinaga
Quince años llevaba un veterano como Fernando Sinaga sin exponer en Madrid. Fernando Pradilla lo resuelve
Un inmenso «NO» tallado en un cuadrado de madera junto a un bastón en horizontal, y una estructura que podría ser un asiento o un elemento en el que encaramarse para pronunciar un discurso. Esa pieza que describo, titulada «Lo que sabemos, lo que negamos y lo que olvidamos» (2005), que presentó en la exposición «El ángel exterminador» , en al Palais de Beaux Arts de Bruselas en 2010, no es ni mucho menos una alusión a la «estética Bartleby», ni responde a ninguna coyuntura actual. Al contrario: es un emblema intempestivo , una suerte de resistencia a la urgencia de los acontecimientos.
Creador intenso
Fernando Sinaga (Zaragoza, 1951) es uno de los artistas más intensos -tanto en su meditación estrictamente filosófica cuanto en los sofisticados modos de formalización plástica - del panorama español, en el que, inercialmente, se le ha venido a catalogar como un «minimalista», cuando en realidad su pulsión simbolista desborda aquella ortodoxia fenomenológico-nominalista. Aunque haga «juegos de manos», en una suerte de cita cómplice con Bruce Nauman, sus obras no son nunca tramposas , si bien tampoco comulgan con la estilística de la levedad que pretende imponer una transparencia o claridad, a la postre, engañosa y empantanada.
Sinaga vuelve a exponer en Madrid tras quince años de ausencia, y lo hace con obras magníficas, dotando los espacios de la galería Fernando Pradilla de una potencia visual y conceptual extraordinaria. La primera de las estancias, ocupada por «El Libro de las Suertes y los Cambios» (2012-2017), es toda una declaración de principios y, sobre todo, una demostración de libertad sin frivolidad y variación en la diferencia, más allá de toda complacencia manierista.
«El interés -apunta Fernando Sinaga- por «El libro de las Suertes» no es tanto su apariencia de libro de cartas astrales, estrellas polares y juegos de azar, sino lo que plantea bajo esta forma carente de sentido y dirección, donde se indaga en una comprensión sobre la combinatoria casual del destino de las cosas, donde nada puede ser predicho y todo hemos de adivinarlo . Nadie tiene ese saber más que Dios y Dios ya no nos habla». Acaso aquí, en ese abandono, late la posibilidad de lo humano o, mejor, de lo heroico, asumiendo que construimos cotidianamente nuestra suerte, por difícil y peligroso que parezca.
«Azar en conserva»
Unas urnas funerarias están rodeadas por piezas oraculares. Las peculiares «cartas astrales» de Sinaga son verdaderos casos de «azar en conserva». Lo informe dialoga con la geometría, ya sea en las celdas de colmena de la hermosa obra «Aion» (2016), o en los espejos rayados que introducen cromatismos que parecen evocar la promesa del arcoíris («Deuteroscopia. La segunda vista», 2008). Nuestro destino no tiene que ser necesariamente el naufragio. La epifanía de la mariposa presenta una «suerte de muerte», pero también surge la alusión al «élan vital» bergsoniano.
En el piso superior, en una sala con suelo de damero, la instalación «Contramundum» (2002) nos recuerda que, aunque giremos en un círculo, nunca volvemos al mismo punto. Este arte da vueltas a los «consejos ciertos», evitando siempre las soluciones fáciles . «Huérfanos de la visión -advierte Sinaga- y abandonados a nuestra suerte, seguimos hacia delante tratando de encontrar un cierto sentido y un significado a lo que hoy sucede». El «alma del mundo» puede ser una luz en la oscuridad, un dado (a la manera de Mallarmé) que dibuja un pensamiento. Tenemos que ponernos en suerte.