MÚSICA

Cat Stevens todavía te susurra al oído

El cantante acaba de cumplir 70 años en plena forma y convertido en santo y seña de la ayuda a la infancia como portavoz de Unicef

Cat Stevens (Londres, 21 de julio de 1948)

Álvaro Alonso

En la contraportada de Foreigner , el disco de Cat Stevens grabado en Kingston, Jamaica, en 1973, vemos una idílica playa del Caribe, una hamaca, fruta y cerveza helada. Parece un sueño para este londinense hijo de padre griego y madre sueca que emergió con una potencia grandiosa justo en 1970 cuando los Beatles protagonizaban su canto del cisne. Es el tiempo de los cantautores y el gato, con una dicción en inglés insuperable, roba los corazones de una generación que necesita introspección tras un lustro de vértigo para la música popular, del beat a la psicodelia y de ahí al rock de estadio.

Cat Stevens te susurra al oído y, al mismo tiempo, torna altavoz universal desde canciones-himnos como «Wild World», «First Cut Is The Deepest», «Sad Lisa» y su violín mágico, o «Father and Song», la canción con la que casi todos aprendimos el idioma de Shakespeare. Tea For The Tillerman es una obra redonda, once canciones de caerse de espaldas, con apenas 22 años. Tal alumbramiento llegó tras una larga temporada hospitalizado de tuberculosis en 1968, tiempo en el que su vida y su música dio un giro radical hasta encontrar su propia voz.

No pasa un año cuando con el siguiente disco, Teaser And The Firecat , de 1972, consigue parapetarse en el número uno en todo el mundo. La industria quedó perpleja ante el fenómeno: cómo esos aires griegos de «Rubylove» podían conmover tan profundamente a mentes y culturas de todo el planeta. Genio de la melodía , tan variada, lo mismo ocurrió con «Moonshadow» o «Peace Train», canción esta premonitoria de lo que vendría luego.

Y es que Cat Stevens tuvo su personal epifanía . Fue en una playa del Pacífico. El gato se deja llevar por la marea haciendo la plancha cuando, asustado, observa que el mar lo está engullendo. Sabe que va a morir y lanza al cielo una plegaria, grita: «¡Dios, sálvame de la muerte y me dedicaré a ti lo que me queda de vida!» . Y, entonces, una pequeña ola acuna el cuerpo desnudo y lo transporta mecánicamente hacia la orilla. Como un náufrago, Cat Stevens hunde su rostro en la arena, perplejo e inerte. Ha nacido de nuevo. Ahora su misión será ayudar a los que sufren. Cuando le cuenta lo ocurrido a su hermano David, este le regala una versión del Corán. Tras la lectura, Cat Stevens cambia su nombre y se llamará «Yusuf Islam».

Labor solidaria

Desde su transformación molecular, Yusuf se ha convertido por décadas en santo y seña de la ayuda a la infancia como portavoz de Unicef plantándose en el campo de batalla, así en los Balcanes, en Kosovo, o junto a los refugiados sirios. Cuando el tsunami devastó las costas de Indonesia, Yusuf compuso «Indian Ocean», tal vez su última gran canción. El pasado año volvía a editar un disco, The Laughing Apple , retomando viejas canciones con una voz espléndida, agravada por el tiempo.

El pásado sábado 21 de julio, Cat Stevens/Yusuf cumplió 70 años . Una vida entregada a los niños desamparados, a combatir el sufrimiento, una lucha a contracorriente en un mundo cada vez más descreído y egoísta donde no nos gusta saber nada del dolor ajeno. Mientras, Cat Stevens se pregunta, nos preguntamos: ¿por qué no puede ser aquí en la tierra el paraíso?

Cat Stevens todavía te susurra al oído

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