LIBROS

Stephen King sigue en su trono

En «La sangre manda», King vuelve a hacer de las suyas, aunque se le disfruta no tanto por sus tramas como por su tono, por su manera de contar

Stephen King
Rodrigo Fresán

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Décadas más tarde y decenas de libros después, uno comprende que su relación de lector/admirador con/de Stephen King (Maine, 1947) ha ido cambiando aunque se haya mantenido firme y afectuosa. OK, de acuerdo, pudo haber momentos bajos (en mi caso La tienda , La cúpula , Insomnia , Bellas durmientes , Elevación , alguno de sus libros de relatos y la saga de La torre oscura con la que nunca pude enganchar); pero nunca dejé de ser el más fiel de sus súbditos . Me consta que soy, apenas, uno entre millones. Y -habiéndolo seguido año tras años desde la publicación de Carrie en 1974 y idolatrándolo para siempre gracias a La hora del vampiro / Salem's Lot ), El resplandor , La zona muerta , la gran novela pandémica La danza de la muerte / Apocalipsis , Cementerio de animales , It , La milla verde , 22/11/63 , El visitante y esa locura que es Los Tommyknockers , por nombrar sólo a unas pocas- me he dado cuenta que ya no leo a King por aquello que empecé a leerlo .

En un principio, claro, fue por puro amor al género, por su astuta y bobdylaniana c apacidad para revisitar mejorando las ideas de otros (entre ellos sus maestros como Bradbury y Matheson ), y por ese talento que tiene para traducir los grandes y reales miedos de su tiempo y cultura al idioma de lo sobrenatural. Pero, de un tiempo a esta parte, se disfruta a King no tanto por sus tramas (a veces predecibles, porque ya se conocen sus trucos y tics) sino por su tono, por su manera de conta r, por su tempo, por cierta familiaridad que sólo consiguen nuestros seres más queridos.

Semejante sentimiento se hace aún más evidente en sus libros de nouvelles -indispensables Las cuatro estaciones , Corazones en la Atlántida y Todo oscuro, sin estrellas- donde la extensión es la exacta para atraparnos y no agotarnos .

«La sangre manda». Stephen King. Traducción de Carlos Milla Soler. Plaza&Janés, 2020. 464 páginas. 23,90 euros.

Y en La sangre manda King vuelve a hacer de las suyas desde su trono con una cierta comodidad: la de quien se sabe autorizado porque se ha ganado ese derecho.

«El teléfono del Señor Harrigan» abre el volumen casi con cautela: la historia de hechura clásica y hasta un tanto by numbers con fantasma vengador , detalle moderno en el que la tradicional pata de mono muta a teléfono móvil, y marca de la casa que redime y justifica: esa evocadora voz de chico joven que ha sido, desde siempre, una de las especialidades de King.

Sigue la casi apocalíptica -muy interesante y casi experimental y tal vez lo mejor del conjunto- «La vida de Chuck»: contada en reversa, con mundo al borde de colapso definitivo, casa embrujada , héroe sencillo pero más que omnipresente y tramo central con -de nuevo rasgo reconocible- una terrena y real ternura a la hora de narrar un baile como si se tratase (y lo es) de un acontecimiento histórico.

En «La rata», King insiste con uno de sus temas más queridos y frecuentados: la locura del arte que ya diagnosticó en su momento Henry James , acaso el norteamericano que, junto con King, más y mejor ha ligado al oficio y a la figura del escritor con lo fantástico. Así, un no muy exitoso narrador (autor de un cuento de antología pero nada más) se recluye en cabaña. Y poco inspirador virus gripal y el desperfecto de tormenta perfecta y súbita aparición y oscuro resplandor de roedor parlante (con la cadencia y credo estético de un parodiado Jonathan Franzen ) proponiendo pacto fáustico y -como en Cementerio de animales y Maleficio- dilema moral a cambio de tan deseada obra maestra del western .

La pièce de résistance es «La sangre manda» en la que volvemos a encontrarnos con la formidable y obsesiva y autista detective savant y muy sui-generis Holly Gibney a quien disfrutamos en la Trilogía Bill Hodges y en El visitante (a la hora de verla en serie, mucho más fiel a la original es lo que hace Justine Lupe en Mister Mercedes y mejor ignorar su inexplicable reescritura como afroamericana sin nada del humor del personaje en la adaptación para la HBO de Richard Price de El visitante , donde también se sacrificó novedoso costado folk-fronterizo). Ahora Gibney investiga el atentado/masacre contra una escuela que, enseguida deviene en la posibilidad de otro «vampiro psíquico» de un «segundo mundo» regresando una y otra vez -ahí está ese sediento de sangre derramada periodista de TV-crónica roja- y, sí, la sospecha que de aquí saldrá segunda temporada de El visitante .

Mientras tanto y hasta entonces, King ya está trabajando en novela larga a la que tuvo que modificar: «Transcurre en 2020 y se publicaría en 2021, por lo que no tendría que preocuparme por ajustes históricos. Poco podía suceder y cambiar. Y de pronto llegó el Covid-19 y, releyendo lo mío, vi que uno de mis personajes se embarcaba este verano en un crucero y... Pero lo solucioné muy rápido: ahora todo transcurre en 2019». Después, en la misma entrevista, King dijo que por estos días no dejan de comentarle que «parece que vivimos dentro de uno de tus libros. A lo que yo respondo: 'Lo siento'».

Disculpado está y así queda y hasta la próxima, Su Majestad.

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