LIBROS
Stefan Zweig, un cantor de libros
«Encuentros con libros» recoge artículos literarios, reseñas y prólogos de un autor enganchado a la vida cultural
La portada de Encuentros con libros (Acantilado, 2020) la ilustra un Don Quijote próximo a la locura y rodeado de libros. Adolf Schrödter lo dibuja sentado en un sillón de orejas destartalado, con la mirada fija en un enorme volumen que tiene abierto sobre su pierna y con la otra apoyada sobre una pila de libros tirados en el suelo. Hay libros en una mesa, en un altillo, hay libros por todas partes.
Tras la lectura de esta colección de textos que incluye reseñas, prólogos y artículos literarios de Stefan Zweig (Viena, 1881; Petrópolis, Brasil, 1942), no es difícil imaginar al autor también enganchado a los libros. En el maravilloso artículo que da inicio a este volumen, Zweig señala que a ellos les debía esa «bendita sed» de querer ir siempre más allá: «A la sal de los libros, que nos animan a vivir la vida sin saciarnos nunca de ella».
Novelista, dramaturgo, ensayista, biógrafo, poeta, el autor que denunció la sinrazón nazi y que se quitó la vida por la impotencia de ver a Europa destruyéndose a sí misma durante la Segunda Guerra Mundial, fue siempre un «lector impaciente y temperamental». En las novelas, igual que en los debates intelectuales, le irritaba «prolijo, lo ampuloso y todo lo vago y exaltado, poco claro e indefinido», en definitiva, todo lo que era superficial y retardaba la lectura.
Demandaba de cada página el máximo deleite, que lo dejaran sin aliento. Es lo que intentó ofrecer en los títulos que conforman su vastísima obra, y a esta filosofía responde igualmente sus Encuentros con libros, la enésima ventana que ha abierto Acantilado para asomarse al universo Zweig. Un universo hecho de una absoluta lealtad al pensamiento y al trabajo cultural, su «más preciada posesión en esta tierra».
En estas páginas Zweig reflexiona sobre la validez de los clásicos, celebra el placer que proporciona leer cuentos y analiza la obra de autores como Goethe, Rousseau, Stendhal, Flaubert o Balzac . «¿Qué significan hoy para nosotros? –dice sobre los clásicos–, ¿no serán más que otros diez o veinte tomos bellamente encuadernados con los que aumentar nuestra biblioteca, para que nadie pueda decir que no está completa?, ¿o acaso su lectura puede depararnos aún momentos gratificantes?».
De los cuentos, de ese «primer contacto con la literatura», destaca su poder para devolverle el gusto por historias que, aun siendo adulto, le seguían reconfortando y ofreciendo un descanso más que necesario. «Que, en el fondo, es una de las dichas de la lectura».
Más que un crítico, Zweig se consideraba un «cantor». Cuando un libro le gustaba, mediaba con las editoriales y hacía todo lo posible por que fuera traducido o publicado. No le bastaba con disfrutarlos, necesitaba darlos a conocer. Lo hacía en el trato con sus colegas, compartiendo sus impresiones en cartas o en las reseñas que publicaba en revistas y periódicos.
Y así glosó la perseverancia de Rilke , la precisión de Mann o el fenómeno incomparable de Joyce : «Es un hito en la historia de la literatura sin vínculos ni con el pasado ni con el presente». En Encuentros con libros no solo tenemos la oportunidad de seguir leyendo a Zweig, también podemos contemplar una mente en plenitud.
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