LA VIDA EN NEGRO

Somerset Maugham y la incurable herida de vivir

El autor británico penetra en los secretos de una mujer ambiciosa e infeliz en «El misterio de la villa», una historia de pasiones inconfesadas

Somerset Maugham
Pedro García Cuartango

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Escribe María Zambrano que «la historia, toda historia resulta impenetrable como si, por indecibles razones y designios propios, escondiese una palabra no dicha y aun indecible». La cita es perfecta para ilustrar El misterio de la villa ( Up at the Villa ), la novela de Somerset Maugham , publicada en 1941, en plena madurez creativa del autor británico.

La obra es más bien un relato largo de unas 90 páginas que, por su naturaleza, resulta indefinible. Pero el lector queda atrapado desde la primera línea en una narración en la que se enlazan la muerte, la seducción, los secretos y las pasiones en una mansión a las afueras de Florencia a finales de los años 30. Por eso, El misterio de la villa , llevada al cine por Philip Haas , puede ser catalogada como una de las mejores novelas del género negro que jamás se han escrito.

Retomando la cita de Zambrano, lo relevante del drama de Maugham no es lo que se enuncia sino lo que no se dice, lo que se calla. Y uno tiene la sensación de estar siendo manipulado por la mano invisible del autor al igual que los tres personajes de la trama.

El misterio de la villa cuenta la historia de Mary Panton , una joven y atractiva mujer cuyo marido ha fallecido hace ocho años. La viuda se refugia en una gran casa en Florencia , cedida por unos amigos. Frecuenta las cenas de la alta sociedad local como un bello ornato pero sin experimentar sentimiento alguno. Su vida se trastoca cuando aparece un joven austriaco que huye del nazismo. Una breve relación de una noche cambiará su vida. Todo sucede por azar cuando Mary se deja llevar por un impulso.

Los otros dos personajes son el diplomático Edgar Swift y el vividor Rowley Flint . El primero es un viejo conocido, amigo de su familia, que acaba de ser nombrado gobernador de Bengala. Es 24 años mayor que Mary, pero conserva su poder de encanto y seducción. Es un hombre apuesto, pero ella no está enamorada y, por ese motivo, duda de si debe aceptar su petición de matrimonio, socialmente muy ventajosa. Rowley es la contrafigura de Edgar porque es un personaje sin escrúpulos , que utiliza a las mujeres y dilapida su fortuna en sus vicios. No resulta atractivo, pero es un profundo conocedor del alma humana y ayuda a Mary cuando ésta le pide ayuda. Ella queda fascinada por el carácter de este sinvergüenza, que es capaz de intuir sus deseos más íntimos.

Maugham describe los hechos con aparente frialdad , tomando la distancia que se exige de un narrador. Pero late debajo de la historia la pasión de Mary Panton, con un poderoso componente caprichoso y autodestructivo que amenaza con acabar con todo lo que la rodea. Al final de la narración, el lector siente el impulso de abrir la ventana y respirar para librarse del clima agobiante del relato.

Convertir en oro lo que escribía

Hay mucho de Mary Panton en Somerset Maugham, un hombre que jamás encontró el amor pese a la fama y la riqueza que logró como escritor, no igualada por nadie durante varias décadas en las que convirtió en oro todo lo que escribía. Había nacido en Francia en 1874 ya que su padre era abogado de la embajada británica en París. Su madre murió prematuramente y Maugham sintió a lo largo de toda su vida una sensación invencible de orfandad que le hizo infeliz.

Educado por su tío, el autor de Servidumbre humana decidió estudiar medicina sin vocación. A partir de los 30 años, se hizo famoso por sus obras de teatro y sus novelas , especialmente por Liza de Lambeth , un gran éxito que le convenció para ganarse la vida como escritor.

Maugham trabajó como espía durante la I Guerra Mundial y por esa época conoció a Gerald Haxton, que se convirtió en su amante. Era bisexual y se casó años más tarde con Syrie Barnardo, con la que tuvo una relación tormentosa que compatibilizó con nuevos amoríos.

En 1928, compró Villa Mauresque en la Riviera Francesa , una enorme mansión en la que residió hasta su muerte en 1965 a la avanzada edad de 91 años. Se dice que vivió la última etapa en una espantosa soledad y que terminó sus días abrazado a su enfermera. Era su destino, ya que Maugham disfrazó su vida de una pátina de ironía y cinismo que le servía para ocultar lo tremendamente desgraciado que fue desde su infancia.

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