LIBROS
La sobrecogedora historia de una robinsón feminista
«La pared», de la escritora austriaca Marlen Haushofer, es una novela distópica de culto cuya vigencia es hoy mayor que nunca
El escenario es el que sigue: tras un cataclismo inexplicable una mujer queda aislada del resto del mundo en una cabaña alpina por una pared invisible . Tiene como única compañía un perro de caza, una gata y una vaca. Al otro lado de esa misteriosa pared, al final de una garganta donde se abre el valle, todo parece haberse detenido: los pocos seres vivos que logra atisbar con los prismáticos -algunos granjeros sorprendidos en sus labores cuando llegó el colapso, ganado, animales silvestres- se han quedado como esas figuras petrificadas de Pompeya. Nuestra protagonista apenas se cuestiona el porqué de su situación. ¿Un ataque de alguna superpotencia (los «vencedores», los llama) a la que el plan se le ha ido de las manos? Sabe que la pared está ahí, una presencia ominosa que no puede ver ni superar, pero intenta apartarla de su pensamiento, entre otras cosas porque el hábitat del otro lado no parece más apetecible que el de su confinamiento. De modo que centra sus esfuerzos en sobrevivir.
La pared es una novela distópica de culto, muy bien escrita, magnífica en su planteamiento y originalidad, de la escritora austriaca Marlen Haushofer (1920-1970), que ahora recupera con acierto Volcano. La editorial pensaba en aniversarios redondos (centenario del nacimiento de la autora, cincuentenario de su muerte) cuando decidió publicarla, pero las insólitas circunstancias que vivimos hacen que el libro cobre más vigencia que nunca . Haushofer, esposa y madre, forma parte de esa legión de mujeres cuyo talento no fue reconocido en vida. Empezó colocando relatos cortos en la prensa hasta que obtuvo un primer éxito con El quinto año (1952). La pared , que apareció en 1963, hizo de ella póstumamente un referente de la literatura en lengua alemana de la posguerra por su especial visión sobre el feminismo y la ecología.
«No es que tema convertirme en animal, eso no sería tan malo; pero el ser humano nunca se convierte en animal, sino que lo sobrepasa y se precipita en un abismo», confiesa la mujer atrapada por la pared cuando la soledad empieza a pesarle, cuando casi ha olvidado quién era. «Nadie me llama por ese nombre, de modo que ya no existe». La relación íntima y simbiótica con la naturaleza y las reflexiones filosóficas sobre su propio ser nos recuerdan a las de Thoreau en Walden , con la diferencia de que ella no ha elegido este destino. Es, más bien, una robinsón que debe enterrar a la mujer que fue para construir una nueva que no recuerda el sabor de la fruta fresca, el chocolate y el café con helado, pero que es capaz de liderar a su pequeña familia de animales domésticos y vencer cada día el aislamiento y la desesperanza . Y así hasta que el bosque, que parece enraizarse en ella misma, reconquiste la tierra robada por el hombre.