LIBROS
Simon Leys denuncia el horror maoísta
El sinólogo belga tuvo el atrevimiento de poner negro sobre blanco en los años 70 la devastación de la Revolución Cultural de Mao
![Una sesión de crítica pública a «elementos revisionistas contra-revolucionarios»](https://s2.abcstatics.com/media/cultura/2020/04/17/simon-kOBD--1248x698@abc.jpg)
No era fácil en 1971 denunciar en Europa a la dictadura maoísta. Tenía un riesgo de reputación intelectual. Simon Leys , pseudónimo de Pierre Rycksmans, (Bruselas, 1935-Camberra, 2014) con El traje nuevo del presidente Mao , lo hizo. Este libro, valiente hasta el abismo, comenzó una trilogía sobre la devastación que significó para China la llamada Revolución Cultural , una Guerra Civil encubierta.
El siguiente volumen fue Sombras chinescas (1974), que ahora recupera la editorial Acantilado, y concluiría con Imágenes rotas (1976). Los tres forman una enciclopedia extraordinaria sobre el maoísmo en su más delirante (y es decir poco delirante) versión.
Para esta edición se incorpora la «Introducción» que escribió Jean-François Revel para la reedición de 1978 y en la que destaca: «Lo que confiere a la obra de Simon Leys su valor duradero (aparte de un raro talento de escritor) es el hecho de que nace del encuentro entre el profundo conocimiento de la civilización china y una comprensión excepcionalmente perspicaz y exhaustiva del fenómeno totalitario».
Ir a la contra
El ensayista mexicano Gabriel Zaid recordó cómo uno de los desafíos de un escritor es si desea tener cien mil lectores en un mes o cien mil lectores en cien años. No es lo mismo. El primero es efímero; el segundo clásico. Leys cuando publica este volumen va a la contra. Había viajado a China por primera vez en 1955 . Regresa en 1972, como agregado cultural de Bélgica, y recorre el país durante seis meses. Pero ¿qué China recorre? Aquella que los dirigentes chinos quiere que vea.
Leys critica a los que, sin salir de su despacho, publican alabanzas al régimen desde Europa o Estados Unidos
En un capítulo formidable, pleno de ironía, crítica, sarcasmo y melancolía , «Los extranjeros en la China Popular», Leys repasa sus siete viajes por las provincias chinas que le permiten visitar, siempre organizadas por el Buró de Extranjeros, con un intérprete (guía) convertido en su sombra (chinesca) e informante implacable. Apenas podrá ver siete ciudades, de las cientos que forman el antiguo Imperio del Centro. Vigilados, seguidos, dirigidos, de los ochocientos millones de chinos tendrá relación, en todo el tiempo de su estancia con, por lo alto, sesenta personas. La vida cotidiana, lo que ocurre al otro lado, lo que viven los ciudadanos (súbditos de Mao) no lo verá ningún extranjero, ni siquiera los que Leys denomina como «turistas políticos».
El amigo extranjero
El extranjero, de manera secular, era lexicalizado como «diablo extranjero», el maoísmo «lavó» el término por «amigo extranjero», pero ese «amigo» debería tener una complicidad política. Leys denuncia a los que sin salir de su despacho publicaban desde Europa, Estados Unidos pintorescas loas a lo que fue la Revolución Cultural y la realidad que se vive en la propia China.
Capítulo impecable es «Burócrata s», en el que se aborda lo que es una verdadera y singular distinción de clase: los que están dentro de la Nomenclatura y los que no. Una diferencia social y económica habitual en los sistemas dictatoriales, una suerte de aristocracia intelectual y política o modelo «revolucionario» de castas. Continúa con la «Vida cultural», un guadiana que aparece y desaparece según convenga a las estrategias del propio Mao. Más que un erial, un coro, unos comparsas: «China trata a los niños como si fueran hombres y a los hombres como si fueran niños...», recuerda en su texto Simon Leys estas palabras de J. P. Deny.
El libro es el trazo, el retrato irónico y contundente de lo que el autor define como el «taciturno guiñol de la gerontocracia maoísta». En la cita que abre el capítulo «Vida cultural», Leys recuerda estas palabras de George Orwell : «El objetivo (...) es un modo de pensar en el que el líder máximo, o bien la camarilla dirigente controle no sólo el futuro, sino incluso el pasado (...) Si dice que dos más dos son cinco, así tendrá que ser». El elemento esencial es la construcción de una terminología implacable: así, el autor recuerda cómo las luchas populares son siempre «intrépidas y victoriosas»; los pueblos albanés y vietnamita son «heroicos»; los pueblos rumano y zambiano son «fraternales».
Corrupción del lenguaje
Mao siempre se muestra con «un rostro sonrosado y radiante» y, claro, cuando aparezca en público, provocará en el pueblo (¿enfervorizado?) «sentimientos de un amor ardiente y de un entusiasmo ilimitado»; el Partido Comunista es, sin remisión, «grandioso, glorioso e infalible» ; el enemigo de clase deberá ser «desenmascarado sin piedad», los éxitos de la nueva nación son «inmensos», «cada vez mayores».
La corrupción del lenguaje es el paso esencial, porque crea una nueva realidad; la «nueva lengua» que el citado George Orwell describe en 1984. Hoy la temprana denuncia de Simon Leys es unánime; en 1972, no. Todo lo contrario. Tal denuncia era, intelectual y políticamente suicida; he ahí el inmenso valor de un libro valiente, documentado y soberbiamente escrito que ha ganado la batalla más difícil, la del paso del tiempo.