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Schumacher, antídotos frente a la arrogancia
El intelectual alemán E. Friederich Schumacher, apenas conocido en España, unió en su discurso la economía con la espiritualidad
Schumacher (1911-1977) es un filósofo desconocido entre nosotros. Nacido en Bonn, estudió en Berlín, Oxford y Nueva York. En Columbia, además, fue docente de economía, y se especializó en el sistema bancario de los EE.UU. Durante el nazismo, en 1937, se exilió en Londres. Al estallar la guerra fue confinado por ser alemán. Durante ese tiempo escribió artículos defendiendo reformar el sistema monetario. Keynes tuvo conocimiento de estas ideas y se produjo una relación epistolar entre ellos, culminó cuando el gran economista falleció de un ataque al corazón en 1946. Schumacher moriría, por el mismo motivo, tres décadas después, en un tren que lo llevaba de Montreux a Zúrich.
En 1949 trabajó para el gobierno británico como asesor económico . En 1995 fue enviado por la ONU a Birmania para colaborar en su desarrollo económico. De este viaje surgió su conocimiento del budismo. Para él, la economía occidental, se basaba en la acumulación monetaria y el consumo de bienes materiales hasta la extenuación; mientras que la economía budista rechazaba la acumulación de bienes y optaba por una subsistencia equitativa. En 1962, Nehru, Primer Ministro de India, solicitó su asesoramiento.
Visión humanista
Schumacher pasó los últimos años de su existencia impartiendo conferencias. Keynes había declarado que Otto Clarke y Schumacher eran sus herederos intelectuales. El primero era capaz de hacer «cualquier cosa con las cifras», mientras que el segundo las hacía «cantar». Schumacher venía denunciando el afán de lucro y codicia de nuestras sociedades y la necesidad de tratar estas «inclinaciones semipatológicas y semicriminales». Para Schumacher la economía estaba siguiendo un camino de destrucción mundial y había que denunciarlo y prevenirlo.
Se interesó por el cristianismo y los místicos españoles y se convirtió al catolicismo
La economía contemporánea no solo se regía por cuestiones científicas, sino también por toda una metafísica de la que surgían una serie de valores y criterios conflictivos. «Lo pequeño es hermoso» obtuvo un gran éxito pues su visión de la economía era puramente humanística. Hacía tiempo que la economía se había alejado de los ciudadanos. El autor atacaba tanto a la economía capitalista como a la comunista . Schumacher, ya hace más de cuarenta años, denunció los peligros tecnológicos. Y por aquellas décadas de la posguerra mundial, no podía imaginarse el desarrollo que alcanzaríamos.
«Una guía para los perplejos» se publicó en 1977 y sigue de actualidad. El autor defiende el contacto con niveles superiores a los de la «vida ordinaria», por eso no está de acuerdo «con el experimento moderno de vivir sin religión». Su permanencia en un monasterio budista lo hizo descubrir esa espiritualidad. De regreso a Europa se interesó por el cristianismo y los místicos españoles y se convirtió al catolicismo. Es un defensor de la fe que no está en conflicto con la razón, ni es sustitutivo de esta. La espiritualidad y el ecologismo fueron dos de sus grandes pilares. En las últimas líneas de este libro, se pregunta «¿Habrá suficiente gente para salvar el mundo?». La respuesta positiva conducía a la complicidad; mientras la negativa a la desesperación. El opta por dejar de lado estas perplejidades y ponernos todos a trabajar.