LIBROS

«Rumbo al Mar Blanco», rescatada de los rescoldos

Malcolm Lowry perdió en un incendio la que creía su única copia de «Rumbo al Mar Blanco». Pero existía otra, que Malpaso publica ahora en España. Su editor explica la peripecia de esta gran obra póstuma

Un despreocupado Malcolm Lowry, que vivió 47 intensos años, casi siempre al calor de un trago

MALCOLM OTERO BARRAL

El gran editor italiano G. Einaudi dijo que «el éxito abre cajones que debieran permanecer cerrados». Se refería a que la codicia de los editores, o de los herederos, a menudo provoca que se publiquen textos póstumos que los autores mismos habían desechado o que no eran publicables por no estar a la altura del conjunto de su obra. A nadie, más o menos atento a lo que se va publicando, se le escapa que de algunos escritores conspicuos se está haciendo, tras su muerte, una explotación porcina (ya saben que del cerdo todo se aprovecha) y se publican cada vez más obras menores que distan mucho de los libros que provocaron su reconocimiento. Por ser justos, hay que decir que no son siempre cuestiones crematísticas las que hacen aflorar textos mediocres de autores egregios, a veces es simplemente el entusiasmo y la mitomanía que envuelve a algunos literatos lo que nubla el criterio de quienes gestionan su legado. Está claro que es una decisión difícil.

Para empezar porque la voluntad del autor, como lo demuestra la trillada historia de Kafka y Max Brod , no es necesariamente la opción más adecuada. Hay además otras consideraciones: una obra menor puede contener las claves que iluminen toda una obra o puede ayudar a entender a su creador. En definitiva, publicar o no un texto póstumo es un acto que requiere cierto rigor y grandeza, no solamente porque hay grandes obras póstumas, el «Persiles» sin ir más lejos, sino porque obstaculizar una publicación puede ser un acto interesado de los que se supone que salvaguardan el prestigio del autor. Hace años, por ejemplo, que los hijos de un gran novelista español impiden que salga a la luz una correspondencia amorosa de su padre con una señora que no es su madre. Los que la han leído aseguran que es estupenda, pero, según parece, nunca lo podremos comprobar.

Deslumbrado

En el caso de Malcolm Lowry (1909-1957) y su «Rumbo al Mar Banco» sabemos que el manuscrito sobre el que estaba trabajando se quemó en 1944 (en un incendio del que rescató «in extremis» «Bajo el volcán») y que escribió en innumerables ocasiones sobre el sufrimiento y el dolor que esta pérdida le había producido. Nos consta que estaba orgulloso de la novela ya en su primera versión, porque fue la que le dio a leer a Conrad Aiken (que quedó absolutamente deslumbrado por el texto) en 1937 en Cuernavaca. Todo parece indicar que el escritor inglés olvidó que había dejado una copia en casa de su suegra antes de viajar a México. El régimen etílico al que se sometía el autor de «Bajo el volcán» tenía sus peajes, entre los que estaba la dificultad para la vida práctica y la desmemoria. Aunque a lo mejor no, y como es también plausible, Lowry, tras casi una década dedicada a trabajar en ese libro, no se vio con fuerzas de empezar la titánica tarea de corregir el texto desde el principio y decidiera simular el olvido.

Es perfectamente posible, pero no es relevante para decidir su publicación hoy. Porque lo verdaderamente importante de «Rumbo al Mar Blanco» es que es una obra mayor, gigantesca . Un texto que los editores originales han cuidado con exquisita y escrupulosa precisión. Una novela que tiene ingentes cantidades de esfuerzo y de talento, que formaba parte del tríptico dantesco -del que «Bajo el volcán» era el Infierno y del que «Rumbo al Mar Blanco» era el Paraíso- con el que pretendía culminar su obra.

«Rumbo al Mar Blanco» contiene todos los elementos que propulsaron a la posteridad a su autor, que lo hicieron infinito. La autodestrucción, al alcohol, la muerte, los elementos autobiográficos , el viaje o la creación son solo algunos de los vasos comunicantes que conectan sus dos obras cumbre. Hay más juegos de espejo y pasillos secretos y guiños literarios en este volumen soberbio. Porque póstumo, en este caso, no es más que un adjetivo insignificante para definir una novela monumental que no salió del cajón de los descartes sino del rescoldo de las llamas.

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