ARTE
El ruido contemporáneo, invitado al vigésimo quinto aniversario del CAAC
El Centro Andaluz de Arte Contemporáneo habita desde hace veinticinco años el Monasterio de la Cartuja de Sevilla. Para celebrarlo ha organizado la exposición «El gran silencio»
Cuando vivimos la época de las inauguraciones sin fin de museos , se habilitaron cárceles de perfil panóptico e, incluso, antiguas estaciones de autobuses para exponer la obra de los curator y artistas más reconocidos allende nuestro regionalismo. No obstante, el único monasterio que pasó a la vida contemplativa de lo conceptual fue este de Sevilla. La Cartuja Santa María de las Cuevas acoge desde hace veinticinco años la sede del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) . Durante este cuarto de siglo, mucho ha sido el ruido artístico que se ha generado en sus salas. Incluso ha sido testigo mudo (convidado de piedra) de una Bienal de Sevilla que nos trajo a un Harald Szeeman –el maestro en el comisariado– ya cercano a la jubilación. Sevilla tira mucho entre los extranjeros, pero a la ciudad y sus ciudadanos lo contemporáneo no les entra ni con el compás de unas sevillanas de fondo . Los veinticinco años han sido duros y en soledad bien sonora.
Presupuestos fundacionales (y de crisis)
Estamos en una celebración redonda que merece una exposición especial como esta de El gran silencio. Para esta tarta de cumpleaños , el CAAC ha optado por ajustarse a los presupuestos fundacionales (y de la crisis) del monasterio cartujo, cuyas celdas, capillas, jardines y claustros ahora preserva. Una orden que vivía por y para la meditación , el recogimiento y el silencio. El lugar siempre ha sido un lujo para el arte y sus lecturas contemporáneas, pero con esta exposición, aún más. Recrear el silencio en múltiples partituras, desde las puramente físicas a las que hablan de la censura política y social. El silencio forzado .
El título de la exposición lo pone Philip Gröning, que tuvo que esperar 16 años para conseguir los permisos de su «Into Great Silence»
Todo arranque silencioso que se precie debe ser con John Cage y su 4’33’’, interpretado (no interpretado) por David Tudor . Y así es: la exposición comienza con los vídeos de aquel concierto-no concierto en el que David Tudor lo único que hace es abrir y cerrar la tapa del piano, pasar las hojas de la partitura y no emitir sonido alguno , mientras el cronómetro se mueve y mide el silencioso tiempo. El escándalo, el primer día de su representación, fue mayúsculo . Por ello, ya forma parte de la mítica de Cage y del arte contemporáneo, al que por sus excentricidades lo conoceremos. Se pueden buscar todas la lecturas metafóricas que se quieran y que cada cual sea capaz de encontrar. Con Cage deben abstenerse aquellos duros de oído . Esta es la primera obra de la exposición, aunque el centro meditativo gira en torno a la película de Philip Gröning Into Great Silence. Ciento sesenta y dos minutos que narran la vida en La Grande Chartreuse, el monasterio de referencia de la orden Cartuja en los Alpes franceses. Añadir más palabras a este sobrio trabajo , que Gröning tardó en rodar tres meses después de diesiséis años de espera, sería romper la magia y la paz de su aislamiento sonoro.
Silencios barrocos
La exposición gira en torno a estas dos obras. No son muchos los trabajos elegidos, pero sí que han sido seleccionados para identificar cada matiz de los silencios que nos rodean. El social, con las piezas de Pepe Espaliú , que glosan como denuncia poética y formal la exclusión de los enfermos de sida en los años de plomo. La censura política en la Rusia de Putin, con el colectivo Chto Delat (una suerte de Pussy Riot del arte) y con la siempre incisiva Doris Salcedo (la artista de la grieta en el suelo de la Tate Modern). Lo demás, puro deleite en el recogimiento de las piezas sonoras de Susan Philipsz (si el silencio hablara sería con su voz y susurros); de Tacita Dean , que acuna sus películas en el sonoro de los proyectores de 16 mm; de Tino Sehgal y sus coreografías que bailan en el frío vacío de las celdas del monasterio. Sugimoto fotografía la nada en el paisaje. No quedaría completo el recorrido sin los silencios barrocos de Alonso Cano , Velázquez , Zurbarán , Valdés Leal y Martínez Montañés .