LIBROS

Rüdiger Safranski y la existencia del mal

El filósofo alemán, uno de los pensadores europeos más lúcidos, traza en este reciente trabajo una historia del mal y su relación con el hombre y las sociedades, a través de la filosofía

Safranski (1945) ha escrito biografías de Goethe y Heidegger, entre otros

César Antonio Molina

La libertad humana sigue siendo un enigma. El pensamiento nunca ha logrado deshacerse de este problema, que ni la ciencia y la técnica tampoco atajan. El mal pertenece al drama de la libertad humana, es el precio de la libertad . La conciencia hace que el ser humano se precipite en el tiempo: pasado opresivo, presente huidizo y futuro preocupante. Todo sería sencillo si la conciencia fuera, simplemente, ser consciente. Pero esta se desgaja, se erige con libertad ante un horizonte de posibilidades. La conciencia puede trascender la realidad y descubrir una nada vertiginosa, o bien un Dios en el que todo alcanza su quietud. Safranski sospecha, como tantos, de que esta nada y Dios son la misma cosa.

El mal no es ningún concepto, es más bien un nombre para lo amenazador , algo que sale al paso de la conciencia libre y que ella puede realizar. ¿Cómo el ser humano puede permanecer fiel a la exigencia de trascendencia? La traición a la trascendencia, la transformación del hombre en un ser unidimensional es, para San Agustín, el mal propiamente dicho: la obstinación del espíritu y la indolencia del corazón. Schelling y Schopenhauer, siguiendo al santo de Hipona, concluyeron también que quien traiciona la necesidad metafísica, menoscaba dramáticamente las posibilidades humanas y se entrega a la autoafirmación.

Pecado original

¿Cómo se puede proteger al ser humano contra sí mismo? San Agustín señalaba a Dios y a la Iglesia. No creía que pudiéramos regirnos por nosotros mismos. Rousseau se refirió a la unión pacífica del género humano, y Sade extendió los abismos de la libertad. Fue la estética de lo terrible lo que exploró esa nada seductora y amenazadora, hasta que con el nazismo, el nihilismo entró en la conciencia completa de sí mismo, proclamándose como sentido de la gran política, la voluntad de poder y el trabajo en el material humano. Para Safranski, Hitler fue el último desenfreno de la modernidad . Y, además, con la complicidad de las masas.

Cuando el ser humano recibió la libertad de elección, tuvo que perder la inocencia del devenir y del ser. En el pecado original somos testigos del nacimiento del no, del espíritu de la negación. Se quiere más y distinto de lo que se puede, y también puede más y distinto de lo que se quiere. Le falta conocimiento de sí mismo. San Agustín era ansioso de Dios, de ahí su rechazo del mundo. Para él, el ser humano era malo cuando se regía por sí mismo. ¿Cómo podría la mala voluntad salir de una naturaleza creada por Dios? Si se negaba la obediencia a Dios, todo se precipitaba en el desorden, es decir, en el pecado.

Cuando el ser humano recibió la libertad de elección, tuvo que perder la inocencia del devenir y del ser

Para Max Weber, el rechazo religioso del mundo provocaba la injusticia. Schelling, a diferencia de San Agustín, pretendía que el ser humano debía regirse por él mismo y para ello se requería una comprensión más profunda de «sí mismo». Schopenhauer negaba a Dios y hablaba de la razón sometida a la voluntad. Para él, el mundo no era obra de un ser totalmente bueno, sino de un diablo que atormenta. Ambos filósofos seguían a Leibniz: el intento de desarrollar la conciencia de una unidad metafísica, frente a la alternativa religiosa de una ruptura y de un abismo insuperable entre el hombre y Dios. Kant confiaba en el Estado como un organismo superior de la humanidad: domaba los egoísmos y los unía al interés general. Para Schelling, la angustia de la vida empuja al hombre fuera del centro . El mundo de la voluntad y el mal a veces coinciden.

El tiempo

Hobbes hablaba de la peligrosa libertad del hombre que, a menudo, lo llevaba al mal. «Con el conocimiento, el ser humano se precipitó a la conciencia del tiempo», señala el filósofo alemán. Es decir, perdió la conciencia paradisíaca en la que solamente había un ahora absoluto, sin pasado ni futuro. Ya había dicho Platón que «ser malo» significaba, abstractamente, individualizarse. Sade lo condujo a lo absolutamente malo.

Safranski traza una historia del mal a través de la filosofía, fundamentalmente alemana , y dedica otros capítulos muy interesantes -como todo el libro- a la relación entre el arte y el mal . Para Platón el arte había llegado al mundo a través del hombre. Desde Grecia, el arte no se ha librado de la sospecha de fomentar la apariencia vacía y vaporosa, y de alejarse de la verdad. Por eso Platón establece una concepción de la administración política del arte, y de ahí surgen las peleas permanentes. La disputa sobre la utilidad social. Además, en el arte, el mal es un asunto fundamental, como en cualquier género de creación. Curiosamente San Agustín al arte le otorgó carta de naturaleza, a pesar de lo que hay de nada en él y, por tanto, de «malo» en el ser humano. El arte se veía como un competidor de Dios.

El arte es la fundación de sentido allí donde quizá no hay ninguno. En el interior del arte hay un misterio que lo amenaza a él mismo . El misterio procede de la imaginación que es una creación de la nada. El riesgo de la imaginación, en el arte, por causa de sí mismo, para Safranski, está bajo esa amenaza de que se lo trague el no ser inherente a él».

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación