ARTE
La Ribot: «El cuerpo es el paisaje más sublime de todos»
Reconocida con el León de Oro por la Bienal de Venecia de Danza de este año, la versatilidad de La Ribot le permite desplegar su maestría también en museos y galerías, como el CGAC, donde ahora entra
Preguntada por lo que supone para ella el León de Oro que le acaba de conceder la Bienal de Venecia de Danza , La Ribot (Madrid, 1962) admite seguir sorprendida. De sus palabras se deduce que no entiende cómo casa el clasicismo de una institución como esta con su tendencia, desde sus inicios, a hacer trizas las convenciones. Algo que le ha permitido ser bien recibida en el ámbito artístico. De hecho, el viernes entra en el CGAC como uno de los tentáculos de Plataforma , el nuevo festival de artes performativas de Santiago. La Ribot nos atiende al teléfono. Ensaya en Suiza lo que es desde ayer la puesta en escena de una nueva pieza distinguida, su corpus de pequeñas (grandes) acciones que tanta notoriedad le dieron. Sobre ello charlamos.
El proyecto del CGAC la devuelve a un espacio expositivo, en los que siempre se ha encontrado cómoda. ¿Cómo definiría «Manual de uso»?
El compendio que hemos hecho el comisario Iñaki Martínez Antelo y yo es un recorrido por mis obras más «periféricas», aunque cuenta con trabajos básicos como Despliegue (2001), pieza capital en mi producción por ser mi primera instalación en vídeo. Obras que surgen de otras que podrían ser consideradas más rotundas.
El de «periférico» es un concepto precioso.
Lo es, ¿verdad? Porque no quiero dar la sensación de que estas obras son restos de otras. No lo es Otra Narcisa (2003), ni Scene-Fiction , un pequeño vídeo periférico que realicé mientras trabajaba en El triunfo de la libertad . La muestra también incluye Film Noir , con escenas de películas en las que salen muchos extras, eso actores necesarios para hacernos creer que lo que vemos es real. Personas «periféricas», en el fondo.
Fue Roger Salas el que en una ocasión, muy categórico, dijo: «Le pese a quien le pese, La Ribot es una bailarina». No sé si usted lo tiene tan claro.
Tengo que decirte que sí. ¿Te sorprende?
Teniendo en cuenta la facilidad con la que entra y sale de la danza, con la que rompe convenciones y formatos, sí.
A mí siempre me sorprendió cuando, desde muy joven, la gente me decía: «Lo que tú haces no es danza». Era una forma de expulsarme de un mundo al que por supuestísimo que pertenezco. Estoy de acuerdo con Salas. Creo que lo que hago, en todo momento, es danza. Film Noir es una película que yo veo como un ballet. ¡Mariachi! , mi otro vídeo en Santiago: ¡ Mariachi 17 es una obra coreográfica! Siempre trabajo con bailarines, porque ellos entienden el corazón de las propuestas. Pero no es del todo verdad lo que digo, porque Juan Loriente es un actor...
¿Ve cómo lo rompe todo todo el rato?
El otro día me decía un amigo: «Lo divertido de ti es que eres capaz de decir una cosa y la contraria al momento» [ríe] . Pero si hubiera capas en lo que hago, su núcleo sería de ballet. Y eso se refleja en mi mirada, en la experiencia del cuerpo, en el valor que le doy al gesto, a la concentración, a la disciplina; el dolor, el sacrificio asumido... Todas estas cosas me las reconocía la galerista Soledad Lorenzo.
¿Encuentra que su trabajo es recibido de diferente manera por el mundo del arte que por el de las artes escénicas?
El público ha cambiado muchísimo con los años, pero cuando en 1998 presenté Más distinguidas en el Museo de Lucerna, la manera en que el público miraba aquello era completamente diferente al de la danza. Me di cuenta entonces de que la curiosidad de las artes visuales también me interesaba porque significaba que tenía más campo para recorrer. Ahora eso no pasa, los públicos están mezclados. Las cosas ya no se definen.
Le pregunto por las «Piezas distinguidas», que funcionan como un diario personal y «banco de imágenes» al que recurre para proyectos. ¿Es así?
Sí. El de las Piezas distinguidas es un proyecto que vengo desarrollando desde 1993 y que se establece como espina dorsal, lo que me mueve a seguir haciéndolo crecer, a desmembrarlo, complicándolo... Y a veces consigo que se convierta en algo periférico. Es el proyecto que me mueve.
Lleva ya unas 53, y la idea inicial era hacer cien. ¿Generar una nueva es un ejercicio de responsabilidad?
Me hace gracia que me preguntes esto porque hace tres semanas abrí una exposición aquí en Ginebra con la ya Pieza distinguida 54 , que estreno este viernes [se refiere al pasado viernes] . Ha sido difícil, porque ni yo misma estaba convencida. Se juntaba lo que acabas de decir: Activarla significaba añadir una pieza más a un conjunto que para mí es casi sagrado. Pero de pronto lo vi claro: ¿Cómo iba a ser yo la que me pusiera cortapisas?
Chíveme un poquito: ¿Cómo es la «Pieza distinguida 54»?
Todo parte de otra anterior que se desarrollaba en una caseta de trabajo clandestino por el que iban pasando todos los extras de todo un espectáculo sobre las Piezas distinguidas que se titulaba Paradistinguidas . Era una pieza muy compleja, en la que pasaban muchas cosas a la vez, y una de las cosas que ocurrían en esa barraca o especie de chabola es que pasabamos todos, los cinco bailarines y más de treinta extras a coser, unos minutos cada uno, por turnos.
«Ahora es de las primeras veces que empiezo a darme cuenta de que quizás no todo puede pasar por mí, o que me canso, o que no lo puedo hacer como lo hacía...»
La Pieza 54 inaugura un proyecto con el que durante tres años volveremos a activar esa chabola, con o sin trabajo. Los primeros que la ocupan son unos seres muy extraños que lo que realmente hacen allí es bailar. La barraca se va desmantelando cada día. Cada día que pasa se muestra de ella una pieza menos.
¿Cómo entiende entonces usted el cuerpo?
El cuerpo es el territorio más sublime, el más divertido, el más largo y emocionante del mundo. Casi todo mi trabajo pasa por él. Es algo fundamental.
El vídeo como técnica es una herramienta que no emplea para documentar. Es otra de las disciplinas que amplia.
Cuando yo empiezo a usar el vídeo en 2000, que es muy tarde, lo que me mueve es su capacidad de «testigo». Por eso lo he usado siempre cámara en mano y en plano secuencia, esto es, lo más cerca posible de lo que es la experiencia del vivo. La experiencia natural tiene un tiempo determinado, y en mi caso está relacionado con el cuerpo.
¿Y cómo ha analizado en el trabajo la incidencia del tiempo en el cuerpo? Me refiero a que no tenemos el mismo cuerpo con 20 años que con 40...
Cierto. Y de esto me estoy dando cuenta ahora que me he hecho mayor. He tardado... [ríe] . Soy la intérprete de casi todos mis trabajos; para que yo pueda entender algo tiene que pasar por mí, y es preciso que sea yo la que me ponga delante para explicarlo. Me he acostumbrado a eso. Y ahora es de las primeras veces que empiezo a darme cuenta de que quizás no todo puede pasar por mí, o que me canso, o que no lo puedo hacer como lo hacía... Pero el cuerpo se adapta a todo porque trabajamos con ideas no con formas.
Se suele decir que nadie es profeta en su tierra, pero no es su caso. Aquí, La Ribot está muy bien valorada. Sin embargo, Inglaterra y ahora Suiza han sido sus bases de operaciones desde hace décadas. ¿A qué se debe?
A Londres yo me fui porque nunca pensé, a decir verdad, que podría desarrollar aquí las Piezas distinguidas . Pensé que se me iba a marginar. Se me estaba ya marginando, de hecho. Por eso marché a Inglaterra aprovechando una invitación. Allí no se cuestionaban si lo que hacía era danza o no. Eso me dio amplitud para poder desarrollarme como yo quería. A Suiza llegué luego por una relación sentimental. Aquí me adoptaron con muchísima facilidad y me ayudan mucho, me producen... Son muchas las razones para continuar.
«Siempre me sorprendió cuando, desde muy joven, la gente me decía: “Lo que tú haces no es danza”. Era una forma de expulsarme de un mundo al que por supuestísimo que pertenezco»
Lo que ocurre es que yo en España tuve la suerte de conocer a Soledad Lorenzo en el año 2000, con la que se inicia una línea de colaboración que ahora continúa Alberto de Juan desde Max Estrella, que fue muy potente y fundamental. A ellos les debo cierto reconocimiento posterior en el ámbito de las artes visuales. De todas maneras, todas mis obras las he presentado en Madrid, también en otros puntos de España. Pero por la capital ha pasado casi todo. Lo único que no llegó fue Paradistinguidas pero porque coincidió con el momento de la crisis tremenda de 2008, y aquel era un proyecto con 25 personas en escena. Pero siempre he tenido relación con Madrid, por Soledad, por Paz Santa Cecilia, por mi relación con los Teatros del Canal , con el Centro Dramático Nacional... Y ha sido fundamental para mí, por savia y sabor.
Supongo que se lo habrán preguntado en repetidas ocasiones antes del verano, pero lo mismo la respuesta no es la misma meses después. ¿Qué supone un premio como el León de Oro de la Bienal de Venecia de Danza?
Diré la verdad: es algo que me ha sorprendido. Básicamente porque creo que estoy en un trabajo más experimental que no pensé que una institución como esta pudiera valorar. En ese sentido, estoy muy emocionada y muy agradecida. Me siento muy honrada, porque con este honor que me hacen a mí se lo hacen a muchas otras personas que hacen cosas muy similares a las mías, y que somos muchos en el mundo.